Un museo exhibe el universo de Leonardo Favio, en un espacio que concentra más de 200 objetos que pertenecieron al gran cineasta argentino, su biblioteca entera, sus dibujos, latas de filmes y sus partituras están allí. También el ejemplar de “Botón Tolón” que le regaló Eva Perón cuando era un chico. La mayoría de los objetos, fueron aportados por sus hijos y pueden verse en una muestra dentro de la Escuela Municipal de Cine de Avellaneda.
El edificio donde funciona la Escuela de Cine municipal de Avellaneda es la sede donde recientemente se inauguró el Museo Leonardo Favio, que promete ser un viaje a la cosmogonía de uno de los grandes artistas populares argentinos del siglo XX: su amor a los pobres (su propio origen), su pasión por el peronismo, la conexión espiritual con las creencias musulmanas, sus gustos musicales y todo lo relacionado con su producción cinematográfica, todo emplazado en los distintos objetos pertenecientes al cineasta.
La curaduría especialmente diagramada y planificada para la muestra, estuvo a cargo del director del Centro Municipal de Arte de Avellaneda, Germán Termine quien estudió la obra del director de Juan Moreira y dispuso un espacio donde la presencia del artista fuera permanente en cada rincón. Nicolás y María, hijos del director, aportaron los cientos de objetos que tenía Favio en su casa y en su oficina en el barrio de Adrogué, y que habían estado amontonados en unas 200 cajas y bolsas desde el momento de su muerte, ocurrida el 5 de noviembre de 2012.
“Cada cajón que abrís es una sorpresa” declara Termine, fascinado como si entrara a la vida de Favio por primera vez. Fotos en las paredes, libros en las repisas, latas con los fílmicos, los cuadernos con anotaciones mentales y los guiones mecanografiados, las chucherías que juntaba el director e incluso cajones llenos de VHS con películas, discos y casetes. El Municipio de Avellaneda comenzó a trabajar en la clasificación y disposición de objetos en noviembre del año pasado e inauguró el museo el 28 de mayo, el día que el artista hubiera cumplido 79 años. Eligió un sector que estaba destinado para la administración de la escuela de cine, dentro de un edificio recuperado, que también se llama Leonardo Favio, y hace décadas había sido una usina eléctrica de Segba, en la calle 12 de Octubre, frontera entre las localidades de Avellaneda Centro y Dock Sud.
Nico Favio, uno de los hijos del artista, comenta a Infobae: “Me gusta todo lo que se hizo ahí. La gente ve la cama de mi papá y se da cuenta de la sencillez con la que vivía, el universo tan vasto y rico que tenía, los casetes de los discursos de Perón y Evita. Lo lindo es que ves entrar a la gente y se emociona, muchos chicos de 20 años que no sabían quién era mi papá y se enloquecen”
Para el curador Termine, una de las gemas del museo es el guión de la película “Papaíto piernas largas”, que Favio nunca llegó a filmar y que iba a tener música de Raúl Lavié. También figuran las partituras de sus canciones más célebres, como “Quiero aprender de memoria”, “Fuiste mía un verano” o “Ella… ella ya me olvidó”.
Poco antes de su final, Favio le contó a la directora Lucrecia Martel que las fotos que colgaban en su cuarto, donde está él de adolescente junto a sus amigos de la infancia, lo conectaban con su pasado durante sus insomnios. “Amigos, realmente amigos, fueron los de mi niñez”, le dice el artista. Ese espíritu nostálgico también está corporizado en el Museo, con las fotos y los dibujos que hacía él para recrear aquel pasado. También están los discos con sonidos de agua que compraba para escucharlos y pensar en la acequia mendocina de su niñez.
En este espacio los visitantes también pueden descubrir en su biblioteca, trasladada entera hasta Avellaneda, el universo que lo inspiraba. Si algo sabía Leonardo Favio era llegar al corazón del espectador. Era un artista popular en el sentido más estricto de la palabra. Sobran escenas que lo explican, como aquella en la que Gatica (a quien le gustaba que le dijeran “tigre” y no “mono” y por eso el género de la bata que diseñó Favio) se entrega finalmente a la expresión de su dolor, después de tantos golpes, cuando se le muere el perro.
“¿Cuándo se termina esa historia? Cuando el espectador la capta en su cabeza y en su corazón, porque si no, tenés un proyector y una pantalla y fotografías que se suceden, pero tu película existe recién a partir de la aparición del espectador. El que termina tu obra es el espectador en su cerebro, en cada uno de sus cerebros”, le dijo Favio a Martel.
Al visitar el Museo que lo honra, lo que está claro es que su obra no termina. Continúa en el corazón de los que van quedando vivos.
Direccion: Museo Leonardo Favio, 12 de Octubre 463, Avellaneda.