Hoy inauguró la exposición “Hogar, dulce hogar. Hábitos artísticos contemporáneos” en el Muntref. La idea de la exposición, que lleva el sello de los curadores Florencia Battiti y Fernando Farina, es igual de simple y potente: reunir obras que refieran a espacios, objetos y enseres de algo tan cotidiano como el hogar.
A partir de allí, el recorrido por la exposición desplegada en este museo universitario es un derrotero por espacios de tensión, sorpresa e ironía, y mientras una cama matrimonial partida a la mitad sugiere un elemento de combate (“Morir no es posible” de Mariana Tellería), los espejos que reciben al espectador en el comienzo de la muestra, facetados, astillados o pintados, deforman la imagen del espectador, autoría del artista Luis Rodríguez (“Selfie”).
La muestra puede recorrerse del mismo modo en el que uno se pasea por cada habitación de una morada, y aquí no falta el hall, el living, la cocina, el baño, el guardarropa, el dormitorio, una escalera y un subsuelo, que permite esconder secretos e historias desconocidas, algo que probablemente encierre todo hogar.
En la primera sala del museo, en una suerte de living, la mesa central exhibe varios floreros -uno de ellos derramado- que denotan un laborioso e intenso trabajo artesanal con cuentas de acrílico tejidas, obra de Román Vitali (“En esta casa hay fantasmas”), muy cerca de un juego de sillas de comedor, aprisionadas y sin ninguna posibilidad de movimiento o uso, de Eugenia Calvo (“Poweful Lessons”), y que comparten espacio con los universos personalísimos de Mauro Koliva o Miguel Harte.
En este contexto, destaca un pequeñísimo dibujo de Alejandro Xul Solar (1887-1963) único artista fallecido de quienes exhiben aquí, un grafito sobre papel muy pequeño, “Sin título”, de fantásticas arquitecturas antropomorfizadas.
“La idea de tener una obra de Xul Solar con esta arquitectura fantástica es ponerlo como un referente de la imaginación y esta cuestión de que una casa, un hogar, una arquitectura o un hábitat, cuando le sacas la funcionalidad propia, se puede convertir en otra cosa. Xul perimte pensar el hábitat desde otro punto de vista. Permite ver el objeto cotidiano extrañado, puesto a funcionar de otra manera”, explica Battiti a Télam durante una recorrida por la exhibición.
“Trabajamos la planta arquitectónica del museo como si fuese una casa. Así, cuando el público recorra la muestra irá reconociendo, a través de las obras, diversos ambientes que le son cotidianos. Claro, que como esta es una casa habitada por artistas, todo es posible, y los enseres de todos los días pueden adquirir rasgos extraordinarios”.
Luego de atravesar un muy sobrio patio de columnas transparentes inflables, de Marcela Cabutti, la exposición prosigue con piezas llamativas, como el puf alfombra “Uf” de Andrea Cavagnaro; el cabezal de cama que Mariana Tellería refuncionaliza y convierte en un arma, un baño, “Privado”, junto a un vestidor, ambas instalaciones de Tamara Stuby. Esta última, “Convicciones a punto de salir del placard” reúne sencillas remeras colgadas de perchas, cada una con una leyenda distinta como “Orwell was an optimist” o “El enemigo del capitalismo hoy no es el trabajador; es el trabajo”.
El itinerario por este hogar incluye también un inmenso reloj reflejado sobre el ángulo inferior de la sala (se trata de una proyección), reconocida obra del artista Jorge Macchi, y un poco más allá: repasadores hilvanados como guirnaldas, cada uno para cada día de la semana, bordados a mano con coloridos hilos de algodón, obra de la dupla creativa que integran los artistas Leo Chiachio y Daniel Giannone, pareja en la vida y en el arte.
Sin dudas, el “dormitorio” representa uno de los puntos más altos del recorrido, no solo por el “Tocador” de Nicola Costantino (una vanitas contemporánea que alude a la belleza efímera), o el paisaje mural de Viviana Blanco, que puede leerse como un ventanal hacia afuera, sino especialmente por la instalación de Diana Schufer, “Donde las cartas se unen”, obra emblemática de mediados de los años 90.
Allí se puede ver una cama de dos plazas, de sábanas blancas revueltas, tapizada completamente, por cientos de cartas de amor que desbordan e incluso ocupan los costados de la cama en el piso, y que se mecen levemente debido al aire de varios ventiladores circundantes. Escritas con marcador negro sobre hojas casi translúcidas, estas misivas en extremo apasionadas son todas reales y muchas de ellas están fechadas a mediados de los 90, ya que la artista solicitó a sus amigos y conocidos que les enviaran copias de sus respectivas cartas de amor.
“Amor mío, mi amor: esas son las únicas palabras que querés leer y las únicas que quiero escribir: Te amaré toda la vida…”; “Me fui cuando dormías ocupándolo todo con tu piel y tu pelo. Sabía que me perdía tu despertar, vestida con ropa ligera, cantando entre las tostadas y el café con leche, tal una vana diosa…” se lee en algunos fragmentos de estas cartas, también presentes en formato telegrama: “Me voy antes de que vos me dejes. Stop. Antes de que quieras estar con otra. Stop. Nunca te entregaste, te lo di todo. Stop. Sé que no sos un hijo de puta. Stop…”.
Algunas escritas a mano, otras a máquina, esta correspondencia representa un compendio que se mece entre la pasión y la ridiculez, tal vez a tono con aquello que decía el poeta Fernando Pessoa de que “todas las cartas de amor son ridículas”, tan ridículas como “las criaturas que nunca escribieron cartas de amor”.
“El público puede leer y llevarse una de estas cartas, y a su vez, puede escribir su propia misiva (hay hojas y marcadores en la sala) y arrojarla sobre la cama”, invita Florencia Battiti.
Finalmente, la exposición se anima también al aspecto “astrológico” de “las casas”, a través de una instalación de Catalina León (“Lluvia astrológica”), que invita al público a interactuar en un espacio que funciona como una suerte de gabinete de conocimiento ligado a los signos del Zodíaco. La muestra se completa con obras de Diego Perrota, Irina Kirchuk, Miguel Rothschild y Marcela Sinclair.
“Hogar, dulce hogar” se podrá visitar en el Muntref – Museo de Artes Visuales sede Caseros, ubicado en Valentín Gómez 4838, provincia de Buenos Aires, hasta el 26 de agosto, de lunes a domingos de 11 a 20 con entrada gratuita.