La vida moderna produjo un cambio drástico en la forma en la que las personas se alimentan. Si hace un poco más de 50 años los alimentos se procesaban en cada casa, desde hace casi medio siglo la industria se ocupó de esa tarea. Pero ese cambio de hábitos no solo trajo a las mesas de cada familia a los comestibles procesados y ultraprocesados sino que modificó, también, la variedad de los alimentos que se incluyen en el menú de las personas. De esta forma, las harinas blancas y de trigo, los derivados de panificación (galletitas, panes, pastas, facturas), las carnes de vaca y de cerdo y los condimentos, entre otros alimentos, se impusieron en la dieta, frente a otros grupos de alimentos. Pero una de las consecuencias de esa dieta es lo que se conoce como acidosis: una anomalía en el nivel del pH corporal cuyos efectos resienten la calidad de vida de las personas.
Vulgarmente se llama dieta ácida a una alimentación rica en azúcares y harinas refinadas, mayores productores de lactato, fosfato y ácidos orgánicos que producen una acidosis en todo el cuerpo. Otros alimentos que también favorecen la aparición de esta afección son las harinas de arroz, los mariscos y chocolates. A su vez, según señaló la especialista en endrocrinología María Alejandra Rodríguez Zía, las bebidas ácidas como el alcohol en todas sus variables (vino, cerveza, bebidas blancas), los derivados pasteurizados como las leches descremadas, el café, el té común, el mate, algunas gaseosas, y las bebidas que contienen edulcorantes y aromatizantes. También las bebidas dietéticas, que tienen aspartanos y ciclamatos que son altamente acidificantes.
Si ingerimos predominantemente estos alimentos y bebidas, explica Rodríguez Zía, y carecemos de alimentos que producen su contracara (alcalinidad), favorecemos el crecimiento de bacterias en nuestro intestino, que se alimentan, se reproducen y generan más acidosis.
¿Cuál es el efecto de esta dieta en el cuerpo? Ante una dieta predominantemente ácida, es decir, en base a azúcares refinados, harinas refinadas, productos industrializados, gaseosas y productos en polvo para hacer jugos artificiales, hay mayores probabilidades de tener caries dentales, gastritis y aumento de ácido úrico, sobre todo en personas que comen carnes rojas.
Por otro lado, cuando se comen grandes cantidades en forma rutinaria de alimentos ácidos, esto disminuye el bicarbonato como elemento neutralizante en nuestra sangre y aumenta el ácido láctico. Esto puede llevar a producir calambres, dolores musculares y, con el tiempo, la disminución de la masa muscular.
Cuando los alimentos refinados no existían, la alimentación del hombre era a base de lo que aportaba la tierra. Es decir que comía frutas que podía recoger directamente de los árboles, vegetales que cultivaba, y carnes de animales que lograba cazar. Y las enfermedades que producen la mortalidad en un 70 por ciento de la población mundial son debidas en su gran mayoría a este cambio en la alimentación. Los hidratos de carbono refinados son los generadores de la obesidad, la diabetes, la aterosclerosis y muchas otras enfermedades.
Sin embargo, los cambios en nuestros hábitos alimentarios, aumentando la ingesta de verduras y frutas (especialmente crudas), seguidas de productos animales naturales como huevos, pescados y, en menor medida carnes, llevarían a una disminución drástica de estas enfermedades.
¿Cuáles son los alimentos que podrían incorporarse a la dieta para prevenir la acidosis y otras enfermedades? Algunos de ellos son los brócolis, las espinacas crudas, el perejil, apio, ajo, remolachas, higos negros, pasas de uva, avellanas, castañas, aceitunas, porotos, lentejas, paltas, cerezas, manzanas, dátiles, papayas, peras, zucchinis, zhauchas y tofu. Un gran alcalinizante es el limón, que además también es antioxidante.
Otros alimentos producen un medio alcalino intermedio (entre la alcalinidad y la acidosis) como los cereales integrales, los pescados, nueces, huevos, bananas, ciruelas, jengibre y arándanos.
El rol del estrés
El estrés genera un ambiente ácido en nuestro cuerpo, si tenemos ansiedad, depresión y/o insomnio, aumenta el cortisol que es la hormona del estrés. Esta hormona, de por sí genera la secreción de ácido clorhídrico de nuestro estómago y también es pro inflamatoria. Hasta tal punto el cortisol es inflamatorio en nuestro cerebro que puede llevar a la muerte neuronal. Por lo tanto, todo estrés también produce reacciones acidificantes en nuestro cuerpo y en parte, para tratarlo, hay que hacer cambios drásticos en la alimentación.
(Con la asesoría de María Alejandra Rodríguez Zía, médica clínica y endocrinóloga).