La exposición monográfica de Norah Borges (1901-1998), que desde ayer exhibe más de 200 pinturas, dibujos y grabados en el Museo Nacional de Bellas Artes, repone por primera vez la trayectoria y vida de la artista que se mantuvo por fuera del canon de la historia del arte, pero en cuya obra se plasman los vínculos con las vanguardias del siglo XX.
Con piezas que provienen de casi una treintena de colecciones, “Norah Borges. Una mujer de vanguardia” recorre en el pabellón de muestras temporarias del museo distintas épocas de la producción de la artista, como sus singulares retratos de figuras infantes y adolescentes, sus pinturas de quintas, los primeros grabados, acuarelas entre ingenuas y mágicas e ilustraciones que hizo para revistas y libros.
Más que una retrospectiva, la exposición tiene un tono monográfico, por lo que además de sus pinturas, dibujos y grabados (linóleos, xilografías) se exhiben documentos, cartas y fotografías de su archivo personal, como imágenes que inauguran el recorrido en la entrada de la muestra o la vitrina con recuerdos de infancia que contiene un librito dedicado a su abuela.
“Norah Borges es una artista muy poco representada en museos públicos argentinos”, dijo Sergio Baur, curador de la exposición y uno de lo mayores especialistas de la artista nacida con el nombre Leonor Fanny Borges Acevedo, que junto a su hermano Jorge Luis y luego junto a su esposo, el poeta y editor español Guillermo de Torre, formó parte de las vanguardias de Argentina y de España del siglo XX.
Una de las salas se concentra en el vínculo con las corrientes que salteaban página de los modelos de su época, como el altruismo, un movimiento más literario que artístico del que Norah formó parte con su hermano, a quien ilustró muchos de sus poemas de aquella época y con quien, también, lanzó dos números de “Prima. Revista Mural”, otra declaración de esa corriente de los años 20.
Para el curador, ella “constituye una rara excepción dentro de la historia del arte argentino, debido a que su presencia en las décadas de auge de las vanguardias internacionales le permitió acompañar a personajes de la relevancia de Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Gabriela Mistral, a los jóvenes poetas de la renovación de España y Argentina, y establecer un diálogo plástico con los movimientos artísticos de esos años”.
Como no era una artista solitaria “sino vinculada a su movimiento”, en palabras de Baur, la sala dedicada a su perfil de principios de siglo exhibe dibujos de María Clemencia López Bombo y de Xul Solar, acompañados por elementos personales que atestiguan el vínculo con Norah Borges, como donde se ve a las dos artistas sentadas sobre una fuente de agua.
También pintó mapas y cartografió lugares, y en ellos, para el curador, “siempre hay un juego con la ingenuidad que parece reforzado con su sentido de la estética”. De ahí, una linda postal es el mapa de Asia que pintó para Victoria Ocampo y que la escritora y fundadora de Sur (la revista que la artista ilustró desde su primer número) guardó en su despacho.
Lugar central tienen sus pinturas: allí aparecen en una gama de verdes quintas y patios, así como retratos que se caracterizan por tener personajes que son niños y adolescentes. “En sus pinturas la figura humana es aniñada -explica Baur-, decía que los niños son los que llevan la felicidad y que sus cuadros debían dar felicidad”.
Como refleja esta muestra, a través de apuntes y de lecturas de su biblioteca, la artista estaba pendiente de la historia del arte. Formada y leída en la materia, tuvo una faceta como crítica en la revista Los anales de Buenos, con el seudónimo Manuel Pinedo. La muestra exhibe algunos fragmentos acompañados por las obras aludidas, textos que, más que una crítica, deslizan un manifiesto de principios.
Capítulo aparte es tal vez su faceta más conocida, la ilustración de libros. Dos salas reúnen en vitrinas, ejemplares ilustrados por ella: desde el primero, “Fervor de Buenos Aires”, de su hermano; hasta dos ediciones de “Platero y yo”, de Jiménez (una de los años 40 y otra, en clave pop, de los 70); pasando por Silvina Ocampo, Beatriz Guido, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares y Nora Lange.
Por su infancia, por Sur, por el ultraísmo, la figura del autor de “El Aleph” sobrevuela aunque no quita peso a la verdadera protagonista de la exposición, e incluye una gigantografía del escritor que fue intervenida con un cuadro de la artista, “La anunciación”.
A la “sombra de su hermano y de su marido”, como señaló Baur, Norah Borges sin embargo ocupa un lugar de vanguardia como sus compañeros de la década del 20.
“Norah Borges. Una mujer en la vanguardia” se podrá visitar hasta el 1 de marzo, con entrada gratuita, tras la suspensión del cobro de entrada al pabellón temporal del museo, que rige desde esta inauguración.
(Télam)