En lo que se perfila como una de las exposiciones más convocantes del 2018, la muestra “Obras maestras del Renacimiento al Romanticismo”, provenientes del Museo de Bellas Artes-Galería Nacional de Hungría inaugura el próximo martes 27 a las 18 en el Museo Nacional de Bellas Artes, con piezas de grandes maestros como Leonardo Da Vinci y Rafael, entre muchos otros.
Se trata de una exquisita selección de 58 piezas que se despliegan en el Pabellón de Exposiciones Temporarias del museo, un recorrido que va de fines del siglo XV en Italia hasta el siglo XIX en Hungría, y que en su itinerario evidencia las diferentes corrientes estéticas imperantes en Europa, del Renacimiento al Romanticismo.
Sin dudas, una de las piezas más emblemáticas e impactantes de esta exhibición es la que recibe al espectador ni bien ingresa a la sala, una pequeña escultura ecuestre de bronce, “Guerrero a caballo”, custodiada detrás de una vitrina triangular y atribuida a Leonardo Da Vinci.
La pieza, fechada entre 1500 y 1550, muestra a un jinete a punto de caer hacia atrás por su desbocado corcel que alza sus patas delanteras.
“Esta escultura exige que se la observe atentamente. La pose es dificilísima, y demuestra un gran estudio del equilibrio, el manejo y el movimiento de la figura, para poder materializar las patas del caballo. Es Leonardo sin dudas. No existía en ese entonces un artista con esa observación tan especial”, explica a Télam el especialista Angel Navarro, curador de la exposición junto a Florencia Galesio, ambos investigadores del staff del museo argentino.
Además -prosigue Navarro- “es un tema que Leonardo había trabajado durante mucho tiempo. Existen dibujos y estudios sobre la figura del caballo, y se sabe que Leonardo estaba trabajando en un gran monumento ecuestre cuando en 1499 las tropas francesas invaden Milán y él debe abandonar la ciudad. Los franceses destruyen aquel monumento que ya estaba para ir a fundición. Quedaron muchos estudios de aquel monumento y se supone que estos es uno de esos estudios, que se funde posteriormente”.
Mientras las paredes de la sala ostentan diferentes colores -rojo, verde, damasco y blanco-, la muestra se estructura en seis núcleos temáticos: así el Renacimiento italiano está representado no solo por la escultura de Leonardo, sino también por los óleos de Lorenzo Lotto, Tiziano y Giorgio Vasari, y por un pequeño dibujo de Rafael de Urbino, realizado en pluma y tinta parda, bautizado “Estudio para decoración efímera”.
En tanto, como parte del Renacimiento flamenco, se destaca el lienzo de
Lucas Cranach, “Cristo y la Virgen intercediendo por los hombres ante Dios Padre”, entre otras composiciones.
El Barroco, en sus variantes regionales, puede apreciarse en pinturas de Peter Paul Rubens, Anton van Dyck y Pieter Claesz, en el caso de Flandes y Holanda, donde la temática religiosa es escasa, debido al protestantismo imperante. En el caso de Rubens, fue un pintor que recibió numerosos encargos de las iglesias de Amberes, acota Navarro durante una recorrida por las salas, en pleno montaje.
En tanto el barroco italiano se evidencia en los artistas Giovanni Battista Tiepolo y Annibale Carracci; y en los trabajos de los españoles Bartolomé Esteban Murillo y Francisco de Zurbarán, donde además se aprecian las características típicas de ese estilo, como la teatralidad y el uso de la luz y la oscuridad.
Este último grupo también incluye “La Anunciación” del Greco, y “Escena de la guerra por la independencia española”, de Francisco de Goya, que curiosamente encuentra numerosos parecidos con la obra de Goya perteneciente a la colección del museo argentino, del mismo nombre, año y temática.
En cuanto a las temáticas elegidas por los artistas en este conjunto son tan solo un puñado: “Los artistas desarrollan la historia propia, la bíblica o religiosa y la mitológica. Luego, realizan naturalezas muertas -por ejemplo, los pintores de los países Bajos-, retratos, y finalmente, los temas de costumbres, a los que menos atención se les prestó en este período, y que se puede ver por ejemplo en varias de las pinturas del período español”, detalla Navarro.
Un conjunto de piezas de artistas húngaros del siglo XIX, la talla de József Borsos, Mihály Kovács y Károly Brocky completan este corpus de obras escogidas que se exhibirán por primera vez en la Argentina, provenientes del museo que comenzó su colección en base al patrimonio de los príncipes Esterhazy, relata a Télam Adriana Lantos, la conservadora de pintura antigua del museo húngaro, que llegó al país para acompañar las piezas.
Lantos aprovecha para contar un dato curioso sobre los marcos de estas pinturas, algunos de ellos bellísimos: “Muchas de estas obras tienen sus marcos originales. Hay diferentes marcos, según los países. Hay dorados, tallados, pero algunos no hemos podido traerlos, por ejemplo los de las pinturas del Greco, porque son como una joya, poseen tallados muy muy finos, y sufren mucho el viaje. Así que hemos optado por ponerlos en marcos de transporte”.
“El recorrido permite evidenciar cómo ya a fines del siglo XV aparecen distintos recursos para dar lugar a la sensación de perspectiva o la idea de tridimensionalidad. Se ve en las pinturas una perspectiva geométrica o una perspectiva atmosférica, es algo que se va viendo de a poco”, explica Florencia Galesio sobre el conjunto.
La perspectiva es entonces la gran protagonista de la muestra, pero no solo en lo que respecta a las pinturas, sino también en el diseño museológico: justo en el medio del pabellón, un cartel ploteado sobre el piso indica el punto exacto desde el cual es posible ver la exposición completa, todas las líneas de fuga de los paneles, es decir, una ubicación que permite la perspectiva de todas las obras en la sala.
Fundado a fines del siglo XIX, el Museo de Bellas Artes de Budapest alberga un importante patrimonio de perfil internacional de pintura antigua y moderna, papel y escultura. En tanto, la Galería Nacional de Hungría, dedicada exclusivamente al arte del país, se estableció en 1957 de forma oficial como museo nacional. Desde 1975 tiene su sede en el complejo del Palacio Real de Buda, donde se exhiben grandes obras de arte, del medioevo al siglo XX.
En 2012, ambas colecciones se unificaron, y se creó el Museo de Bellas Artes-Galería Nacional de Hungría, la institución más grande de ese país, con un acervo que abarca desde el arte egipcio hasta el contemporáneo. Esta nueva estructura institucional demandó una renovación de la sede del Museo de Bellas Artes y, desde su cierre por reformas, parte de su colección comenzó a itinerar por instituciones de otros países. Luego de su estancia en Buenos Aires, la muestra regresar en septiembre a Budapest, donde ocupará su lugar en la nueva exhibición permanente del museo.
“Buenos Aires es la única sede en el continente americano que acogerá la itinerancia de la colección húngara”, destaca Andrés Duprat, director del Bellas Artes, sobre la muestra que se podrá visitar hasta el 29 de julio en el edificio de Avenida del Libertador 1473, de martes a viernes de 11 a 20, y sábados y domingos, de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.