De tal palo

El argentino Juan Villegas inaugurará hoy la 20ma. edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici) con “Las Vegas”, una comedia familiar protagonizada por Pilar Gamboa y Santiago Gobernori

Juan Villegas inaugurará hoy la 20ma. edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici) con “Las Vegas”, una comedia familiar protagonizada por Pilar Gamboa y Santiago Gobernori con la que satisface sus deseos de indagar nuevamente en el género, sus ganas de filmar en la ciudad balnearia de Villa Gesell y su necesidad de abordar el vínculo entre un padre y su hijo.

Con Valentín Oliva (Wos), Camila Fabbri y Valeria Santa, la nueva película del autor de “Sábado”, “Los suicidas” y “Ocio” se verá esta noche a las 20 en el Cine Gaumont, donde se realizará la ceremonia oficial de apertura de esta nueva edición del Bafici, y paralelamente será exhibida al aire libre y con entrada gratuita en una pantalla especialmente instalada en Plaza Francia, en el barrio porteño de Recoleta.

 

 

“En esta película aparece un tema nuevo que es la paternidad, que ya había delineando un poco en mis películas anteriores. Quería hacerme más cargo del tema de la paternidad y contar el vínculo de un padre y su hijo. Sentía que era algo que tenía pendiente”, señaló Villegas, quien además de dirigir y escribir el guión es el autor de una de las canciones que suenan en el filme y que interpreta Pilar Gamboa.

“Las Vegas” es una comedia sobre el paso del tiempo y los recuerdos del pasado, pero también acerca de la idea de crecimiento y reconocimiento de la adultez: una reflexión de lo que implica ser padres y de lo que es ser hijo y, a la vez, una mirada acerca del futuro como un territorio de infinitas posibilidades.

La película sigue los pasos de Martín y Laura, a punto de cumplir 40 años, padres Pablo, de 18, que después de muchos años de vivir separados coinciden casualmente en Villa Gesell -en el mismo edificio donde se conocieron en su adolescencia-, para pasar unos días de vacaciones junto al mar, en el comienzo del verano.

En una entrevista con Télam, Villegas destacó que la canción que escribió “es un elemento importante para expresar la relación paternal y la nostalgia de los dos padres en relación a su pasado. Debía ser una canción que remitiera al momento en el que se conocieron y que se relacionara indirectamente con un amor del pasado y la felicidad de estar juntos. Quería que transmitiera nostalgia, ternura y cierta felicidad”.

 

 

 

El tono de la película es optimista, se expresa de forma fresca y liviana, sin solemnidad…

Sin que haya referencias concretas, siempre elijo una película para ver antes de mis rodajes, las elijo intuitivamente, al azar, y en este caso sentí que debía ver “Texasville”, de Peter Bogdanovich, que tiene mucha música country y es una comedia muy nostálgica con situaciones muy divertidas. Quería encontrar un tono. Es una película muy importante para mi y siempre la vuelvo a ver porque me toca a mi emocionalmente por alguna razón que no sé cuál es.

 

¿Qué te tocaba a vos emocionalmente de esta nueva película?

Me toca muchísimo y muy directamente, mucho más de cualquier otra película que haya hecho. Yo veraneo en Villa Gesell desde los cuatro años y desde siempre quería filmar una película en esa ciudad. Incluso, la primera versión de “Sábado” transcurría en Villa Gesell. Quería filmar en el edificio Las Vegas, donde fui desde niño y quiero mucho. Es un lugar que tiene una belleza muy particular, pero quería filmarlo sin artificios, tal como es, porque sabía que algo de esa belleza extraña iba a aparecer. Me sentía muy feliz de estar cumpliendo mi sueño de filmar ahí.

 

 

¿Qué cosas de tu experiencia en Villa Gesell te interesaba mostrar?

Lo que yo recuerdo en mi adolescencia, que fue el momento más intenso que viví ahí, porque fue la primera vez para mi en muchas cosas y las experimenté ahí: mi primer beso, mi primera novia. Eso es algo que está presente en los personajes de los padres, pero también en el hijo, para hacer más presente esa experiencia.

 

Si bien es diferente a tus películas anteriores, acá perdura cierta insistencia en el trabajo con los diálogos, un juego permanente con el equívoco y las palabras…

Eso me interesa mucho. En la vida real soy como un voyeur auditivo. Me encanta escuchar hablar a la gente en la calle y el colectivo. Me pongo a tratar de entender la lógica de una conversación. A veces son divertidas, a veces no, pero siempre hay algo interesante. Sobre todo en lo que no se dice, en lo que se esconde, en cómo se dicen las cosas, en cómo a veces alguien no escucha al otro a pesar de estar al lado. Hay una cantidad de cosas que se pueden contar a través de los diálogos sin bajar línea ni ser
explítico.

 

¿Querías volver a trabajar el género de la comedia como en “Sábado”?

“Sábado” no era totalmente una comedia, porque va poniendo más densa y oscura, y los personajes empiezan a entrar en una zona más melancólica. Acá claramente eso no me interesaba. No sé bien por qué, pero quería ir más a fondo con la comedia. Igualmente, las comedias que más me gustan también tienen algo de nostálgico.

 

 

¿Querías poner en escena una mirada del mundo más optimista?

JV: No estoy seguro si tener una mirada optimista es mejor que tener otras miradas, pero sentía una necesidad de contar eso. A pesar de ser una película más positiva, ligera y accesible, también estoy convencido de que es la película más personal que hice hasta ahora.

 

¿Cómo se está abordando el género de la comedia en la Argentina?

Tengo la sensación de que el cine argentino está en deuda con la comedia. Siento que no hay tantas buenas comedias como debería, sobre todo en los últimos años. Creo que se subestima al género como algo menor. Yo me dije que quería hacer la mejor comedia que fuera posible. Y en ese sentido “Las Vegas” posee algo disruptivo en relación a la comedia comercial, que creo que es su valor documental y la sensación de realidad de los lugares que filmamos, sin embellecerlos.

 

¿Cuál es la tradición de la comedia que más te interesa?

Creo que es un poco la comedia de los años ’30. Una película que tenía como referencia y ayudó a entender mejor a los actores lo que quería es “Ayuno de amor”, de Howard Hawks, que tiene un poco la lógica de una comedia de matrimonio. Otras comedias preferidas de esa época son “Vivir para gozar”, de George Cukor, y “Sucedió una noche”, de Frank Capra. Pero el que más me gusta es Hawks, porque combina un humor muy verbal con algo mucho más físico, con empujones y una cierta violencia contenida.

 

¿La elección de la comedia tiene que ver con el guión o fue al revés?

Vino medio junto. Tenía el deseo de hacer una comedia, ganas de filmar en Villa Gesell y la necesidad de hablar del vínculo de un padre y su hijo. Estuve un tiempo sin encontrarle la vuelta a cómo combinar esos elementos. Y hubo algo que me destrabó y por eso le hago un pequeño homenaje. Es una novela de Alberto Fuguet llamada “Aeropuertos”, que no es para nada una comedia pero que me dio una pauta de la estructura familiar que estaba buscando y de esas personas que están llegando a los 40 años y que ya no son jóvenes pero todavía no se asumen como adultos.