Hace 30 años moría en París de un ataque al corazón Serge Gainsbourg, el polifacético artista francés que, principalmente como compositor, pero también desde el cine, la pintura y la escritura, entre otras disciplinas, hizo de la provocación el gran tema de su vasta obra.
En tal sentido, ya sea con canciones que revisitaban diversos géneros pero que siempre apelaban al doble sentido -a veces, sutil; otras, no tanto- o con sus apariciones públicas en donde hacía gala de su hedonismo, el incansable creador jugó con los límites para interpelar las reglas de la moral y el buen gusto de la sociedad.
Los inquietantes gemidos orgásmicos de su pareja Jane Birkin en la famosa canción “Je t’aime… moi non plus”, originalmente grabados por el ícono sexual francés Brigitte Bardot; su disco “Histoire de Melody Nelson”, basado en la novela “Lolita”, de Vladimir Nabokov; o su versión reggae del himno “La Marsellesa”, son algunas de las pruebas del carácter que le imprimió a su obra.
Eso sumado a sus intervenciones públicas en las que se mostraba como un hombre entregado a los placeres mundanos, especialmente en lo referente al plano sexual, en donde jugaba con una imagen de poco amigo de los límites.
La manifestación sin ambages de sus deseos carnales que le hizo a Whitney Houston en un programa televisivo o la interpretación de “Lemon Incest” junto a su entonces adolescente hija, la ahora reconocida actriz Charlotte Gainsbourg, con una letra que transitaba por las arenas movedizas del incesto, alimentaron este polémico perfil.
Precisamente, fue su propia hija en una entrevista de 2019 la que reconoció que su padre “ahora sería condenado por cada movimiento que hiciese”.
Pero este heredero artístico y espiritual de Boris Vian merece también atención por una obra intensa que tomó elementos de los llamados poetas malditos franceses, la chanson, el jazz, el yé-yé (estilo con el que se conoció a la “música joven” en aquel país en los años `60), entre otras influencias.
Nacido bajo el nombre de Lucien, este hijo de judíos ucranianos, soñaba con convertirse en pintor mientras se ganaba la vida como pianista de cabaret, acaso una acabada muestra de sus diversos intereses artísticos y de su transitar por mundos disímiles, con el placer carnal y la intelectualidad como cuestionables extremos.
A pesar de que ya había incursionado con éxito como compositor para figuras como Juliette Gréco y Françoise Hardy, y como actor, su gran impacto llegó cuando su creación “Poupée de cire, poupée de son” se impuso el festival Eurovisión de 1965, en la voz de una inocente France Gall.
Sin embargo, la sociedad con la joven intérprete se rompió cuando ella descubrió que las letras que Gainsbourg le escribía portaban un doble sentido que la dejaban como protagonista y víctima de escenas de felación y de manipulación emocional.
El artista siguió su camino de la provocación que tuvo su punto máximo cuando, tras la marcha atrás de Brigitte Bardot a que saliera a la luz, regrabó su canción “Je t’aime… moi non plus” con su joven pareja Jane Birkin, a quien además convenció para que se convirtiera en una de las primeras figuras en mostrar en una famosa fotografía su vello púbico.
“Je t’aime… moi non plus” también fue el título de una de las cuatro películas que dirigió, en donde abordó como principal temática la homosexualidad, otro de los temas tabú de la época.
En tanto, a nivel musical, Gainsbourg continuó dando muestras de sus inquietudes al animarse a ritmos de moda en los `70, como el funk y el reggae.
Al momento de su muerte, ocurrida el 2 de marzo de 1991, había escrito cientos de famosas canciones, había actuado en decenas de películas pero también había escandalizado miles de veces a la sociedad con su obra, sus declaraciones y sus romances. Apenas uno de esos escándalos hoy sería motivo de un escarnio público que pondría fin a su carrera.
(Con información de Télam)