Historias mínimas

Un documental sobre la vivienda, la extranjería, la subjetividad

El Centro Cultural de la Cooperación es la sede elegido para el estreno de “Construcción fija para habitación humana”, que se estrena hoy y se proyectará cada jueves de julio a las 21 en la sala de la Avenida Corrientes 543.

La directora mexicana vivió cinco años en un monoambiente del Abasto. Cinco años en un departamento de cuatro metros de lado en un edificio repleto de decenas de departamentos iguales. A partir de la vivencia y del trato con los vecinos filmó el documental, que surgió impulsado por su tesis de maestría (cursaba la de periodismo documental en la Untref) unida a su pasión por la arquitectura y su experiencia vital como migrante en Argentina.

Como sabe cualquiera que haya buscado departamento para alquilar, la experiencia pude ser algo muy cercano al horror. Casas cuenta que se encontró con “lugares inhóspitos, realmente oscuros, donde el ser humano terminaría en crisis por el espacio”. Y eso, hace la salvedad, de que consiguió una garantía de una amiga argentina que le ahorró el dolor de cabeza de caer en los carísimos departamentos para turistas extranjeros.

 

 

Una clave para sobrevivir a la estrecha geografía que le proponía el edificio, fue alargar si espacio vital, que ya no estaba circunscripto a su departamento, sino que ahora los pasillos, las escaleras de emergencia, el hall, eran parte de los recorrdios habituales y espacios a habitar por la directora. “Conocía la sala de máquinas del elevador, el estacionamiento, y me la pasaba ahí, hubo un montón de tomas que hice del edificio que quedaron fuera y tenían que ver con esos no-lugares dentro del edificio”.

Hay algo de fascinante en el planteo de Casas, en cómo los presenta y hace que el espectador se interese por sus vidas mientras, además, permite que arquitectos de distintos perfiles analicen las condiciones de vida del lugar. La directora presenta, sin apuro pero con buen pulso, una mirada a la construcción de las subjetividades de sus vecinos de edificio: un masajista, un diseñador gráfico, una señora que habla de la necesidad de planificar su muerte, el encargado, una joven que busca otro lugar para criar a su hijo, ella misma.

Casi ninguno de los habitantes piensa en el futuro, nadie se ve viviendo allí dentro de diez años, excepto el propio encargado. La mayoría de quienes abrieron sus puertas eran inquilinos, entonces eso refuerza la idea de que estaban de paso: “yo misma ya no vivo ahí”, advierte y aclara que “el documental no pretende decir quién vive bien y quién mal, porque todos vivimos dadas las circunstancias y nos vamos adecuando al espacio o lo adecuamos. Pero sí buscaba cuestionar algunas cosas, como la sobrepoblación”.

Contra la sugerencia de su director de tesis –y productor del documental– Alejandro Hartamann, Casas eligió enfocarse en la experiencia subjetiva del hábitat y no en el negocio inmobiliario, apenas mencionado por uno de sus entrevistados. Algunos de ellos trabajaban en el mismo monoambiente en el que vivían: “Un entrevistado decía que se dio cuenta que se hizo más sociable porque salía del departamento y buscaba más actividades afuera. Creo que el documental retrata eso.”

 

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