La cerveza artesanal siempre estuvo ahí, dando vueltas en algunos bares porteños con algunas pocas botellas importadas o de alguna que otra marca especializada en la bebida (casi siempre rubia). Hasta que llegó 2017: cualquier fanático de la “birra” podrá considerarse prácticamente realizado con la proliferación de las cervecerías.
El escenario principal de la cerveza artesanal está localizado en un puñado de barrios porteños, que son los mismos en donde el año pasado se multiplicaron las hamburgueserías. Palermo (con todas sus subdivisiones) y Colegiales pican en punta, aunque el fenómeno se encuentra en una expansión constante. Y la Legislatura porteña ya toma nota del asunto.
Un proyecto de ley para regular la venta de cerveza artesanal ya fue presentado en la Legislatura porteña. Fue redactado por los legisladores oficialistas Roberto Quattromano (con mandato cumplido), Francisco Quintana, Daniel Del Sol, Cristina García y Mercedes De las Casas. Según confiaron, solo se trata de darle un “marco legal” a la actividad.
La iniciativa a la que accedió Diario Vivo destaca que la producción de cerveza artesanal forma parte de un “fenómeno mundial” y detalla que en los últimos “se duplicó” la elaboración de la bebida. “Amigos, familiares o simplemente socios pueden emprender este oficio y comercializarla, ya sea en botellas o botellones (growlers) o a través de un bar”, indica el borrador de la ley. El mercado de la cerveza artesanal le gana terreno a la industrial, señalan los impulsores de la ley.
El negocio de las cervezas artesanales encontró también un hueco hasta ahora poco explorado en la gastronomía local: vender la bebida en envases (que pueden ser de hasta dos litros) que llevan los clientes para que pueda ser consumida en cualquier momento y lugar.
En detalle, el proyecto hace foco en el expendio de cerveza como en las buenas prácticas para controlar la calidad del producto que se vende. Para el fraccionamiento, por ejemplo, la iniciativa apunta a que los bares y restaurantes utilicen acero inoxidable o aluminio “convenientemente tratado” para no alterar el contenido de la bebida.
En relación a los envases que lleven los clientes para ser recargados, el borrador señala que deberán ser de granel deberán ser de vidrio o de acero inoxidable con tapa hermética, en tanto que “serán responsables de higienizarlos previamente conforme las normas y recomendaciones de salubridad vigentes, a fin de asegurar la eliminación de elementos patógenos”.
Además, el expendedor deberá incluir un rotulado en el que se indique hasta qué momento podrá consumirse la cerveza tras el fraccionamiento.
Asimismo, el proyecto prohíbe la “adición de agua, la mezcla de distintas cervezas y toda otra manipulación del producto” y “la añadidura de alcohol de cualquier procedencia o el agregado de saponinas u otras substancias espumígenas”.
Según le adelantaron a Diario Vivo, el proyecto sería tratado en el inicio de las sesiones en 2018.