Pese a su corta trayectoria profesional, la directora australiana Kitty Green se ha colado en los circuitos cinematográficos más destacados gracias a trabajos tan sugerentes como The Royal Hotel, thriller con el que participó en la contienda por la Concha de Oro en la Sección Oficial del último Festival de San Sebastián.
En su última apuesta, vuelve a coincidir con Julia Garner (Ozark, Inventando a Anna), con quien ya se alió cuatro años antes en la reivindicable The Assistant (2019). Green, que además de ponerse tras las cámaras firma el guion del filme, nos traslada a la remota localidad minera del Outback, en Australia, donde llegan dos mochileras norteamericanas con el objetivo de ganar algo de dinero sirviendo en un bar.
Sin embargo, el lugar resulta ser de todo menos idílico y la situación con los clientes no tarda en escapar del control de las protagonistas. Garner y Jessica Henwick (El hombre gris, Glass Onion: A Knives Out Mystery) son las ‘final girls’ de uno de los títulos más potentes que ha pasado por el Zinemaldi este año.
‘The Royal Hotel’: crítica especializada de la película
The Royal Hotel arranca con dos amigas bailando en lo que podría ser un antro oscuro de una ciudad cualquiera. Una de ellas empieza a coquetear con un chico que acaban de conocer mientras la otra va por bebidas. Al darse cuenta de que no tiene dinero en la tarjeta, sale al exterior en busca de su compañera.
En realidad, se encuentran en un barco que surca la bahía de Sídney en pleno día y, pese a lo que hayas creído deducir de esta presentación de personajes, la joven que está ligando en la cubierta es la chica cauta y responsable de las dos. En tan solo 5 minutos, Kitty Green nos advierte de que su apuesta nos va a confundir y engañar, que por fin estamos ante algo original en pantalla.
Abrazando los códigos del cine rape and revange, la directora conforma un microclima asfixiante en un bar de mala muerte en el corazón desértico y minero de Australia, donde sus protagonistas se enfrentan a la lascivia, la posesividad y el machismo.
Con una acertada fotografía sucia, polvorienta, que traspasa la pantalla, Green nos empuja a un espacio aislado y desprotegido a merced de la furia y la borrachera de los hombre, con una hipnótica Julia Garner reflejando la tensión, la paranoia, la desprotección y esa vulnerabilidad tan intrínsecamente femeninas en cualquier escenario tan hostil.
Es imposible no sentir una conexión inmediata con su personaje, no contener la respiración con ella por una sombra masculina detrás de una puerta o no quedar paralizada de miedo como ella ante un hombre impredecible que pierde los estribos. Jessica Henwick tiene un papel menos agradecido, el cliché de joven confiada que se pone en constante peligro porque no sabe leer el entorno, pero funciona como contrapunto del de Garner.
En un cine cada vez más encorsetado y predecible, menos sorprendente, se agradece inmensamente una apuesta como esta, verdaderamente original y valiente, confusa en el mejor sentido de la palabra. Una película que juega al despiste flirteando con el cine exploitation y el género del terror, pero atarse a ninguno; que deja inconclusas subtramas aparentemente relevantes; que prefiere un clímax magistralmente contenido a la explosión de violencia que vaticinas.
The Royal Hotel es una vuelta de tuerca a todos los géneros que tantea y, dentro de esa multipersonalidad, entrega un relato feminista, empoderador, tremendamente entretenido y absolutamente autoral, un golpe en la mesa a las fórmulas convencionales y repetitivas. Es el cine que se atreve a reinterpretar el cine. Y qué bien le sienta al cine esta necesaria renovación.