En el fondo del mar patagónico argentino se ocultan historias humanas y testimonios de una época que valía la pena rescatar. La serie documental más completa sobre los principales naufragios en esas aguas, desde la corbeta británica Swift en 1770 hasta el entonces velero más grande del mundo, ahora puede verse en la serie documental, “Naufragios en la Patagonia”.
La producción, de ocho episodios, puede mirarse a través del sitio del Canal Encuentro, la plataforma Cont.ar y YouTube. El documental incluye testimonios de personajes de la comunidad local y de varios especialistas, entre ellos tres investigadores: la arqueóloga Mónica Grosso; el arquitecto Cristian Murray, especializado en construcción naval antigua; y la bióloga marina y expedicionaria Eloisa Berrier. Sus declaraciones se entrecruzan con modelos 3D originales de cada naufragio e imágenes en el fondo marino filmadas en condiciones climáticas muy complejas.
“Realizar este documental fue una experiencia extraordinaria”, señaló a la Agencia CyTA-Leloir el director y productor Uriel Sokolowicz Porta, de Antártica Films y Aleph Media. Y agrega: “A nivel profesional no hay nada que pueda equiparar el sentirse un explorador de un barco: cada metro que uno avanza es pura incertidumbre y un gran misterio”.
“Se utilizaron recursos tecnológicos como imágenes de sonar de barrido lateral, ecosondas, drones y cámaras submarinas 4K, junto con valioso material de archivo y documentación histórica inédita sobre los naufragios y la historia marítima de la región”, explicó Sokolowicz. Y agregó: “Nos preocupamos de contar una historia amena, dinámica y con un relato humano sin perder el rigor científico a la hora de describir el trabajo de los investigadores”.
El documental aborda las historias de la corbeta Swift (1770) cuyos restos fueron descubiertos por dos buzos frente a Puerto Deseado más de dos siglos después; la goleta Emma (1947), que en 1916 tomó notoriedad al ser rentada por el explorador antártico Ernest Shackleton para intentar rescatar a los miembros de su expedición que habían quedado varados en las islas Shetland del Sur; el buque pesquero Folias (1980), cuyo casco es un hito inconfundible del paisaje costero patagónico; la barca de cinco mástiles Flora (1925) que cuando se construyó fue el velero más grande del mundo y rompió varios récords de velocidad; el vapor Magallanes (1887), que trasladaba víveres vitales para las poblaciones patagónicas y cuya pérdida tuvo un fuerte impacto económico y humano; el vapor Villarino (1899), que repatrió desde Francia los restos del General San Martín; y un enigmático navío en Punta Cuevas, Puerto Madryn, cuya identidad aún está por develarse.
“La serie permite dar a conocer diversos aspectos de la investigación de sitios arqueológicos de naufragio”, afirma Grosso, quien integra el Programa de Arqueología Subacuática (PROAS) del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación (PROAS-INAPL).
Murray, quien también es investigador del PROAS-INAPL y buzo profesional científico, indicó que en las investigaciones que realizan en los naufragios busca obtener información sobre diversos aspectos del diseño, construcción y uso de las embarcaciones. “Por ejemplo, nos interesa conocer qué tipo de materiales se utilizaron, cómo resolvieron la unión de las diferentes partes, cómo fue la secuencia de montaje, qué herramientas usaron, cómo repararon daños o realizaron modificaciones”, puntualizó. Y añadió: “Nuestros estudios contribuyen a completar el conocimiento sobre las formas en las que las sociedades del pasado se relacionaban con el mar”.
Para Berrier, que ha guiado expediciones en distintos destinos de la Patagonia y el mundo, “cada naufragio es interesante desde el punto de vista de la biología, es decir de la vida que se genera en él y de las especies que colonizaron sus restos”. “Ya en las primeras inmersiones, observamos una densidad y tamaño de tunicados (animales marinos invertebrados) que nos llamó poderosamente la atención y que cubren gran parte de los restos de barcos estudiados”.
Grosso quiso participar en el documental “porque la difusión de lo que hacen los investigadores es clave: el por qué y para qué de nuestro trabajo. Por otra parte, el documental enseña que si una persona que camina por una playa o está buceando se encuentra con restos antiguos, debe saber que es importante que no sean alterados y permanezcan en el lugar en donde fueron hallados”. “No solo el objeto en sí mismo es importante”, añadió. “Tal como el detective que estudia la escena del crimen, hay un número de claves y pistas que el arqueólogo va identificando para reconstruir este pasado”.
(Agencia CyTA)