El 25 de febrero de 1970, Mark Rothko encontró su muerte. Preso de una profunda depresión, uno de los máximos representantes de la abstracción americana se quitó la vida. Su suicidio, a su vez, desencadenó uno de los mayores escándalos de la historia en el negocio del arte.
Rothko había nacido en Rusia, en 1903. Había estudiado con Max Weber, en Nueva York, en donde también ejerció como docente de arte. Pasó por el expresionismo en la década del 30, hasta que, a mediados de esa década, se vio influenciado por la ola surrealista. Sin embargo, este sería solo un puente hacia el estilo abstracto que definió su pintura, monocromática, configurada en campos rectangulares.
Rothko se vinculó a la galería de Peggy Guggenheim, Art of This Century, y con la emergente Escuela de Nueva York. En 1961 el Museum of Modern Art de Nueva York organizó una exposición retrospectiva de su pintura. “Un cuadro vive en función de quien le acompañe: se ensancha y crece ante los ojos del observador sensible, pero muere de la misma manera”, afirmó el artista, antes de la depresión que lo llevaría a decidir el final de su vida.
Cuando Rothko cometió su suicidio, a sus 67 años, todo el mundo artístico estadounidense concurrió a su funeral en Nueva York. Todos, salvo su marchand, Francis Lloyd, y director de la galería Marlborough.
Tres meses después de la muerte del artista, Lloyd había adquirido alrededor de 800 pinturas de la herencia de Rothko a un precio muy inferior al del mercado. Los responsables que encontró la justicia por esta maniobra fueron el propio Lloyd y los amigos y ejecutores del testamento de Rothko: Bernard Reis, el contador del artista; Morton Levine, antropólogo, y el pintor Theodoros Stamos. Todos fueron acusados de despilfarrar la herencia del pintor y de defraudar al Estado, al falsificar los montos de las ventas de las obras de Rothko.
La demanda fue iniciada en 1971 por la hija del artista plástico, Kate, y su tutor, el escultor Herbert Ferber, quienes exigieron, en la Justicia, que los ejecutores del testamento fueran destituidos y los contratos con la galería Marlborough, cancelados.
En un litigio que se extendió hasta 1979, con siete equipos de abogados en el medio, la justicia estadounidense falló a favor de la familia de Rothko. Los demandados debieron pagar más de nueve millones de dólares por multas, daños y perjuicios, en tanto que la herencia del artista fue distribuida: la mitad fue para sus hijos, mientras que la fundación que lleva el nombre del pintor distribuyó más de mil obras de Rothko por museos del mundo, aunque gran parte de ellas hoy pueden verse en la National Gallery, en Washington.