El escritor Polaco radicado en Argentina, menospreciado entre los grandes, incansable detector de lo bello en el detalle, lo despojado y lo citadino, escribió durante los años que habito nuestro país su “Diario” que acaba de ser publicado por primera vez en la tierra que lo vio nacer, y dela que se inspiró para escribirlo.
La editorial “El cuenco de plata” acaba de publicar por primera vez en la Argentina el libro “Diario” del escritor polaco Witold Gombrowicz cuyo contenido abarca historias y anécdotas entre los periodos del 1953 al 1969. A pesar de haber vivido 24 años en la Argentina, el escritor es aquí casi un desconocido: sólo lo leen intelectuales, críticos e investigadores académicos.
Una escena de la despedida de Argentina, cuenta que estaban él y sus amigos en el puerto, y pide que no le saquen más fotos.
—Basta ya de esa máquina infernal —dice—. Ahora seré yo el que haga una fotografía.
Y parado con las manos en los bolsillos, Witold Gombrowicz se dedica a mirar a cada uno de los amigos que fueron a despedirlo. Se concentra en las caras, en la de cada uno, como si quisiera congelar las expresiones en la memoria, o como si buscara sacar una máscara para ver en el fondo. Después los amigos se bajan del barco y escuchan desde lejos un grito, un mandato:
— ¡Maten a Borges!
Asi retornaba Gombrowicz al viejo continente, para no volver. Tampoco volvería a Polonia, su país natal, sino a Francia, donde se casa en 1966 con Rita Labrosse, treinta años más joven que él, muriendo el 24 de julio de 1969, antes de cumplir 65, a causa de una insuficiencia respiratoria.
Llegado a sur latinoamericano casi de casualidad, dado que llegó a bordo de un transatlántico polaco, invitado como periodista, a un viaje inaugural hasta Buenos Aires. El barco volvió a Europa pero él decidió quedarse: “Yo fui a Argentina por pura casualidad, sólo por dos semanas, y si por un azar del destino la guerra no hubiese estallado durante esas dos semanas, habría regresado a Polonia, aunque no voy a ocultar que cuando la suerte fue echada y Argentina se cerró de golpe sobre mí, fue como si por fin me oyera a mí mismo” comenta en su “Diario”.
En Argentina, su estadía duró casi veinticuatro años. En ese tiempo escribió la mayor parte de su obra y reinventó sus libros anteriores. Al primero, “Memorias del tiempo de la inmadurez”, de 1933, le cambió el nombre por “Bacacay”. Ese era el nombre de la calle en la que vivía en Flores: le parecía un nombre fantástico. Decidió traducir el segundo y quizá más famoso, entre sus desconocidos escritos: “Ferdydurke” con un grupo de jóvenes.
Según quienes leyeron “Diario” (por publicaciones extranjeras) escrito también aquí entre 1953 al 1969, se enfatiza que esa marginalidad a la cual el escritor abrazó siempre, era para los intelectuales, artistas y escritores polacos de su tiempo una herencia negativa que los impulsaba a querer imitar la cultura de Europa Occidental y a su vez los desviaba de su propia esencia y de su propia voz.
A Gombrowicz, sin embargo, esa marginalidad siquiera le incomodaba. Él más bien la asumía y defendía, lo que le permitió desentenderse de los cánones, de lo establecido, de las herencias y tradiciones de Occidente, para emprender su propio camino y su propia búsqueda. La marginalidad fue, entonces, su centro, su irreverencia, y una discusión recurrente que mantuvo con sus compatriotas, a quienes parecía no poder convencer de que dejaran de lado la reverencia que profesaban por el arte de Europa Occidental. Recordemos también, que en materia artística sea cual fuere la disciplina, Europa fue siempre la brújula a seguir, por lo cual es entendible que haya habido detractores de su escritura.
*El cuenco del plata, en su Biblioteca Gombrowicz, publicó, además de las obras citadas, las novelas Cosmos, Pornografía, El casamiento (obra de teatro). Para una lectura abarcadora de su obra, puede consultarse online el libro: El fantasma de Gombrowicz recorre la Argentina, recopilación de artículos presentados en el “I Congreso Internacional Witold Gombrowiz”, compilados por Nicolás Hochman.