El misterio de los supuestos ataques sónicos a diplomáticos estadounidenses en La Habana todavía es materia de controversia entre Estados Unidos y Cuba.
La escasa información al respecto señala que alrededor de una treintena de funcionarios estadounidenses y algunos canadienses, junto a sus familiares, sufrieron lesiones auditivas y cerebrales por causas que aún se investigan. Incluso, algunos habrían perdido la audición de forma definitiva, según la prensa en Washington.
La trama de misterio salió a la luz en agosto pasado, y desde ese entonces solo se conoce que el FBI y otras agencias de seguridad estadounidense estudiaron los presuntos ataques sin llegar a conclusiones certeras. Los incidentes se habrían iniciado en noviembre del año pasado, y el último caso reportado habría tenido lugar hace pocas semanas. Y si bien no hay evidencias suficientes, todo indicaría que los diplomáticos habrían sido víctimas de un ataque sónico realizado con un arma desconocida. El interrogante que surge es quién o quiénes podrían haberlo llevado a cabo.
Ayer, el secretario de Estado, Rex Tillerson, se reunió hoy en Washington D.C. con el ministro de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, Bruno Eduardo Rodríguez Parrilla, para tratar el embrollo diplomático.
De acuerdo a un comunicado del Departamento de Estado, ambos funcionarios mantuvieron “un diálogo firme y honesto, que reflejó la profunda inquietud de los Estados Unidos por la seguridad de su personal diplomático”. Según el mismo parte de prensa, Tillerson “transmitió la gravedad de la situación y subrayó las obligaciones de las autoridades cubanas de proteger al personal de la Embajada y a sus familias, conforme la Convención de Viena”.
Desde la Habana, en tanto, informaron que la reunión “se desarrolló en un clima respetuoso”, y que el canciller cubano le reiteró “la seriedad, celeridad y profesionalismo” con que las autoridades de su país abordaron el asunto. Sin embargo, también le hicieron saber al hombre de Donald Trump que “fue injustificada la decisión del gobierno de EE.UU. de retirar a dos diplomáticos cubanos de Washington”.
Por supuesto, Rodríguez Parrilla reiteró “que el gobierno cubano no ha perpetrado nunca ni perpetrará ataques de ninguna naturaleza contra diplomáticos”. Y agregó: “Tampoco ha permitido ni permitirá que su territorio sea utilizado por terceros para este propósito”.
Esta declaración surge porque Estados Unidos baraja, entre otros hipótesis, que servicios secretos internacionales, ajenos a Cuba, podrían estar operando en la isla para atacar a sus funcionarios.
“El Canciller le aseguró que la investigación para esclarecer este asunto sigue en curso y que Cuba tiene gran interés en concluirla, para lo cual es imprescindible contar con la cooperación eficiente de las autoridades estadounidenses. Le trasladó que sería lamentable que se politizara un asunto de esta naturaleza y que se tomen decisiones apresuradas y sin sustento en evidencias y resultados investigativos concluyentes”, concluye el comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano.
Las preguntas alrededor del caso siguen sin resolverse. ¿Qué arma o dispositivo se utilizó para afectar con tanta precisión solo a los diplomáticos y no a otras personas que se encontraban cerca? ¿Dónde se esconden los posibles atacantes? De acuerdo a los especialistas, para generar daño, un arma sónica debería ser de gran tamaño y, hasta donde se conoce, ningún país dispone de una. ¿Por qué emprendieron el supuesto ataque? Nadie lo sabe siquiera. Algunas teorías apuntan al Kremlin, otras a sectores disidentes del espionaje cubano. Lo cierto es que el misterio sigue abierto.