Ricardo Piglia, en uno de sus ensayos, muy inteligentemente, hace una distinción en el mundo del relato: “existen dos clases de viajeros, o algo así, habla Piglia. La idea es esta. Uno de los viajeros es el que se repliega sobre sí mismo, bucea en sus profundidades psicológicas, describe sus procesos mentales con una pluma que hace literatura a cada instante.
Este narrador lo toma como por ejemplo un Proust, como para poner un digno representante del asunto. Después se encuentra el otro viajero y acá lo nombra a Conrad. Un escritor que tiene la necesidad de recorrer geografías, de buscar en el espacio físico las causas que construyen el relato. No hace falta un gran esfuerzo intelectual para acordarse de “Corazón de tinieblas” como para entender esto.
Bueno, yo creo que a partir de este axioma binario Dayub se encuentra colocado en un medio muy volátil y cargado de significaciones que apelan a sentimientos tan fuertes como la nostalgia y la necesidad del desafío físico por sobre un mundo que pretende quitar de un manotazo toda importancia a los rasgos que nos definen como hijos de una historia.
En este punto Dayub se convierte en un actor que no permite dejar en manos de otros la invención de retazos que fueron los que hicieron realidad eso que sucede en el escenario, su propia historia, quizá.Pensar así es muy fuerte. Porque el actor se está jugando una parte sensible e intimista de su prosapia.
El equilibrista, también, es un hecho absolutamente simbólico. Es un desafío de principios, de realidades, de posibles modos de vida. Porque no importa caerse, importa intentarlo una y otra vez hasta que se pueda manejar con cierta destreza corporal la cuestión de pendular buscando el centro para no irse al barranco.
¿Cómo logra esto? Primero hay que reconocer la versatilidad del actor. Aunque siempre se encuentra Dayub solo en el escenario, dialoga tan bien con sus antepasados y los encarna en forma maravillosa. Atomiza fragmentos fundamentales de sus vidas que elevan el sentimiento nostalgioso y algo tristongo a sus máximas posibilidades. Por otro lado hay una batería de dispositivos escénicos que permiten acompañar estas voces con un decorado preciso que va cambiando en un abrir y cerrar de ojos.
Quiero pensar que todos, en algún momento, perdemos el equilibrio, la cuestión es ir entendiendo hasta que punto queremos transar con la exposición al trauma, que en efecto, es inevitable.
Esas historias por separado y haciendo elipsis generosas, modulan un tono casi cinematográfico donde el tiempo se comprende como un refugio del narrador pensando en ejecutar cierta variedad mínima de recursos.
Por todo lo comentado de esta forma sucinta y apresurada, “El equilibrista”, aparece como otra obra de arte de Mauricio Dayub.
Dramaturgia: Patricio Abadi, Mariano Saba y Mauricio Dayub.Dirección: César Brie. Intérprete: Mauricio Dayub. Escenografía y vestuario: Gabriella Gerdellics. Luces: Ricardo Sica. Prensa: Caro Alfonso. Teatro: Chacarerean, Nicaragua 5565. Funciones: martes, a las 21.