Donald Trump, celebra hoy su primer año en la Casa Blanca con una derrota aplastante: su incapacidad para el diálogo lo convirtió esta madrugada en el primer mandatario del país que afronta un cierre de gobierno pese a que su partido controla las dos Cámaras.
“Este es el primer aniversario de mi presidencia y los demócratas quisieron darme un bonito presente”, escribió esta mañana, con ironía, en Twitter.
El Senado tumbó anoche una propuesta para financiar al gobierno hasta el 16 de febrero, un nuevo parche para prolongar la negociación entre republicanos y demócratas para un presupuesto definitivo.
Es que el año pasado, Trump no logró aprobar una ley de presupuesto anual y, por eso, desde octubre, cuando terminó el año fiscal 2017, tiene que redactar y votar leyes parches para permitir que el gobierno siga funcionando.
La negociación del nuevo presupuesto anual está atada a la regularización de unos 800.000 jóvenes indocumentados que se quedaron sin protección después de que Trump derogara el decreto firmado por su antecesor, Barack Obama, que los protegía y que expira el próximo 5 de marzo.
Los demócratas condicionaban su apoyo al presupuesto a que Trump y los republicanos accedieran a regularizarlos, pero no lograron convencerlos.
Se trata del primer cierre del gobierno desde octubre de 2013, cuando Obama afrontó 16 días de parálisis por el bloqueo que ejercieron los republicanos.
El entonces mandatario debió suspender más de 800.000 trabajadores públicos considerados “no esenciales”. Cerró museos y parques nacionales y canceló tratamientos experimentales en los centros médicos de investigación federales.
Trump dijo que intentará minimizar el impacto en el pueblo estadounidense evitando, por ejemplo, el cierre de los parques nacionales.
En un comunicado emitido tras la votación de ayer, la Casa Blanca advirtió a los demócratas que “no negociará” el estatus de los “soñadores” para lograr nuevos fondos y que no se sentará a hablar de la reforma migratoria hasta que desbloqueen la situación.
Los dos partidos son conscientes de que se enfrentan a elecciones al Congreso en noviembre y mientras los demócratas no quieren arriesgar los escaños que ponen en juego, los republicanos no quieren ser vistos como incapaces de gestionar su mayoría.