Frente a la tentación de comer algo dulce, “¿quién le puede decir que no a las frutillas?”, pregunta la actriz Jessica Alba. Pero el delicioso fruto rojo no solo cautiva los sentidos, sino que promueve la salud. En un flamante estudio, investigadores de Santa Fe lograron identificar condiciones óptimas de almacenamiento que podrían aumentar sus beneficios terapéuticos, incluyendo efectos antioxidantes, antiinflamatorios y cicatrizantes.
El nuevo estudio fue publicado en la revista “Food Science and Nutrition”. Cuando los científicos almacenaron frutillas en una atmósfera enriquecida en oxígeno y dióxido de carbono, no solo prolongaron su vida útil, sino que también “se logró mejorar su capacidad promotora de la cicatrización”, según indicó el doctor Franco Van de Velde, investigador del Instituto de Tecnología de Alimentos (ITA) que depende de la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), en Santa Fe.
En un trabajo previo, Van de Velde y colegas comprobaron que las frutillas almacenadas en atmósferas altas en oxígeno y dióxido de carbono mantuvieron su calidad microbiológica y sensorial por hasta 20 días. “Además, observamos que se producía una acumulación importante de compuestos fenólicos”, indicó el también investigador del CONICET y profesor de la UNL.
Ahora, los científicos almacenaron frutillas frescas (Fragaria ananassa Duch. variedad ‘Camino Real) durante 20 días a 5ºC, expuestas a concentraciones elevadas de oxígeno y dióxido de carbono. Y constataron que esas condiciones incrementaron su actividad antioxidante. “Estas condiciones atmosféricas ocasionan un efecto de estrés abiótico sobre el metabolismo secundario de las frutillas que, para defenderse, producen una mayor síntesis de compuestos fenólicos (metabolitos con distintos beneficios para la salud)”, explicó el científico santafesino.
En otra etapa del estudio, los investigadores documentaron en el laboratorio efectos terapéuticos de las frutillas. Aplicaron extractos en un cultivo in vitro de fibroblastos de piel humana y vieron que aumentaba su proliferación y migración, lo que sugiere una acción cicatrizante. Además, realizaron experimentos en cultivos celulares de roedores y comprobaron que los compuestos fenólicos de las frutillas logran suprimir genes proinflamatorios.
El almacenamiento postcosecha de frutillas “en este tipo de atmósferas especiales podría ser una alternativa prometedora para extender su vida útil y ofrecer frutas con un potencial bioactivo mejorado”, afirmó Van de Velde. Y agregó: “No obstante todavía hay un camino que recorrer para poder transferir esta tecnología al sector productivo”.
Del avance también participaron María Paula Méndez‐Galarraga, del ITA y del CONICET; María Élida Pirovani, del ITA; y Mary Ann Lila, Debora Esposito, John Overall y Mary Grace del Plant for Human Health Institute de la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos.
(Agencia CyTA-Fundación Leloir)