Walter Jakob y el desafío de llevar la magia de “La guerra de los mundos” al Teatro Colón

Junto a Agustín Mendilaharzu, Jakob dirige el radioteatro realizado hace ocho décadas por Orson Welles; cómo fue llevar esta obra a la representación escénica.

Es una dupla aceitada la que forman Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu, ambos directores, dramaturgos y actores. Juntos llevaron adelante las obra “Los Talentos”, que tuvo cinco temporadas consecutivas en ElKafka Espacio Teatral, por la cual recibieron el Premio Trinidad Guevara al Mejor Autor 2010 y el Premio S 2010 a la labor teatral independiente. A los talentos le siguió La edad de oro, estrenada en el C.C. Rojas y luego, con pasos por El Extranjero y ElKafka. Por ella recibieron el Premio Teatro del Mundo a la Mejor Dirección 2012. El tercer trabajo en conjunto fue Velada Fantômas, de Robert Desnos, un espectáculo musical producido por el Centro Experimental del Teatro Colón (CETC) en 2014, y Capitán, que pudo verse en Timbre 4.

Ahora Jakob y Mendilaharzu se encuentran en un nuevo proyecto: como directores de escena, llevan al escenario del Teatro Colón, de la mano del CETC, la emisión radiofónica “La guerra de los mundos”, el radioteatro dirigido y protagonizado por Orson Welles en 1938, famoso por la reacción que generó en miles de estadounidenses que entraron en pánico ante lo que creyeron era una invasión extraterrestre.

En diálogo con Diario Vivo, Jakob cuenta que tanto para él como para su “compañero de fórmula” la obra de Welles era bien conocida. “Habíamos también leído la novela de H. G. Wells en nuestro adolescencia, y nos había gustado muchísimo. Y los dos, tanto Agustín como yo, estudiamos cine y Orson Welles tiene un lugar de importancia en nuestras vidas”, explica.

-¿Cómo fue llevar un texto que prescindía de la imagen al escenario? ¿Era un desafío?
-Nosotros ya teníamos una experiencia convirtiendo en material escénico algo que había sido pensado originalmente para la radio, que fue hace unos años cuando hicimos Velada Fantomas, también en el CETC. Era un radioteatro escrito por Robert Desnos, un poeta francés, del grupo de los surrealistas y fue una experiencia buenísima, en la que tuvimos que intervenir el material, pensarlo, hacer una cantidad de maniobras para convertir ese texto en un material escénico. Entonces cuando vino esta propuesta, que fue de Miguel Galperín, el director del CETC, dijimos que sí inmediatamente, antes de ver cuál sería la complejidad. Después lo que resultó analizando el texto, escuchando el radioteatro que esta en YouTube, vimos que la construcción dramatúrgica del material era muy, muy buena y era algo que se podía sostener muy bien. Lo que sí observamos es que esta obra que es más famosa por la repercusión que tuvo que por la obra en sí -todo el mundo sabe qué es lo que pasó y pocos conocen la obra-;y observamos que tenía dos momentos muy claramente diferenciados. Un primer momento que es el del falso noticiero, donde desde una radio va contando lo que pasa, la invasión de los marcianos, desde estudios , y al mismo tiempo con móviles en las distintas locaciones. Entonces toda la primera parte es un falso noticiero mientras que la segunda parte es un relato de un sobreviviente de la invasión. Entonces en el planteo mismo de Orson Welles y la elaboración que hizo Welles con Howard E. Koch, que es el guionista del radioteatro, ya había un cambio de lenguaje muy muy grande pasada las tres cuartas partes de la obra y ahí fue el gran desafió nuestro. Cómo articular ese camino del lenguaje narrativo en una forma escénica. Ahí lo lindo fue que de algún modo armar dos obras. Una primera obra que es con los locutores con los micrófonos haciendo las noticias y con los músicos haciendo foley alrededor, generando efecto de sonido y acompañando. Y una segunda parte más operística, donde hay una apoyatura escenográfica, empieza un relato que tiene un score cinematográfico detrás. Hay toda una banda musical de sonido compuesta para esto, cosas que no están en la obra de Welles.

La guerra de los mundos, primera versión de Radioteatro Experimental del CETC (Foto: Prensa Teatro Colón – Máximo Parpagnoli).

-¿Había antecedentes de este radioteatro llevado a un escenario?
-Hay gente que ya lo hizo, de hecho si uno busca en YouTube son varias las versiones que se pueden ver de escenificaciones del radioteatro. Nosotros no hemos visto muchas, vimos un par para no contaminarnos. Trabajamos con la referencia del original y ya. Después espiamos un par más. Pero generalmente lo que veíamos fue gente arriba de un escenario con micrófonos haciendo el radioteatro pero sin una preocupación por la imagen o lo escénico, sino más bien tratando de de reconstruir del modo más fiel, palabra por palabra, todo lo que fue dicho en la obra de Welles. De hecho en las versiones que vimos hay un actor por cada intérprete que hubo en el original de Welles. Por ejemplo todas las voces que hay en el original las hacen solo tres actores en nuestra versión. O sea que hemos hecho una cantidad de maniobras de adaptación. Digamos que por el hecho quizá de que somos directores de teatro hay una preocupación formal en la imagen y en el espacio que en las otras versiones que vimos en YouTube no había.

-¿Que no haya antecedentes de llevar de esta forma el radioteatro a una representación escénica les dio cierta libertad a la hora de hacer la adaptación?
-Siempre pensamos que íbamos a tener una enorme libertad, de hecho en la obra anterior que hicimos, Veladas Fantomas intervinimos mucho para sacarle jugo al material. En este caso nuestro criterio era hacer lo mismo si hacía falta y la verdad es que hizo mucho menos falta de lo que creíamos porque el material es muy, muy bueno. Es una versión que da cuenta creo yo del original. O sea, si la gente compara una versión y la otra va a ver que en términos textuales están muy cerca. Nosotros hicimos la traducción y algunas cuestiones de la novelas que considerábamos que eran muy lindas, que estaban buenas y que era una pena perderse las incluimos. Pero son muy pocas esas cosas. Por ejemplo, en la acción que transcurre en la granja Grovers-Mill, que es donde cayó el primer cilindro de los marcianos, donde se concentra toda la gente a ver qué está pasando, hay un momento en el que el periodista le hace una entrevista al dueño de la granja y todos los textos que dice el dueño de la granja, que son interpretados por Agustín Mendilaharzu, director de la obra, los modificamos bastante y recuperamos mucho de lo que está en la novela sobre este personaje, que nos parecía muy bueno y que a la versión de Koch y Welles se le escapaba. Ahi esta el cambio más sustancial, que es un momento breve de dos minutos de obra. En algún otro lado tocamos alguna que otra cosita para generar más claridad, pero seguimos muy de cerca el original.

Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob, los directores de la obra.

 

-¿Por qué eligieron que la música tenga un rol tan protagonista?
-Por ahí es un prejuicio puro de estar siendo programado por el Centro de Experimentación del Teatro Colón, que nos orientó a pensar musicalmente. Como el Teatro Colón es la gran casa de música de la ciudad, si uno va a hacer algo en el Teatro Colón es imposible, al menos para nosotros, imaginarlo sin una pata musical fuerte. Nosotros recurrimos a uno de nuestros viejos compinches, que es Gabriel Chwojnik, una persona que ha trabajado mucho en composición de música para películas, que es su especialidad, que también ha hecho otras obras de teatro con nosotros. Pensamos que era la persona idónea para el trabajo y creemos que lo es. Así que le quisimos dar despliegue. La música realmente nos facilitó el todo lo que es la segunda parte de la obra, que es establecer el nuevo lenguaje en el cual nos vamos a manejar, en la parte que tal vez más nos despegamos de la obra original por justamente este tratamiento musical, que es como un score que se va desarrollando detrás de la voz del narrador. Como si fuera una voz en off de una película. Hay una cantidad de efectos de la música que va acompañando la narración, subrayando determinadas cosas, acentuando, frenando, generando suspenso, intriga; cuando la narración resuelve, la música se libera.

-Habían comentado que el presupuesto para este proyecto era más bien reducido. ¿Ustedes en un principio contaban con eso o se enteraron sobre la marcha y tuvieron que cambiar los planes?
-No, la propuesta del CETC fue muy clara desde el primer momento. Sabíamos cuál era el presupuesto que iba a ver, QUE era muy reducido, entonces lo que planteamos fue un esquema de coproducción entre el CETC y nuestra compañía (Los Mundos), que conformamos para poder hacer esta obra. Es así como figura el espectáculo en todos lados. Miguel Galperín es quien tuvo la idea original de que nosotros hiciéramos esto, y al mismo tiempo la producción corre por cuenta de los dos, que nos pareció que era lo más sensato, dado al presupuesto que íbamos a manejar.

Horacio Banega, Juan Barberini y Agustín Mendilaharzu, el elenco de La guerra de los mundos (Foto: Prensa Teatro Colón – Máximo Parpagnoli).


-Dos semanas de funciones parece ser un tiempo corto de exhibición de una obra. Incluso a veces se dice que las obras van tomando forma a medida que se van haciendo, día tras día. ¿Hay posibilidad de que se reponga o se haga en otro lugar?

-Hay que pensar lo siguiente: este un material que el CETC nos invita a hacer y la verdad es que le da un marco al material super interesante. Es medio difícil que Agustín y a mi estando por las nuestras,yendo a un teatro independiente, se nos ocurra hacer este proyecto. Parece más un proyecto que realmente surge del encuentro entre la institución y nosotros. Este tipo de espacio, que es un espacio que trabaja pensando mas en la música, suele programar de este modo. Las obras en general hacen cinco funciones. En nuestro caso diez funciones son muchas funciones, es algo completamente inusual para lo que es el Centro de Experimentación del Teatro Colón. Al mismo tiempo nosotros estamos acostumbrados a durar mucho con nuestras obras, Los Talentos la hicimos cinco años, La Edad de Oro la hicimos seis años. Ahora se terminó Capitán, que la hicimos cuatro años, o sea, estamos acostumbrados a recorrer los materiales. Sí, es poquísimo diez funciones, pero bueno, también es cierto que es un material que por las nuestras, con los instrumentos que provee el teatro, la escenografía, con todo lo que hay, sería mucho más difícil sostenerlo por fuera. Así que uno acepta esa condición. Cuando terminemos seguramente habrá una reunión y nos miraremos las caras y analizaremos si es factible ir a otro lugar. Con Veladas Fantomas pudimos hacerlo, hicimos funciones en el Colon, y después tuvimos un estreno en Hasta Trilce, pero hubo que encontrarle la manera, no es tan sencillo. Y además este material paga derechos a los herederos de Koch. Por cada función que se hace se tiene que pagar los derechos, que no es mucho dinero, para una institución como el Teatro Colón no es nada, pero para una compañía independiente se te van ahí unas cuantas butacas, así que eso también es una cuestión.

-¿Sienten que están haciendo una obra con una temática ligada a la ciencia ficción y distinta a lo que habitualmente se puede encontrar en las propuestas que hay en la ciudad?
-Curiosamente nuestro diseñador de luces, Eduardo Pérez Winter, está haciendo una obra que se llama Sputnilk y es pura ciencia ficción. Transcurre dentro del Sputnik y son dos astronautas que llevan la acción, eso es curioso. Pero sí, seguro, esto es teatro catástrofe, es la invasión marciana en la destrucción de Estados Unidos y Nueva York y después los sobrevivientes. Si, es algo totalmente inusual. Al mismo tiempo, por ahí la gente nunca escuchó la obra, pero todos saben las repercusiones que tuvo. La gente de algún modo está familiarizada con el proyecto, a todo el mundo le suena La Guerra de los Mundos, el radioteatro que hizo Orson Welles. Entonces por un lado eso es un gancho, la gente sabe más o menos de que le hablan, y al mismo tiempo es material muy especial y realmente no se parece a nada.

 

(Próximas y últimas funciones: miércoles 3, jueves 4, viernes 5 y sábado 6 de julio a las 20 y domingo 7 a las 17).