Cualquiera que haya sido parte en algún aspecto de la vida de Jorge Luis Borges, seguramente quedará en segundo plano. Lo cierto, es que el caso de Leonor Fanny Borges, o Norah, como decidió desde pequeño llamarla su hermano mayor, nunca compitió en ese aspecto por jugar una carrera paralela. Ella optó por el arte plástico, aunque tuviera sus incursiones en el mundo de la escritura, para lograr ser por su cuenta una artista formada y reconocida, ya no por ser la hermana de, sino por trayecto propio.
Hasta el 30 de septiembre, se podrá visitar en el espacio de arte de Carlos María Pinasco (Quintana 125), 13 cuadros de la artista visual fallecida en 1998 a sus 97 años, cuya obra trascendió los lienzos para realizar por ejemplo, portadas e ilustraciones para libros entre los que se incluyen los de su hermano, pero también los de Silvina y Victoria Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Norah Lange y Julio Cortázar, entre otros.
Nacida en Buenos Aires en 1901, la vida de Norah fue intensa y fructífera, además de estar signada por su relación con Jorge Luis, con quien siempre mantuvo cercanía y cariño.
A sus 13 años, partió con su familia a Suiza para tratar la ceguera progresiva del padre, el abogado Jorge Guillermo Borges. Viviendo allí, estudió en la École des Beaux-Arts de Ginebra con el escultor clasicista Maurice Sarkisoff y con Arnaldo Bossi en Lugano, cerca de expresionistas alemanes exiliados como Ernst Kirchner.
En los estudios de Bossi aprendió xilografía y la estética expresionista, y en Suiza escribió e ilustró su primer libro poético, Notas lejanas (1915). La estancia en Europa se alargó a causa de la Primera Guerra Mundial hasta 4 años. Tras viajar por toda la Provenza (Norah queda muy impresionada por Nîmes, a cuyo paisaje dedica algunas piezas) entran en España, donde amplió sus estudios y participó en las Vanguardias.
Publicó trabajos suyos en Grecia, Ultra, Tableros y Reflector, así como, en 1920, el proyecto de portada para El jardín del centauro, un libro de poemas de Adriano del Valle. Haciendo escala en en Madrid, Norah estudió con el pintor Julio Romero de Torres, donde también conoció a Juan Ramón Jiménez, cuyos poemas ilustró, y a quien le dedicó uno de los retratos líricos de su libro Españoles de tres mundos.
Con una formación más que entrenada, Norah retorna en marzo de 1921 a Buenos Aires, donde comenzó a vincularse con la vanguardia literaria formada por el Grupo de Florida, puntapié para seguir creciendo y desarrollándose localmente en distintos proyectos.
De ella, su hermano guardó entrañables y vívidos recuerdos, como su fuerte carácter e iniciativa: “En todos nuestros juegos era ella siempre el caudillo, yo el rezagado, el tímido, el sumiso. Ella subía a la azotea, trepaba a los árboles y a los cerros yo la seguía con menos entusiasmo que miedo” escribiò el poeta en su libro “Norah”. De ahí se desprende que no no sorprende que, por ejemplo, haya permanecido un mes en la cárcel de mujeres junto a su madre Leonor Acevedo por haber proferido gritos contra el presidente argentino Juan Domingo Perón.
Ademàs de pintar, Norah de desempeño como crítica de arte en Anales de Buenos Aires bajo el pseudónimo de Manuel Pinedo. Investigó sobre el grabado y no dejó de pintar prácticamente hasta su muerte, aunque regalaba su obra y no realizó exposiciones regularmente.
Murió el 20 de julio de 1998 a los 97 años. Con una obra y una vida más que activa e incansable, la muestra que propone el espacio Carlos María Pinasco, es una gran oportunidad para acercarse al la mirada de una de las mujeres referentes de la obra argentina, que aunque no tan masiva ni popular, ha sabido dejar sus rastro por entre la sombra de su hermano.