La misteriosa aparición de una escultura anónima en Mar del Plata que recrea a una mujer sentada en una piedra no representa un hecho aislado en el arte urbano y popular: experiencias similares han aprovechado el tono enigmático como estrategia de promoción, mientras otras jugaron con el margen de libertad del espacio público para poner en jaque una crítica institucional o ponderar la capacidad de impacto estético, emotivo y político del arte por fuera de sus circuitos tradicionales.
En las barrancas de la zona de Playa Chica, en plena temporada turística y cuando el paisaje capta la atención con toda su potencia, una escultura cambió el horizonte de forma imprevista, enigmática. De un día al otro, en una piedra apareció una mujer de cemento, sentada y desnuda, tomándose sus piernas mientras mira al mar. Su aparición fue sorpresiva no sólo porque llegó allí sin autorización previa sino también porque se desconoce a el o la artista detrás de su creación.
Si bien las autoridades del Municipio de General Pueyrredón hicieron una convocatoria y una ronda de consultas con artistas locales para dar con la pista y acompañar el proceso formal para emplazar la obra, todavía el misterio sigue intacto. Mientras tanto, la mujer que recuerda a la estatua de la famosa Sirenita de la costa danesa, sigue en ese mismo lugar, mirando al mar, ese al que la poeta Alfonsina Storni le escribió: “Mar, yo soñaba ser como tú eres,/ allá en las tardes que la vida mía/ bajo las horas cálidas se abría/ Ah, yo soñaba ser como tú eres”.
Lo que ocurrió en la costa de Mar del Plata es episódico, aunque no aislado. Desde hace varios meses vienen hallándose monolitos en distintas partes del mundo sin que nadie se adjudique su autoría. Asimismo, la ciudad alemana de Bremen, que se caracteriza por un patrimonio arquitectónico de esos de cuentos de hadas y a cuyo monumento más importante se lo conoce como “Los músicos de Bremen” (una escultura de bronce con cuatro animales uno arriba del otro), se despertó un día de junio de 2020 con una sorpresa similar.
En las afueras de Barcelona, en Premià de Mar, sobre el espigón donde rebotan las olas del mar intercontinental, apareció una pequeña jaula de hierro con un especie de árbol tratando de ser contenido en ese pequeño espacio, dedicada a “los inmigrantes muertos en el Mediterráneo”.
¿Qué diálogos proponen esas obras que transitan otros circuitos al legajo formal de la institucionalización, inscribiéndose incluso en otros modos de construir arte callejero y popular? ¿Esa suerte de anonimato concede la posibilidad de su emplazamiento a pesar de no cumplir con las normas urbanas de monumentos y patrimonios? Cuando la escultura de Bremen captó la atención, el alcalde de la ciudad, Andreas Bovenschulte, sostuvo que una acción como ésa, por fuera del circuito institucional, “también es Bremen”.
Esa forma de inscribirse en el patrimonio urbano, como una acción más anárquica, también la destacó el vocero de la Oficina de Cultura, que dijo que la obra no desentonaba con el entorno porque es “el estilo de la escultura figurativa de Bremen”. ¿Hubiera podido esa obra, como la mujer de Mar del Plata, estar allí si realizaba los procedimientos formales para su instalación? El misterio del anonimato saltea la pregunta y juega con la hipótesis de la duda. La idea de profanación del espacio público, de desacralización del orden institucional, también construye sentidos en quienes perciben esas obras de arte en sus entornos.
(Con información de Télam)