“Las dictaduras y el neoliberalismo lograron disociar la cultura de la política”

“Editar desde la izquierda en América Latina”, un ensayo del antropólogo Gustavo Sorá que recorre el legado cultural de las editoriales Fondo de Cultura Económica y Siglo XXI

Aunque no constituye una biografía sino el rastreo del proyecto editorial que unificó las expectativas emancipatorias de América Latina a partir de los años 50, la figura del editor Arnaldo Orfila Reynal es el hilo conductor de “Editar desde la izquierda en América Latina”, un ensayo del antropólogo Gustavo Sorá que recorre el legado cultural de las editoriales Fondo de Cultura Económica y Siglo XXI y su imbricación con la escena social que llega hasta 1980.

Investigador del Conicet y doctor en Antropología Social por la Universidad Federal de Rio de Janeiro, el autor articula una mirada interdisciplinaria para analizar la unidad y fragmentación del campo editorial como correlato de una época atizada por la ebullición intelectual y polí­tica que germinó al calor de la Revolución Cubana y se propuso quebrar la impronta del imperialismo cultural desplegado por Estados Unidos, Francia y España.

 

 

“Editar desde la izquierda” (Siglo XXI Editores) propone un recorrido paralelo por la figura señera de Orfila Reynal, el mítico editor argentino nacido en 1897 que entre 1945 y 1965 tuvo un rol decisivo en el Fondo de Cultura Económica (FCE), la editorial surgida en México en 1934 que revolucionó la edición en lengua castellana con un catálogo en el que sobresalen obras de Karl Marx, Jorge Luis Borges, Max Weber, Claude Lévi-Strauss, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Octavio Paz.

Orfila Reynal fue también el encargado de poner en marcha la primera sucursal del sello en Buenos Aires y en 1965, tras ser expulsado de la dirección de FCE, fundó Siglo XXI Editores, que retomó el proyecto de traducir y dar a conocer el pensamiento crí­tico de los principales pensadores de la región.

 

 

¿En qué términos se dio esa “Guerra Fría” cultural y el el control ideológico de Estados Unidos sobre América Latina que identificás como cruciales en el mapa editorial de los 50?

Gustavo Sorá: Después del triunfo de su imperialismo al finalizar la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos encuentra muchas resistencias en América Latina para penetrar culturalmente, hasta que termina haciendo estallar todo por la intermediación de dictaduras militares terriblemente violentas y sangrientas. En ese contexto, lo que tiene de fascinante la figura de Orfila Reynal es que nace en el apogeo de la doctrina Monroe en 1897 y muere con la crisis total de la caída del Muro de Berlín, en coincidencia con el fin de las ideologías y el ciclo neoliberal que logra fragmentar tan fuertemente a América Latina y nos relega a posiciones menos preponderantes a nivel cultural.

El tipo de creencias y disposiciones que en la primera mitad del siglo XX sostuvieron los intelectuales de América Latina está muy ligado a los combates que tuvieron que sortear para que nuestras naciones tuvieran un mínimo de emancipación cultural y pudieran construir mercados culturales, sistemas escolares y ciudadanía. Esto en el mundo editorial tiene una continuidad que se da desde la fundación del Fondo de Cultura Económica en 1934 y termina con la dictadura militar argentina. Se dan entonces unos 40 años en los que se construye empresas culturales americanistas que consiguen enfrentar el monopolio que hasta entonces detentaban las empresas editoriales españolas, francesas y norteamericanas.

¿Cómo se entronca el alejamiento de Orfila Reynal de FCE con la fundación de Siglo XXI?

G.S: Después de la Segunda Guerra Mundial se da un ciclo donde Estados Unidos intenta a través de créditos blandos fomentar las industrias culturales del continente. Orfila Reynal visualiza que esto obedece a un plan de imperialismo cultural que se vincula con un sistema de becas y con la imposición de la traducción masiva de autores norteamericanos. Así es como decide jugar fuerte como líder del Fondo de Cultura Económica, que era una empresa líder apoyada por el estado mexicano -aunque no dominada políticamente por él- hasta que en 1964, con la asunción de Gustavo Díaz Ordaz como presidente de Mexico, se convierte en una de las primeras víctimas de la Guerra Fría cultural. La decisión de apartarlo del FCE responde a que se lo veía como el centro de una enorme red de intelectuales que estaban intentando operar para enfrentar a las formas del imperialismo cultural.

¿Cómo se imbrica la consolidación de Siglo XXI con los procesos revolucionarios que tienen lugar en América Latina en los 60? Tu investigación habla de lazos con el Che Guevara y el apoyo a varias causas…

G.S: Siglo XXI nace como una empresa privada sin ninguna atadura al Estado para lograr algo que para esa época ya era difícil y que incluso con el FCE había costado generar: trabajar con sucursales en múltiples capitales del continente y al mismo tiempo en España, intentando quebrar la manera en que este país monopolizaba la producción de libros en lengua castellana. Todo eso funcionó de una manera impecable hasta que la editorial comenzó a ser atacada por la dictadura militar argentina, que apenas constituida allanó la sede de Buenos Aires. Los militares visualizaban que allí había un centro operativo de lo que ellos llamaban el comunismo internacional.

Paradójicamente, Orfila no quería que la editorial fuera identificada con ninguna fracción política en particular, aun cuando él era un ferviente defensor de la Revolución Cubana, que incluso había ayudado a financiar. En ese sentido, alentaba un eclecticismo de todo lo que pudiera ser considerado progresismo y aportara a la renovación del pensamiento en ciencias humanas y sociales. El gran logro es Orfila en ese sentido es que aseguró independencia cultural en un tiempo donde la filiación política era una condición de existencia.

Se podría decir entonces que su destitución de FCE fue ampliamente beneficiosa…

G.S: Así es. La historia política y cultural a mediados de los 60 ya había permitido la acumulación de un trasfondo de comunidades intelectuales -gran parte de nuestros países habían conseguido implantar ciencias sociales modernas y tenían un fuerte clima cultural- aunque no había tenido lugar el desarrollo de grandes empresas editoriales autónomas (excepto en el género literario) que posibilitaran continuar con el trabajo de articulación intelectual a escala americana.

¿Cómo gravitan variables como la concentración, la irrupción de nuevas tecnologías que modificaron los hábitos lectores y la dinámica unificación-fragmentación en el mercado editorial actual?

G.S: Después del ciclo virtuoso encabezado por FCE y Siglo XXI, entre otros sellos, la concentración financiera que estimuló el neoliberalismo en la década del 90 volvió a reforzar el lugar hipermonopólico de España en el control del mercado del libro y generó la desactivación de los catálogos de editoriales como Losada, Paidós y Sudamericana, que eran otras de las tantas usinas que desde Argentina producían a escala iberoamericana.

Cuando Siglo XXI de España es comprada por el grupo Akal, el grupo ve que no es rentable y en el 2010 decide cerrarla. Por eso que siga subsistiendo tanto Siglo XXI de México como Siglo XXI de Argentina se debe en gran parte al hecho de que aun atravesando un montón de avatares es posible mantenerse independientes. Esta lucha que se dio por la edición independiente está en una nueva fase donde otra vez estamos enfrentando un fuerte imperialismo cultural.

Las nuevas tecnologías han transformado las posibilidades de acceso a la cultura pero al mismo han impuesto un nuevo conjunto de ilusiones bien fundadas sobre cómo un individuo podría apropiarse del universo del mundo a través de las ideas. Las dictaduras y el neoliberalismo lograron disociar la cultura de la política. Los políticos no tienen más formación intelectual cultural y los partidos hegemónicos y dominantes no tienen bibliotecas. Esta disociación entre cultura y política es un problema bien nítido en estos días.

 

 

(Télam)