Luego de llenar River dos veces, Abel Pintos anunció que regresará a los encuentros de Jesús María y Cosquín, emblemáticos Festivales de la música folklórica y popular. El cantante de música folklórica Abel Pintos, que llenó dos estadios River Plate y había planeado tomarse unas vacaciones después del mejor año artístico de su vida, decidió volver a los festivales masivos.
Tal es así, que ya confirmó su participación en Jesús María el 10 de enero y el Festival de Cosquín el 20 del mismo mes, donde celebrará dos décadas de su debut en la Plaza Próspero Molina.
“Abel llegó en 1998 de la mano de León Gieco y eso es muy fuerte para él. Un artista popular no descuida sus raíces y en su caso hizo gran parte de su carrera en los festivales. La plaza sigue siendo una cita importante para muchos artistas, más allá de su trayectoria o de su convocatoria”, cuenta Luis Barrera en diálogo con La Nación.
Los ya clásicos festivales como los de Cosquín y Jesús María, ademas de erigirse como las expresiones de lo folklórico y popular nacional, se convirtieron en plataformas de ascenso y consagración de distintos artistas, cuyos recorridos se afianzaron con la presencia en los festivales.
En ellos, artistas como Jorge Cafrune, Mercedes Sosa y Horacio Guarany; trampolín para fenómenos como el de Soledad, Los Nocheros, El Chaqueño Palavecino y Abel Pintos crecieron logrando afianzarse en sus públicos, convirtiéndose en iconos populares.
Rodolfo Pelu Lucca, cantante del dúo Orellana-Lucca y Consagración en Cosquín en 2016 y en Jesús María en 2017, reconoce: “Hace muchos años que venimos remando para tratar de que nuestra música llegue a todo el país. No teníamos mucha entrada en los festivales del verano. Las consagraciones son importantes porque te abren puertas el resto del año”.
El verano festivalero es un tiempo de cosecha para los músicos y un momento de celebración en los pueblos y las ciudades, donde se reivindica la identidad cultural de toda una región como la Fiesta Nacional del Chamamé y el Mercosur en Corrientes, el Festival de la Chaya en La Rioja, el Encuentro de Copleros de Purmamarca en Jujuy, la Serenata de Cafayate en Salta, o el Festival de la Chacarera en Santiago del Estero.
En el país se realizan 2700 festivales y fiestas populares, según un informe realizado en 2009 por el Sistema de Información Cultural de la Argentina (Sinca). “Me animaría a decir que la Argentina es uno de los países con mayor cantidad de festivales de música del mundo. Cada localidad, pueblo o ciudad tiene el suyo. Generan una importante industria, dando mano de obra directa e indirecta en cada región”, reconoce el productor Martín Sueldo y manager de Raly Barrionuevo, que conoce desde los festivales más grandes que convocan un promedio de diez mil personas por noche hasta los que se realizan en localidades más pequeñas, que suelen duplicar la cantidad de habitantes.
La agenda fuerte de festivales comienza en octubre y termina a mediados de marzo, pero tiene su pico entre enero y febrero. Por eso, los eventos folklóricos, sobre todo aquellos que van por el medio siglo de vida, funcionan para apuntalar la temporada turística de toda una región. Le pasó a Cosquín, ex ciudad de reposo de los tuberculosos en la década del cincuenta, que se transformó en capital del folklore y polo de atracción de las sierras cordobesas.
Durante nueve noches, del 20 al 29 de enero, el festival atrae gente de todo el país y moviliza una actividad económica y cultural para el pueblo, que funciona como motor aspiracional para el resto del año. “Los festivales folklóricos son tan importantes para la música como para todo el entorno cultural, turístico y económico -apunta Luis Barrera-. En Cosquín -además de lo que ocurre en el escenario- es un festival con una oferta cultural muy grande. Hay mucha gente que viene a los espectáculos satélite que funcionan en paralelo a la Plaza Próspero Molina, como los espectáculos callejeros en los balnearios, las peñas, los encuentros de poetas y la feria de artesanías, que son muy importantes para la gente que viene y ni siquiera pasa por el festival”.
Esa influencia de los grandes festivales termina jugando en contra de festividades populares genuinas que entran en otro tipo de lógicas o repiten fórmulas. “En los últimos años se fue priorizando lo comercial sobre lo artístico -excesivos honorarios, sponsors, publicidad política- en perjuicio directo de la promoción de nuevos exponentes de nuestro folklore. En algunos casos, los que mantienen sus raíces han demostrado que se puede desarrollar un festival exitoso, en público y en cultura regional. El Festival de la Salamanca en La Banda, Santiago del Estero; el Festival del Chamamé en Corrientes, y la Vendimia en Mendoza son algunos de los claros ejemplos de esto. El controvertido Festival Nacional de Folklore de Cosquín, en los últimos años viene experimentando un cambio en este sentido, brindando mayores y mejores espacios a nuevas propuestas”, diagnostica Martín Sueldo.
Las nuevas formas de consumir música están cambiando el entorno de los festivales. Sin embargo, para Julio Paz, del Dúo Coplanacu, los festivales tienen un espíritu irreemplazable: “Los festivales son la fiesta de los pueblos, donde lo más importante es la fuerza del folklore y la mística del encuentro. Sirve para que se junten todos. Quizás en una movida política las personas no se unan, pero en un festival de folklore sí”.
Agenda veraniega
- Festival de Doma y Folklore Jesús María.
- Del 4 al 15 de enero. El certamen y el regreso de Abel Pintos, los atractivos.
- Festival de la Chacarera, Santiago del Estero. Del 4 al 6 de enero. Tres días de chacarera con sus referentes.
- Fiesta Nacional del Chamamé, Corrientes.Del 12 al 21 de enero. Chamamé en todas sus formas.
- Festival de Cosquín. Del 20 al 29 de enero. Figuras y nuevos valores en el gran evento folklórico.