No hay dos sin tres

Hoy abrió sus puertas el Museo Fortabat, con una muestra que reúne obras de artistas argentinos, mexicanos y colombianos

La exposición “Trilogía: Argentina, Colombia, México”, que abre hoy sus puertas en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, reúne 65 obras, quizá de las menos conocidas, de artistas como Frida Kahlo, Fernando Botero y Antonio Berni, a partir de un guión curatorial que recupera momentos más individuales que históricos e icónicos.

En el primer piso que espeja al dique de Puerto Madero, dispuestas sin orden cronológico, con un arco temporal que va del siglo XIX a los años ’70, aunque organizadas con ciertas afinidades temáticas -niños, religión o naturaleza muerta, por ejemplo-, las obras que se exhiben en la última muestra del año del museo Fortabat sugieren una invitación especial: más que plantear un consenso de discursos, llaman al placer de mirar por mirar.

 

Obra del colombiano Alejandro Obregón Roses

 

Al menos dos razones parecen explicar esto: por un lado, se trata de una exposición con curaduría compartida de los tres países representados -Roberto Amigo, Carlos Arturo Fernández y Consuelo Fernández Ruiz-, y por el otro, las obras elegidas pertenecen a tres colecciones: las de la Argentina, de la colección Fortabat; mientras que las de México y Colombia corresponden al patrimonio de la empresa de seguros Sura de cada país.

En este sentido, el curador argentino Roberto Amigo sostuvo durante la recorrida de prensa que “no aspiramos al México revolucionario ni a la Argentina cosmopolita ni a la Colombia regional campesina, sino a recuperar algunos momentos precisos de la obra de algunos artistas, a partir de trabajos que están representados en estas colecciones”.

Con esta propuesta, el público puede ver “obras de momentos precisos más que históricos”, agregó por su parte Consuelo Fernández Ruiz, sobre esta exposición internacional que desembarca para mostrar otros modos de acercarse a la historia del arte latinoamericano, sin intentar agrupar las obras por sus países sino por “afinidades subjetivas”.

 

Obra del mexicano Rafael Coronel

 

Es así que la propuesta curatorial desplaza las imágenes más representadas de algunos artistas, como Fernando Botero, Carlos Alonso, Raquel Forner o Frida Kahlo, y agrega referentes no tan conocidos pero con gran trayectoria en sus países, como los colombianos Alejandro Obregón, Andrés de Santamaría y Débora Arango; los mexicanos Federico Cantú, Rafael Coronel y Emilia Ortíz; y los argentinos Jorge de la Vega y Leopoldo Presas.

Por primera vez se reúne en un mismo espacio arte colombiano muy diverso, además del exponente más revisitado, Botero, de quien se exhiben trabajos que marcan lo que después será su estilo más fiel, las figuras voluminosas; después de dos décadas regresa a Buenos Aires el mexicano Chucho Reyes (Jesús Reyes Ferreira); y de Kahlo se incluye un retrato que anticipa el derrotero de su impronta artística.

Como un retablo religioso, conviven una acuarela de la colombiana Débora Arango Pérez de un Cristo deformado rodeado por sus devotos con el rostro de otro Cristo más colorido e iconoclasta de Chucho Reyes, el pintor que el propio Marc Chagall bautizó de “Marc Chagall mexicano”; y a contramano el argentino Leopoldo Presas irrumpe con un gran cuadro de un Cristo lacerado.

 

Obra del argentino Jorge de la Vega

 

Fuera de ese oasis sacro, la muestra incluye una serie protagonizada por niños, con obras de tipo más costumbrista y de firmas familiares: Diego Rivera y sus “Niños almorzando” y “Retrato de Juanita”, el rosarino Antonio Berni con “La niña con zapallo” y pinturas de la mexicana María Izquierdo, como “Niña con sombrero rojo”, de impactante realismo visual y de arraigo festivo popular.

Como no podía ser de otra forma, la huella de los pueblos latinoamericanos, la tierra y la clase trabajadora se muestra en distintas vertientes. Una de ellas, de la mano de la artista mexicana Celia Calderón y su obra “La hilandera”, en la que se ve a una mujer de perfil yucateto trabajando, así como también el óleo “El yerbero”, una pintura cargada de luces y sombras de otro mexicano, Rafael Coronel.

Una suerte de muralla cubo divide en dos el primer piso de la Colección de Arte de Fortabat. Allí está el retrato que Frida Kahlo realizó a su sobrino en sus épocas más tempranas, que según los curadores esboza lo que será su marca personal: la inclusión de una muñeca de trapo, autorretrato, mucho color y rasgos de sufrimiento. Inseparable, a su lado, se exhibe una pintura, esta sí más famosa, de Rivera: “Retrato de la señora Beteta”.

En línea con la troupe de artistas mexicanos, destaca una impresionante obra de David Alfaro Siqueiros, una escena de desigualdad social. Su título, “Entrega de juguetes”, lo anticipa: de espalda, dos mujeres bien vestidas otorgan presentes a una masa uniforme, como grisácea, poblada de padres que cargan a sus hijos.

Otra obra que impacta en este recorrido es “El caballero de Mateo” de Alejandro Obregón, un retrato en el que un niño vestido de guerrero mira fijo con sus ojos azules que hipnotizan.
También un imperdible es “Encore Dr. Tulp” del argentino Antonio Seguí, en la que retoma la lección de anatomía del holandés Rembrandt para dotarla de humor interviniendo esa imagen con graffitis.

En otro tono, el tema de la naturaleza muerta compone un llamativo sector de la exposición, en el que domina una gran obra de Botero exagerada en colores rosados y una preciosa serigrafía de dos rodajas de sandías del inconfundible mexicano Rufino Tamayo.
La diversidad de fechas, estilos y artistas hacen de “Trilogía: Argentina, Colombia, México” una propuesta auténtica, que en vez de plantear una identidad compartida en el arte latinoamericano prefiere dejar esos discursos historiográficos para el “recupero del goce visual por la pintura”.

La muestra se podrá visitar hasta el 18 de febrero en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, Olga Cossetini 141 (CABA), de martes a domingos de 12 a 20.

 

(Télam)