Un 26 de Junio pero hace doscientos años, Buenos Aires sería testigo del nacimiento de una mujer que le daría un impulso fundamental al movimiento feminista en la educación.
Juana Paula Manso de Noronha se desempeñó como traductora, escritora y periodista; pero donde más se destacó sin lugar a dudas fue en la educación. Se codeó con alguno de los nombres más importantes de la historia de nuestro país como José Mármol, Esteban Echeverría y Florencio Varela. Junto con ellos, Manso participaría entre los años 1837 y 1838 del Salón Literario de Marco Sastre.
Sus ideas, acordes al clima de época que emanaba de la Revolución Francesa y los grandes pensadores de aquel entonces, fueron fundamentales para el proyecto de educación nacional. A lo largo de su vida se comprometió con el proyecto ilustrado de la educación popular. Manso pasará a los anales de la historia como una iniciadoras del movimiento de educación.
Escribió varios libros, entre ellos poesía, y también manuales de estudio. En 1858 escribió una novela titulada “El manuscrito de mi madre”, que fue conservada por su hija Eulalia y posteriormente publicada.
En 1862 escribió “Los manuscritos de Alginato”, un libro de historia en donde Manso recurrió a un lenguaje sencillo y fácil de comprender. El manual fue recomendado por Bartlomé Mitre para que formara parte de la currícula básica.
Debido a su exilio en Uruguay y Brasil, sus ideas se extendieron más allá de las fronteras de nuestro país. Fundó varias revistas y escribió numerosos artículos en varios diarios.
Manso creía fervientemente en la educación como manera de “salvar la patria“. Además, fue una acérrima defensora de la educación mixta y de la igualdad de oportunidades.
Pionera feminista para su época, Manso creía que “el genio no tiene sexo“. A su vez, remarcó la importancia del “conocimiento verdadero de la misión de la mujer en la sociedad; es el goce de los derechos que el egoísmo del hombre le niega. También tiene un alma otorgada por Dios y el hombre le niega”
Sus ideas fueron resistidas por los conservadores y se la consideró una persona “sediciosa y subversiva”.
“Quiero probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo o un defecto, un crimen o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica“, afirmaba Manso. “La sociedad es el hombre: él solo ha escrito las leyes de los pueblos, sus códigos; por consiguiente, ha reservado toda la supremacía para sí; el círculo que traza en derredor de la mujer es estrecho inultrapasable, lo que en ella clasifica de crimen, en él lo atribuye a la debilidad humana; de manera que, aislada la mujer en medio de su propia familia, de aquella de que Dios la hizo parte integrante, segregada de todas las cuestiones vitales de la humanidad por considerarse la fracción más débil, son con todo obligadas a ser ellas las fuertes y ellos en punto a tentaciones, son la fragilidad individualizada en el hombre”
La excusa de su bicentenario sirve para traer a la luz a una mujer que, en un contexto sin lugar a dudas muy diferente al nuestro, luchó por la igualdad de las mujeres en la educación. Recordando que la lucha de una mujer hace 200 años, se cristaliza en derechos y conquista para todas.