Que el árbol no te tape el bosque

Recomendación literaria para el fin de semana: Alejandra Kamiya – Los árboles caídos también son del bosque

Una libro breve, de cuentos breves, y profundidades oceánicas.
Con una sencillez y una retórica de lo simple, tan característica, Kamiya tomó los remos de una embarcación que parece navegar lenta y pacífica sobre un río inmóvil.

Fotos de pequeños momentos, que pueden ser el gesto de toda una vida, retratados en cuentos breves que emocionan por su profundidad coloquial, y el rescate de detalles cotidianos, de esos que pasan desapercibidos al ojo, al oído menos atento o sensible.

 

 

Editado en 2015 por “Bajolaluna”, en su primer libro, “Los árboles caídos también son del bosque” la autora visita orillas de distintos puertos en búsqueda del rescate de lo esencial: un gesto, una pregunta, un objeto significante de la infancia, pueden ser los disparadores de estos relatos que por momentos no se sabe por quién están escritos, en quién están inspirados.

Imaginación o experiencia ajena o personal, la mirada de Kamiya se desplaza como un ojo detective que contempla lo que parece ser su propia vida, y lo que a veces parace la de los demás. Una enunciación de los hechos que destaca por la simpleza retórica que maneja, y la profundidad metafórica y plástica de los sentidos y experiencias evocadas en sus historias.

“Simples acciones como preparar un té, cocinar un desayuno perfecto o cavar un pozo se transforman en ceremonias privadas imbuidas de una profunda filosofía –una filosofía que se filtra desde las raíces familiares japonesas de la autora–; en otro plano, bajo la superficie de la acción, el límite entre lo normal, lo cotidiano y lo extraño puede tornarse difuso y el presente idílico de una historia sencilla puede abrir una ventana sorprendente y hasta trágica”.

Y es que Kamiya es hija de inmigrantes japoneses, de quienes habla y evoca casi en todos los relatos. Algo de esa filosofía e idiosincrasia, se combina en momentos compartidos con su padre en un café de San Telmo, o en el primer relato del libro “El desayuno perfecto”, en el que se describe con precisión los pasos para elaborar una primer comida al estilo japonés.

En “El pozo”, la metáfora es tan simple de graficar como compleja de experimentar: un soldado en el bosque cava un pozo profundo y se introduce en él por días, ordenado por sus superiores, protegiéndose de los desastres de la guerra. El bosque donde se encuentra el soldado, es el de los árboles caídos, que le da título al libro.

Una amistad de la infancia, y posterior intercambio epistolar, una silla mecedora, la anécdota sobre cómo recolectar el arroz en los campos, funcionan como una detalle que parece detenerse en el tiempo mientras la escritora apura por escribir una situación que, en cuanto el relato termina, parece continuar con sus ritmo original, o que el río por donde nos lleva finalmente pierde la calma para acompañar al vendaval.

Los cuentos de Alejandra Kamiya –que nació en Buenos Aires y ha colaborado con la revista National Geographic–, fueron premiados en varias ocasiones: Premio Fundación Victoria Ocampo/ Fundación Banco Ciudad (2012), Premio Horacio Quiroga (Uruguay 2012), Premio Unicaja (España 2014) entre otros; además de haber integrado antologías. Esos cuentos son los que componen la presente edición.