En su declaración en la denominada “causa de los cuadrenos”, el financista Ernesto Clarens confesó que recaudaba “alrededor de 300.000 dólares” por semana de las empresas constructoras que habían conseguido contratos del Estado y que se ocupaba de cambiar “pesos por dólares en el mercado informal”.
El ex dueño de Invernes reconoció haber sido el encargado de recolectar el dinero de los sobornos que pagaban las firmas contratistas que integran la Cámara Argentina de Empresas Viales y reveló que el ex secretario privado del matrimonio Kirchner, Daniel Muñoz, le dijo que el dinero estaba guardado en “una bóveda en el subsuelo de la casa del matrimonio Kirchner en El Calafate”.
“Deseo agregar que Muñoz siempre me mencionó que todo este efectivo estaba en archivos metálicos que se encontraban dentro de una bóveda en el subsuelo de la casa del matrimonio Kirchner en El Calafate, donde había un olor a tinta muy importante”, dijo.
Clarens fue indagado por el juez federal Claudio Bonadio en la denominada “causa de los cuadernos”.
El financista reveló que “el formato de retornos” comenzó en Santa Cruz, cuando el presidente Néstor Kirchner fue gobernador y el mismo sistema “se repitió” a nivel nacional cuando asumió al frente de la Casa Rosada.
“El monto dependía de la recaudación, eran alrededor de 300.000 dólares por cada entrega y, con frecuencia, semanal. Al principio, eran montos grandes. Luego fue bajando porque a las empresas les costaba juntar el dinero. Eran rehenes del sistema porque Vialidad no les pagaba los certificados”, explicó.
El financista aseguró que se encargó de recibir a los representante de las constructoras en su oficina o de visitarlos en las compañías para recibir el pago de los sobornos por las obras públicas adjudicadas. “El monto que me entregaban era el 10 por ciento de lo que habían cobrado y, en otras oportunidades, sumas menores ya que aducían que la Dirección Nacional de Vialidad no les pagaba a ellos. Yo me ocupaba por cambiar los pesos por dólares en el mercado informal, obteniendo por ello una comisión que era mi ganancia, que me quedaba en negro”, relató.
“Nunca existió extorsión alguna sobre los empresarios”, aseguró Clarens, que aclaró que “nadie, nunca” le pidió “llevar la plata al exterior”.
Clarens contó que el entonces titular de la Cámara Argentina de la Construcción, Carlos Wagner, lo contactó “a mediados del año 2005” con Daniel Muñoz, secretario privado del ex jefe de Estado, para organizar el mecanismo de las “coimas” y retornos.
“Me informó que el Gobierno nacional había decidido obtener fondos de la obra pública a través de una operatoria que demandaba mi intervención en la recepción de los mismos, de parte de algunas constructoras, en concepto de pago de aportes o retorno, y que debía ocuparme de que le lleguen al secretario de Obras Públicas, José López, o quien éste me indique”, detalló.
Clarens dijo que conocía a López por su “trabajo en Río Gallegos” y que mantenía “una buena relación” con él.
“Para Kirchner, yo era el financista de Báez. Supongo que a partir de eso fue que me eligieron. De hecho, cuando Wagner me comunica que yo debía encargarme de esta operatoria, lo chequeé con José López y Lázaro Báez. Ellos me pasaron el teléfono de Muñoz”, señaló.
Clarens dijo que veía a Muñoz para entregarle el dinero en el Hotel Panamericano, “donde aquél tenía una habitación, que no siempre era la misma”, o en el domicilio del matrimonio Kirchner ucicado en Juncal y Uruguay, en el barrio porteño de Recoleta.
Según el financista, Báez compró activos con el dinero que recibía por el sobreprecio de las obras. “De repente supe que compró, a modo de ejemplo, restaurantes, estaciones de servicio, agencia de turismo, campos. Estas compras no las registraba en la contabilidad”, contó.
(Con información de NA)