Los jóvenes lideran los consumos culturales en casi todos los sectores, sobre todo el de música, y son los más digitalizados, según los datos que arrojó un informe de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales del Sistema de Información Cultural de la Argentina (Sinca), que evaluó el comportamiento de chicos y chicas de entre 13 y 24 años.
La información que aportan los datos tomados en 2017 por el organismo dependiente de la cartera de Cultura de la Nación, refleja algunos cambios contundentes respecto de la encuesta anterior de 2013, sobre todo en prácticas digitales, como la irrupción de dispositivos móviles y la universalización de internet (un 96 por ciento).
Según los datos oficiales, el 90 por ciento de la población tiene teléfono celular y el 75 por ciento lo utiliza como una terminal para acceder a la cultura: escucha música, ve películas y series, lee y juega videojuegos.
En el ranking de actividades culturales que suponen salir del hogar e invertir un dinero extra, los más elegidos son los espectáculos de música en vivo (28, 4 por ciento), el cine (51 por ciento) y los espacios de baile (64 por ciento), mientras que el porcentaje desciende cuando se trata de asistencia a teatros y museos.
“Con toda esta información es mucho más fácil diseñar proyectos que respondan a sus intereses específicos y nos brinda una oportunidad para captar otros temas que podrían ser para ellos menos atractivos pero no menos importantes”, dijo Andrés Gribnicow, secretario de Cultura y Creatividad, en declaraciones a Télam.
La encuesta señala además que los jóvenes son el grupo etario que menos asiste al teatro y en esa escala, aunque la diferencia por nivel socio económico es pareja, hay un consumo mayor entre los sectores medios.
En palabras del coordinador del Sinca, Gerardo Sánchez, “hay una serie de consumos que, a raíz de la incorporación del celular y cambios en la forma de vivir, salen perjudicados, sobre todo museos y teatros, que implica 100 por ciento de atención, un traslado, también un prejuicio”.
En cuanto a lectura, que supone libros, diarios, noticias, blogs y portales, los indicadores reflejan una modalidad de consumo ágil y con prevalencia de contenidos breves, y ahí la balanza se inclina hacia las redes sociales en detrimento de los libros.
Sin embargo, el 62 por ciento de los jóvenes leyó al menos un libro durante 2017, aunque por nivel socio económico la cifra sube a un 80 por ciento en los más ricos y baja a un 48 por ciento en sectores populares. Una de las explicaciones para que el 62 por ciento de los jóvenes haya leído al menos un libro está vinculado naturalmente a un grupo etario asociado a la escolarización formal en
todos sus niveles.
Las estadísticas de ISBN completan el panorama acerca de quiénes son los principales lectores de libros -a diferencia de los adultos que representan el 41 por ciento, y dentro de ellos, los adultos mayores un 28 por ciento-, ya que de los datos de producción en cantidad de tirada de libros dirigidos a literatura infantil y juvenil, y de enseñanza representan más del 50 por ciento; por lo tanto los jóvenes son fundamentales para el sector editorial.
“Creció muchísimo la lectura en celular, pero no la de libros. En este modelo, la lectura de libros sale perjudicada, incluso bajó en aquellos que leen, porque la competencia no es uno a uno entre el libro papel y libro digital, la competencia es por tiempo y ahí las redes sociales son las grandes competidoras”, diagnosticó el coordinador del Sinca.
El dato a destacar es que a la hora de informarse por otros medios, como mediante artículos y noticias disponibles en redes sociales o que circulan por WhatsApp, los jóvenes son el grupo con mayor protagonismo. Entre los jóvenes lectores de diarios, el 54 por ciento se informa, precisamente, a través de diarios y casi el 30 por ciento, vía lectura de noticias en redes sociales o por WhatsApp.
En esta disputa por el tiempo, la televisión fue de las que menos perdió: las cifras indican que durante 2017 los jóvenes la consumieron en la misma proporción que en 2013, y con niveles apenas más bajos que los adultos mayores.
(Con información de Télam)