“No soy de izquierdas, no soy de derechas, voy siempre derecho”. Eso es lo que grita J Balvin en un megaconcierto en México al inicio de su documental, El niño de Medellín (que llegó hoy mismo a Amazon Prime Video). No es una frase elegida al azar. Es una frase que consolida uno de los principales conflictos personales que vivió el cantante: su compromiso político y social.
¿Plantarse ante los abusos del estado? ¿Dar la cara ante las políticas del gobierno colombiano? ¿O mantenerse en la neutra senda del entretenimiento? J Balvin es color, arcoíris, baile, fiesta. Desde el momento en que su sueño en la música se transformó en una realidad, tiene un objetivo único: “Nuestra labor es entretener”. Pero dentro del autor de Mi gente sigue José Álvaro Osorio Balvín, ese niño que nació y creció en Medellín, en un barrio humilde, que salió de ahí con rumbo a Miami para mandar dinero y comida a su casa.
José es el que lleva tatuado en sus nudillos “Vida real” para recordar todo ese camino, todas las piedras que tuvo que saltar hasta ocupar una mansión de lujo y subirse a jets privados. Esa “Vida real” es la que sigue en las calles de Medellín, la ciudad que quiere presentar al mundo para que siga orgulloso de él. Por eso, al final, el debate interno tiene una clara salida: el éxito viene con una responsabilidad. En su caso, hacer que Medellín sea mucho más que la ciudad de Pablo Escobar. Estar del lado de su gente, esa a la que canta.
“La gente ve la gloria, pero no sabe la historia”. J Balvin ahora es un altavoz para los problemas del pueblo colombiano. Esta semana, con las revueltas contra la política fiscal del gobierno, volvió a demostrarlo. Pero también pide algo de vuelta a quienes lo siguen: comprensión y escuchar. Quiere que conozcan su historia, el pasado y el presente. Por eso este documental. Por eso dejó que Matthew Heineman (City of Ghosts) entrara en todas sus intimidades: desde momentos románticos con su novia, Valentina Ferrer (con la que va a ser padre por primera vez), a instantes de dolor, afligido por la ansiedad, recibiendo su tratamiento, llorando.
“Mi nombre es José Álvaro Osorio Balvín. Aquí nací, aquí crecí y aquí quiero morir”. Otra de esas frases no elegidas fortuitamente. La frase con la que inició el concierto histórico de Medellín. Así lo llaman en Medellín, así gritan su nombre en una película en la que no solo hay tiempo y espacio para el drama personal también para la música y la celebración.