La última cena, con 500 años más de vida

El delicado fresco de Leonardo da Vinci que se encuentra en Milán podrá contar con un nuevo sistema de climatización capaz de limpiar el aire más rápidamente y combatir así su deterioro.

“La última cena” de Leonardo da Vinci, el delicado fresco que se encuentra en el refectorio del convento de Santa María delle Grazie en Milán, podrá contar con un nuevo sistema de climatización capaz de limpiar el aire más rápidamente y combatir así su deterioro.

La instalación del nuevo sistema de aireación del también llamado “Cenáculo” concluirá en 2019, fecha en la que se recordará el 500 aniversario de la muerte de Leonardo da Vinci, y permitirá emitir 10.000 metros cúbicos de aire limpio en el refectorio de Santa María delle Grazie respecto a los 3.500 actuales.

Según informaron, el nuevo sistema dará quinientos años más de vida a la obra del polifacético artista del Renacimiento y será financiado por el Ministerio de Bienes Culturales, que invertirá 1.200.000 euros (1,28 millones de dólares).

El proyecto, que lleva el sugestivo título “Una cena así no te la puedes perder”, prevé proteger el fresco “que cada día sufre una lenta degradación” sobre todo a causa de las partículas de polvo que se depositan en las paredes, acentuado por las 400.000 personas que cada año lo pueden visitar.

El proyecto, en el que han colaborado varios institutos de investigación italianos “logrará alargar hasta en 500 años la vida de este fresco y garantizará que muchas más personas puedan verlo cada día”, explicó la empresa.

El ministro de Cultura italiano, Dario Franceschini, aplaudió la colaboración entre los sectores público y privado que se está realizando en Italia para salvar las obras de arte, informó la agencia de noticias EFE.

“A través de la innovación consentiremos a más visitantes poder ver el maravilloso Cenáculo de Leonardo”, agregó Franceschini, quien aseguró que se “triplicará el número de visitas”.

Actualmente están permitidas solo 1.320 visitas diarias y con el requisito de reservar con mucha antelación.

La necesidad de dotar de nuevos sistemas de aireación para proteger del deterioro que causa el depósito de partículas de polvo en las obras se ha visto ya en otros proyectos, como el de la Capilla Sixtina, inaugurado en 2014.

En el caso del Cenáculo la necesidad de este sistema es aún mayor ya que se trata de una obra muy frágil que ya ha sufrido varias restauraciones para devolverle un color que lentamente iba desapareciendo.

Y es que Leonardo pintó “La última cena” para el convento de los Dominicos como encargo del entonces prior Vincenzo Bandello con una técnica de pintado “en seco” para acelerar el trabajo.

Por ello, trató el muro con dos capas de la base que se utilizaba para pintar sobre madera y trabajó “en seco”, pero ignoró que bajo el convento pasaba un río que creaba humedad en las paredes y que poco a poco se iría absorbiendo la pintura de una de sus obras maestras.

Realizada entre 1494 y 1497, los primeros problemas por la pérdida de color surgieron apenas diez años después de que Da Vinci la hubiera acabado. La última restauración se realizó en 1999 y consistió en retirar capas de pintura previas para sacar a la luz lo que quedaba de la obra original.

(Télam)