El 19 de septiembre de 2016, Patricia Perea pasó a la historia. En Córdoba, la periodista que 1979 criticó con dureza a Serú Girán (y en especial a Charly García), murió a los 56 años. Después de su reseña, el músico escribió la canción “Peperina” y abrió uno de los capítulos más controvertidos del rock nacional. A dos años del fallecimiento de Perea, el periodista Alberto Bacigaluppo, conductor de “Que no se Entere Mamá” (Sábados de 20 a 21 en La Once Diez – AM 1110), la recordó en Facebook con el siguiente texto:
“Patricia Perea, de chica, fue periodista de rock en una época en que no abundaban las mujeres que escribían sobre música. Y ese fue su gran pecado. Por favor, n…o nos dejemos atrapar por las trampas de la memoria, armándonos una fábula de ética épica y libertaria de la que el rock argentino careció (salvo honrosas excepciones) durante la Dictadura. El público era misógino, conservador y reaccionario. No era raro que se subiera una mujer al escenario, para que de inmediato algún barbón pelilargo le gritara “puta”. Esa cosa tan argentina, de falso hippie progre que se colgaba un símbolo de paz y luego le tiraba un monedazo a los músicos que tenían una propuesta artística que no les cerraba. Por eso no debe asombrarnos que, luego de una crítica dura a un show de Serú Girán en Córdoba, Charly usara todo su talento para caerle con fuerza. Y ahí compuso Peperina.”Te encargo quedar en la mira del Artista. Porque García nunca fue un tipo fácil. Su inmenso genio nunca logró aplacar esas manías de niño bien de clase media alta criado entre Caballito y Barrio Norte. Charly era despectivo con la gente del Interior. Más allá de que lo maquillara con su maravillosa ironía, sus comentarios sobre los provincianos en el show de Clics Modernos en el Luna Park sacaron a la luz todos sus prejuicios. Y ni hablar de cuando presentó Peperina, donde la acusaba a Patricia de merodear las habitaciones de los músicos para conseguir favores.”
“La historia de siempre. Un hombre coge y es un héroe del rock. Una chica lo hace, y es una trola. Y la canción que para muchos de nosotros fue una gloria y forma parte de nuestra banda de sonido adolescente, para Patricia fue un estigma. El camino a su licenciatura en filosofía, estuvo repleto de murmullos en los pasillos y en los claustros, donde por lo bajo alumnos y docentes comentaban que ella era la chica fácil que había inspirado el tema de Charly. Y como frutilla del postre, el regreso de Serú en el ’95 coincidió con el estreno de ese bodrio patético filmado por Raúl de la Torre al que ningún amante del cine se animaría a llamar película. De hecho, yo siempre la vi por partes. Nunca logré fumármela completa de un tirón. En parte por lo oportunista de la trama (traída de los pelos, sólo escrita para aprovechar la reunión de Serú) y sobre todo porque verla a Andrea del Boca actuando es el equivalente a estar encerrado en un sótano escuchando una cinta sinfín con la discografía de Arjona. De todos modos, tiene una escena memorable: cuando el actor venezolano Henry Zakka se toma una línea de merca y le pega como si se hubiera fumado un porro. Por eso, mis respetos a Patricia Perea, que murió ayer con apenas 56 años. Porque siendo casi una niña, se animó a criticar a uno de nuestros monstruos sagrados pagando, de paso, el precio: bancarse casi cuarenta años de miradas de mierda y prejuicios. Y en eso, mis queridos, hay más rock que en toda una masa sudorosa de gente agitando banderas y encendiendo bengalas. De paso: Peperina me sigue pareciendo un temazo en particular, y un bellísimo disco en general. Pero esa es otra historia.”
Fragmentos de la crítica en El expreso imaginario que desató el enojo de Charly García
“Por segunda vez en el año se presenta Serú Girán en Córdoba. Esta vez la cita se concertó el día 16 de noviembre en el Club Municipal.”
“Asistieron 2.600 personas cada una de las cuales pagó 7.000 $ para entrar. ¡Valió la pena? Rotundamente no. Participamos de un espectáculo decadente (Conste digo espectáculo y no concierto) en el cual García empleó más su cotizado tiempo en hacer híbridas cabriolas sobre el escenario que en usar sus teclados. Donde los temas “grasosos” fueron desprolijamente ejecutados y en más de una oportunidad interrumpidos y acortados. Las voces no se explotaron como en otras oportunidades: se escucharon turbias y desafinadas.”
“El clima general no fue festivo sino histérico y burlonesco (¿quién es el caradura que se anima a llamar alegría a semejante farsa?): el público, promedio general 15 años, me recordó a los fans de Sandro o cualquier otro “star”, consecuentemente se desenvolvió sin aportar nada a la realidad sensible: sólo se exaltaba poseído por su frenesí mítico en una postura exacerbadamente idólatra.”
“Si Charly, a lo largo de su carrera pretendió ser la Marilyn Monroe del rock versión masculina francamente les digo que en Córdoba ya la ha emulado”.
“Si lo que pretendió es hacer música y comprometerse con la denuncia implícita en La Grasa de las Capitales (o es sólo otro de los recursos lucrativos?) es mejor que comience a rebobinarse un poco a sí mismo ya lo que ‘está haciendo'”.
“Lo mejor, por no decir lo único musical, fue una zapada entre Moro y Pedro. También algunos punteos de Lebón. ¿El resto? Una serie de tics musicales, de nuevos temas interrumpidos continuamente por nostalgias muy trilladas (cuando Charly tocó Fabricante de mentiras un sector del público gritó: estamos en la generación del 80, García) de saltos, contorsiones y movimiento a la Presley por parte de García”.
“Síntesis: relajamiento e inconsistencia total, en fin…”.
“Patricia Perea”