Tarascones

Hay cierto placer en el runrún de un comentario teatrero acertado. “Tenes que ver Tarascones”: se escucha bastante seguido, como un murmullo enfático, una afirmación total, casi imperativa, como si no hubiera opción al no. Lo lindo es descubrir que la recomendación valió la pena y pasar a ser un militante más del tenes que ir a verla.

Es que asistir a una obra de Gonzalo Demaría es un lujo y a la vez una necesidad. Nesecitas ver qué propone uno de los dramaturgos más prolíferos y destacados de la actualidad. Necesitas entrar por un ratito al mundo lingüístico que despliega, a la complejidad mental con pretensión cero, llevada al llano, a lo popu. Es que el rasgo más interesante de Demaría es ver cómo gambetea entre la falsa erudición y las voces populares: dos elementos claves y fundacionales en la historia de nuestra narrativa. Eso, la hace un lujo.

La advertencia preliminar y el caballito de batalla de Tarascones es – sin dudas- el verso. Todo el texto está en verso. Una propuesta donde la rima es protagónica. Es desde allí, desde un lenguaje pormenorizado, desde una comicidad consecuente al poder de la ocurrencia, desde “una risa como celebración a la creatividad” – como diría Kartún- es allí desde donde cuatro actrices descomunales tejen en tono paródico y satírico las andanzas de cuatro mujeres envueltas en una situación criminalística. Cuatro mujeres estupendas, de dinero, alcurnia y de cierto contenido fascista. Zulma, Martita, Estelita y Raquel. Reunidas para jugar a la canasta y tomar el té con masas finas. Toda la erudición del verso- que dio vida a obras de Moliere o de Shakespeare- encerrada ahora en un departamento de recoleta. Estamos frente a una “épica del disparate” dice el propio autor. Lo disparatado está en lo contradictorio. Personajes convencionales poseídos por un lenguaje que las excede. Un lenguaje anacrónico, estilístico y provocador.

Y acá entra en juego el trabajo actoral. Paola Barrientos, Alejandra Flechner, Eugenia Guerty y Susana Pampín merecen un capítulo aparte. El trabajo actoral en los modismos y las voces de los personajes esta logrado con una ingeniera interna impecable. La falsa finura en levantar el meñique para tomar el té. Chupetones a cada uno de los dedos para limpiarse el merengue de las masas finas. La disposición espacial: islas de muebles ornamentados e inútiles – Cecilia Zuvialde recrea con ojo crítico la escenografía del poder y la ostentación. La sofisticación como burbuja. La siempre necesaria línea divisoria entre lo chic y lo marginal. Todo está pensado para que el espectador se sumerja en ese mundo de frivolidades y hermetismos absurdos.

El desafío de encarar un texto entre lo llano y lo elevado, entre la burla y la crítica sagaz, lo superan con creces. Con soltura y maestría, dan corporalidad a estas cuatro amigas, a sus formas de auto percibirse y – sobre todo- a las formas en que perciben al mundo. Al mundo en general, y al servicio de limpieza en particular: “muqui, negra, nativa…” la lista para denostar sigue y el verseo da rienda suelta a la exposición de los típicos prejuicios y comentarios oligárquicos. La historia gira en torno a un crimen y ante la culpabilidad inevitable que recae sobre la mucama. La mucama: el personaje faltante, el motor del rechazo, el contrapunto invisible, ese componente tan bárbaro que no aparece nunca, pero que constantemente se asoma desde debajo de la alfombra. Cuatro personajes que, en definitiva, viven vidas tristes y acotadas, demostrando una vez más que- como diría Woody Allen- la comedia es tragedia más tiempo. Y el tiempo lo dominan con maestría: ritmo incesante, timing perfecto. Cuatro bestias del hacer reír.

Ciro Zorzoli es quien afina la orquesta. Pone las energías a tono y a ritmo y a fin de cuentas hace un trabajo de dirección exquisito. Trabajo para nada fácil: si bien las cartas son muy buenas, hay que ver cómo combinarlas. Y Zorzoli logró unir lo épico del texto con el timing de las actuaciones y la poética de la puesta, creando una sensación que coquetea con la critica sagaz y lo ridículo. Ah, y también generado la inevitabilidad de salir a recomendarla a diestra y siniestra.

Ficha técnica:
Actores: Eugenia Guerty, Alejandra Flechner, Paola Barrientos, Susana Pampín.
Dirección: Ciro Zorzoli.
Autor: Gonzalo Demaría.
Música: Marcelo Katz.
Escenografía: Cecilia Zuvialde.
Iluminación: Eli Sirlin.
Vestuario: Magda Banach.
Duración: 60 minutos. Sábados: 20 horas. / Domingo: 19 horas.
Teatro El Picadero

Podes ver las funciones y mas info en Pasalobien.com

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