“revalorizar a la escuela pública, criticarla desde el amor”

La realizadora Mariana Lifschitz estrenará mañana su ópera prima “Primer grado en tres países”, en el que muestra la situación de la escolaridad en Francia, Finlandia y Argentina,

La realizadora Mariana Lifschitz estrenará mañana su ópera prima “Primer grado en tres países”, en el que muestra la situación de la escolaridad en Francia, Finlandia y Argentina, mientras busca reflejar “la relación afectiva contradictoria que tiene hoy la clase media argentina con la escuela pública” y bucear en los motivos que ocasionan esa discordancia.

El documental pretende “revalorizar a la escuela pública argentina, criticarla desde el amor y movilizar el afecto hacia ella en las madres y padres de clase media, que es el público que tenía en mente cuando hacía la película”, expresó Lifschitz en entrevista con Télam.

 

A partir del relato y de las distintas experiencias de tres madres cuyos hijos empiezan primer grado en Finlandia, Francia y la Argentina, el filme que se verá a las 21 hs en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543, Capital), explora la situación de la escuela pública en estos tres países, dejando en evidencia que las distintas problemáticas en algunos casos y aciertos en otros dependen de las políticas de cada Estado.

Estas mujeres de clase media formadas en la escuela pública, se contactan y van narrando cómo es el sistema educativo en cada uno de esos países, como son sus vivencias a partir de la elección del colegio, la relación con los docentes o autoridades de las escuelas y, en Argentina, se da el planteo de tener que elegir entre lo público y lo privado y el cuestionamiento de los contenidos y de la calidad educativa, algo impensado hace algunas décadas atrás.

“A lo largo de filme sobrevuela la tensión entre el recuerdo de la escuela que conocimos las madres en nuestra infancia, algo que compartimos con los espectadores adultos, la escuela que quisiéramos para nuestros hijos y las escuelas que tenemos en realidad para ellos”, reflexionó la realizadora que cuenta en su haber con el mediometraje “Permiso para bailar”, que se presentó en el 2010 en el Bafici.

 

 

¿Qué te llevó a abordar e investigar sobre la situación de la escuela pública?

 

Mariana Lifschitz: La idea del proyecto comenzó a tomar forma cuando mi hijo tenía dos años y empecé a plantearme a qué jardín lo mandaría. La duda de público o privado es lo primero que aparecía. Charlando del tema con amigos cuyos hijos ya estaban escolarizados, encontraba que muchos de ellos a pesar de haberse formado en la escuela pública y ser defensores de ella, mandaban a sus hijos a escuelas privadas. La pregunta que me surgía entonces era qué tensión social se esconde atrás de esta contradicción. Me pareció que era una pregunta que merecía ser indagada y que no había sido abordada por los documentales de educación que se habían hecho hasta el momento.

 

¿Por qué la elección de países como Francia y Finlandia para comparar los distintos modelos educativos?

 

En realidad no fue una elección, conocía del barrio a Caroline (la mamá francesa) y a Agustina (la mamá que vive en Finlandia). Compartí con ellas y nuestros hijos muchos momentos de juego y charla en el parque y tenía en mente desarrollar un documental sobre educación cuando ellas decidieron volver a esos países para que sus hijos iniciaran allí la escuela primaria.

Caroline dirige y produce documentales para la televisión francesa, entonces con ella se dio de manera natural la idea de hacer una película juntas que comparara el primer grado de nuestros hijos en Argentina y Francia y luego me enteré que Agustina se mudaba a Finlandia que tiene hoy en día el sistema educativo más exitoso del mundo occidental. Siendo uno de los países más ricos y más igualitarios, sus alumnos sacan las mejores notas en los exámenes internacionales. Esa fama mundial es conocida aquí y los expertos locales en el tema a menudo la ponen como ejemplo. Por su parte, la tradición cultural francesa desde siempre se destaca en el imaginario de los argentinos. Desde la construcción de la República hasta nuestros días; desde la revolución burguesa con su libertad, igualdad y fraternidad; desde su iluminismo oponiendo la razón científica a la religión. La escuela pública argentina que nació en la segunda mitad del siglo XIX siendo gratuita, laica y obligatoria, mucho tiene que ver con los valores que irradiaban desde Francia hasta esta parte del mundo.

 

¿Qué deja en evidencia el filme sobre la situación de la escuela pública?

 

Los sociólogos tienen un concepto que es el de la fragmentación social, que tiene que ver con la fractura de los lazos entre las distintas clases sociales: Vivimos en barrios distintos, los chicos van a escuelas distintas, a clubes distintos, casi no hay puntos de encuentro. El sistema escolar está atravesado por esta fragmentación, a la que le llaman fragmentación educativa, y en algún lado leí una explicación muy clara sobre esto y es que las escuelas pasaron de ser homogéneas con población heterogénea a ser escuelas heterogéneas con población homogénea. Quise en el documental llevar esta conceptualización al ruedo desde lo cotidiano, usando la narración en primera persona.

 

¿Cuál es la reflexión que plantea “Primer grado en tres países”?

 

Creo que el documental tiene muchas lecturas y a cada uno le dispara para lados distintos según qué tecla le toque en su interior. La película es muy convocante entre los docentes también que incluso encuentran cosas en la película que a mí se me escapan. Hicimos un pre-estreno en la Biblioteca Nacional y luego de la película se dio un muy interesante debate entre el público donde se cuestionaba si es mejor que los chicos se eduquen en grupos homogéneos o es importante la heterogeneidad, y cómo es posible tener una sociedad integrada, que respete y valore las diferencias, si nos criamos sólo entre iguales.

 

¿Por qué considerás que en la actualidad los padres cuestionan la calidad educativa y los métodos de enseñanza?

 

Es interesante ver que no en todos los países esto es así. Según cuenta Agustina, en Finlandia las familias no se meten en lo que hace la escuela. El Estado decide una parte, la maestra (que tiene mucha libertad en el aula) decide otras cosas, y la familia no tiene una opinión. De hecho, como los chicos van y vienen solos de la escuela, son pocas las veces que los padres entran en contacto con el mundo escolar.

En Francia sí la escuela es tema de debate en la sociedad, sobre todo se le cuestiona, según cuenta Caroline, por ser elitista y estigmatizar a los que les va mal. Sin embargo la escuela pública y su calidad educativa, sigue siendo motivo de orgullo para los franceses.

En la Argentina creo que se cruzan muchas variables por las cuales cuestionamos la calidad educativa y los métodos de enseñanza. Por un lado queremos elegir la crianza que le damos a nuestros hijos y esperamos que la escuela que elegimos vaya acorde a nuestra ideología de cómo criarlos. Además, creo que influye el hecho de que hoy muchos padres de clase media tienen una formación académica mayor que los docentes, y eso les hace sentir que ellos saben más que los maestros (en la época de oro de la escuela argentina el docente estaba entre los más educados de la sociedad). Por último, el desprestigio de la escuela como institución hace que todo lo que emerge de ella nos haga cuestionarla.

 

 

(Télam)