Ayer se estrenó el largometraje “Sinfonía para Ana”, la Ópera Prima de ficción de los directores nacionales Virna Molina y Ernesto Ardito, quienes ya tienen en su haber los documentales “Raymundo” (2003), “Corazón de fábrica” (2008), “El futuro es nuestro” (2014) entre otros trabajos.
“Sinfonía para Ana” es la adaptación de la novela homónima de Gaby Meik, que relata la historia de Ana, una adolescente los años ’70 que ingresa al Nacional Buenos Aires junto a Isa, su mejor amiga. Con los cambios y vivencias propias de la adolescencia, la película recorre la vida de las jóvenes entre amores y desamores, el afianzamiento de la amistad, y el nuevo mundo de la política que abre delante de sus vidas, mientras la dictadura militar oscurece su mundo con la muerte, soledad y el terror, de los que el colegio no fue ajeno.
Teniendo como antecedente el documental para Canal Encuentro “El futuro es nuestro”, en el que ya habían llevado adelante una extensa investigación sobre los estudiantes desaparecidos en el Colegio Nacional Buenos Aires, el proyecto de lo que sería la ficción obtuvo el primer lugar en el Concurso INCAA Ópera Prima para Largometrajes de Ficción, gracias al cual obtuvieron financiamiento en 2015.
Iniciado el circuito de festivales, la película ganó el Premio de la Crítica en el Festival Internacional de Cine de Moscú y los premios a Mejor Película y Mejor Fotografía en la Competencia Internacional del Festival de Cine de Gramado, Brasil.
Desde Diario Vivo, entrevistamos a los directores quienes nos hablaron sobre el exhaustivo recorrido que derivó en la película, cargada de emoción, trabajo en equipo, un desafío que llevaron adelante con respeto, compromiso y profesionalismo absolutos.
¿Cómo llegan a la novela y cómo es que deciden su adaptación a su primera ficción?
Virna: Llegamos a la historia, en parte por los protagonistas de la misma. La novela entró a esta casa cuando a una de nuestras hijas que cursaba en el Buenos Aires, se la dan para leer en literatura en tercer año. Fue tan grande el impacto en ella y en Isadora, su hermana menor y en todo el grupo de compañeros de curso, que inmediatamente nos dio ansiedad de leerla. Recuerdo que yo venía en el subte, ya estaba sobre el final y no podía parar de llorar. Algo muy raro que no me pasaba con un libro hace mucho tiempo, el hecho de estar en un lugar público, leerlo, y no poder contener las emociones.
Lo mismo le pasó a Ernesto. Es una novela que te desestructura, te lleva al mundo de Ana, Isa y ese grupo de pibes de los años ‘70 que entraban al Buenos Aires, a un mundo nuevo que era el de la política, el del amor, el de una amistad mucho más profunda que la que venían viviendo. Nosotros veníamos trabajando el tema de los ‘70 en otros documentales como nuestro primero, “Raymundo” sobre la vida de Raymundo Gleyzer, pero esta vez era como entrar a la dictadura desde la mirada de una chica que, no solo iba descubriendo lo que pasaba en ese mundo, sino que a su vez se encontraba con un montón de otros conflictos que atraviesan el tiempo, que son conflictos que le llegan a uno cuando está en esa instancia de la vida.
Pensamos que esta es la historia que siempre quisimos contar. En paralelo al documental “El futuro es nuestro“, y ya con todo un bagaje muy fuerte sobre el tema y con un montón de historias que queríamos seguir trabajando, pensábamos que nos faltaba llegar a lo íntimo, a esa subjetividad íntima que el documental quizá no puede acceder porque hay una barrera de los archivos, o de la entrevista que intermedia, así fue que decidimos trabajarla en ficción.
Ernesto: lo más importante también fue haber estado en contacto con los protagonistas reales. De hecho, para la adaptación muchos elementos trascienden la novela, hay elementos de los hechos que iban sucediendo, que los tomamos de la parte documental real, o el diálogo que tiene Ana en su voz en off, que lo tomamos de entrevistas que le hicimos a la propia novelista, que como persona y personaje son casi el mismo sujeto en la película.
Virna: También tomamos contacto con Vera Jarach, la mama de Franca Jarach, quien fue una chica desaparecida del colegio a los 18 años, y ella nos decía, cuando llegó el momento de hacer el casting, que cuando iba a dar charlas al colegio veía en los chicos de hoy, a los propios amigos de su hija, desde modo de comportarse, los gestos, los tipos de preguntas que hacían, hasta la misma estética. Ahí pensamos que quizá los chicos del Buenos Aires eran los que podían hacer el casting, por más que no sean actores.
Quedaron casi todos. Tenían una fuerza increíble delante de la cámara, y además tienen un compromiso, que es la de contar la historia de la generación anterior y en el mismo espacio donde había sucedido. Entonces el momento del rodaje tenía situaciones muy fuertes, porque eran los mismos pasillos, las mismas aulas. Se cruzaban las vías personales con la representación, y eso se trasladó también en lo que nosotros le planteamos al espectador.
¿Cómo fue el proceso de adaptación de la novela y el vínculo con Gaby Meik, la autora?
Virna: Gabriela nos conoce a partir del documental. Luego de leer la novela le propusimos filmarla. Ella ya había tenido otras propuestas, y lo que quería sobre todo, era que fuera una historia que pudiera retratar esa época en su profundidad, y que no se le quitara ese costado político, que no fuera solamente una historia de amor y adolescencia tipo “Melody”, sino que también tenga toda una carga política muy fuerte que no había que suavizar, ni modificar, ni aggiornarla para la ficción. Nosotros estuvimos más que de acuerdo, y Gaby dijo que sí. Armamos la adaptación del guión y se lo llevamos a ella, lo leyó y le encantó.
Ella confió mucho en nosotros, nosotros seguimos con el trabajo, y creo que ella en la novela había puesto todo, todos los elementos para poder construir un guión fuerte y sustancioso.
¿Fue difícil pasar al terreno de lo ficcional? ¿Les planteó desafíos teniendo en cuenta que vienen del campo documental?
Virna: En principio fue difícil el rodaje, porque veníamos de una práctica documental muy solitaria, donde en general éramos nosotros dos solos, y de golpe encontrarnos con un equipo de 20, 25 personas es un montón, más los técnicos y actores, más todos los extras.
Pero después se empezó a enganchar una dinámica de trabajo que cada vez se fue potenciando más. Cuando terminamos la peli, ya todos teníamos una coordinación general muy linda, y nos hizo pensar en que quizá ya no queríamos trabajar más solos porque ésta práctica colectiva del trabajo creativo es muy interesante y muy rica porque cuando funciona se potencia, no se vuelve un problema.
Ernesto: generalmente se plantea que el el documental tiene una técnica, la ficción otra. Nosotros tomamos nuestra práctica documental y la aplicamos a la ficción, y nos dimos cuenta que es nuestro modo de ver el cine, que trasciende si es un género documental o ficción. Y en lo que era el rodaje de “Sinfonía…” por ejemplo, nosotros hacíamos las cámaras -que es raro que el director sea el camarógrafo- y estábamos muy cerca de los actores, intentando plantear la escena como una situación muy íntima, que después nosotros la registrábamos casi como si fuéramos documentalistas. Eso hacía casi como un juego que parece que vos sos un espectador privilegiado, que puede viajar en el tiempo que puede ver escenas de una persona en la década del 70, y no es documental. Pero lo ves casi como si fuera real.
Más con los chicos que quizá no venían de tener experiencias en actuación
Virna: sí, creo que ahí fue fundamental darles el espacio y no mal presionarlos en determinados momentos porque sino podés provocar un bloqueo del actor. En este caso había algunos con mucha experiencia, como podría ser Rodrigo Noya, y pibes que estaban haciendo su primer laburo en cine. En se ida y vuelta había una química entre ellos muy buena, muy solidaria, y se generó un grupo humano muy intenso, que estaba bueno porque veíamos que lo que tenía la novela de alguna manera se repetía en el rodaje, y sabíamos que íbamos a tener un material muy rico a la hora de sentarnos a tener que montar todo.
¿Tuvieron alguna traba para filmar en el BS AS?
Ernesto: No, traba no. Fue un desafío porque en el colegio podíamos filmar solamente en vacaciones, y en las de verano hubiera sido casi imposible porque los chicos tenían que vestir ropa de invierno y muchos otros quizá vacacionaban con sus padres. Por eso decidimos hacerlo en el invierno y en 15 días tuvimos que filmar todo el colegio.
También pasó que de diciembre que nos presentamos en el concurso, en ferrao nos avisan que habíamos ganado, entonces en tres meses tuvimos que hacer toda la preproducción, casting, dirección de arte, escenografía, búsqueda de locaciones para poder llegar con el colegio, porque todo el rodaje central se tenía que hacer como una gran unidad. Y menos mal porque yo creo que se hubiera disgregado bastante.
Virna: La novela nos abrió una puerta muy grande para filmar en el colegio, porque había un reconocimiento positivo hacia la novela, que se daba dentro de algunas cátedras. Estuvo muy bien filmarlo en ese momento porque después cambió el gobierno, el instituto cambió la autoridades, se fue frenando todo,y hubiera sido más jodido el tema de los pagos. En ese momento se cumplían muy bien los tiempos de pagos, pudimos darle con todo y la película se pudo rodar en tiempo y forma. Creo que en ese sentido fue un acierto haberla hecho ese invierno, y no haber esperado al otro invierno o verano porque no sé si hubiese existido la película.
¿Cómo se sienten con el estreno?
Ernesto: lo que más nos gustaría es que la película perdure, no tanto como estreno comercial, sino que dure, que la sigan pidiendo para proyectar, por ejemplo, en los colegios, en otros espacios, que sea necesario.
Virna: Esta cosa de contar una historia de ficción que de alguna manera capture y transforme en mito muchas cosas que vive al cotidiano el pueblo, pero que de golpe esté desde el lado del pueblo el punto de vista narrativo, eso es algo que hace tiempo, desde los 70, cada vez se fue perdiendo más. Y no por nada cuando Raymundo cuando hizo “Los traidores” la hizo de ficción, es una película que habla de la burocracia sindical, y que su idea era meterla en las salas de cine que después no lo pudo hacer porque la censura era atroz y era un momento histórico muy jodido. Pero él quería que la gente lo viera, sea como sea, en el formato más popular que haya y que la gente pueda ver una historia desde un punto de vista que no vio nunca. Me parece que eso está buenísimo porque de alguna manera es dar otra batalla.
No tenemos la capacidad económica para meter una publicidad en un canal de aire masivo, si lo tuviéramos, bárbaro, pero también era entrar en una dinámica más de cholulaje o hacer un escándalo mediático para atraer la atracción de la gente, y eso es también como un bastardeo de lo que uno está narrando y de la historia, y me parece que está bueno ser consecuentes, manejar de otra manera la imagen de la película porque está transmitiendo una historia muy fuerte y que mereces respeto, y en ese sentido, quizá se pierde público, pero como dice Ernesto, a la larga hay cosas que van a perdurar y que se va a ver un valor más allá del producto comercial o de diversión.
Por ejemplo, nosotros no fuimos corriendo a ver cuáles son las estrellas de televisión hoy para meter más taquilla. Que hacer eso implicaba también cambiar toda la paleta de color dramático de la película. Porque no poder hacer una peli de ficción que esté buena, que te atrae, que tenga ritmo, que te emocione, que te haga reír y llorar, pero que esté narrada desde otro lugar. Esa fue la propuesta. Eso esperemos que la gente lo tome así.
También para desmiticar esto de que la gente no va a ver cine nacional. A veces no está la opción. Y es interesante que haya también una propuesta para la adolescencia.
Ernesto: lo que es también muy perverso, y no gratuitamente, es que al público adolescente se les ofrezca todo el tiempo películas de terror, totalmente inmovilizantes, paralizantes, de un mundo peligroso. Creo que es la cultura que se quiere imponer y también al grupo social que más se puede revelar contra algo, lo que más le imponen es el miedo.
Virna: Con “El futuro es nuestro” pensamos sobre esos pibes que están en los colegios secundarios, que tenían esa cabeza y pensaban eso… ¡qué dirigentes hubiéramos tenido! Y ver a esos pibes en una película de ficción, sintiendo, discutiendo sobre el sexo, sobre la amistad, hasta donde, como era el tema del rol de la mujer en los ‘70, porque por otro lado era recontra machista la sociedad. Eran revolucionarios en un punto, en otro no tanto, pero también tenía que ver con una moral y un bagaje de siglos, y de cómo vas desarmando una lógica social. Fueron momentos de ruptura y eso verlo desde una ficción y desde esa mirada me parece que es súper rico. Y la peli lo propone. En ese sentido creo que es re interesante.
Como una doble crítica, tanto de parte de los que provienen del cine arte, como también de los que se dedican más al comercial
Virna: Claro, ésta es una peli que tiene otra propuesta, pero tiene que ver con nuestro cine también, siempre laburamos así y en ese sentido si hay una continuidad, se nota que hay una lógica de continuidad estética y narrativa, y eso está bueno porque implica que no nos olvidamos de todo lo que hicimos sino que lo pudimos reprocesar y reconstruirlo en el campo de la ficción. Hubiera sido triste decir, no, bueno, ahora que hago ficción empiezo de cero y hago lo que hay que hacer en la ficción.
Isadora en ese sentido también cumplió un rol fundamental, porque conocía a muchos de los chicos y también entre ellos, entonces mucho más fácil generar ese grupo que se ve en la pantalla de amigos que parece que hiciera toda una vida que se conocen, y la mayoría si, hace una vida que se conocen, y cuando entraron los otros personajes, se sumaron a eso con mucha alegría y energía, una cosa muy loca que se generó. Y eso es algo que, si no hubiera estado, hubiera sido muy difícil recrearlo en el cuadro, porque el cine tiene algo que captura del actor, algo que el actor no puede controlar en términos gestuales, en términos de la impronta, tiene que ver con esa captura fotográfica de ese instante, que tiene que ver con lo documental que tiene que ver mas con la persona y no tanto con el personaje. En el cine eso lo atraviesa la cámara, y el lente lo toma.
Nosotros siempre tomamos el cine como una herramienta de diálogo con la sociedad en la que vivimos, entonces tenes que sentir que vale la pena. A lo mejor otro no siente que vale la pena, pero uno tiene que estar convencido de que sí, porque la historia que estás contando es mucha responsabilidad. Y eso es algo que los pibes lo sentían. Todos. Y el el equipo técnico lo fue sintiendo, y esas cosas tienen que ver con la historia que se elige contar. No tanto con uno como director, uno va llevando un proceso adelante, pero las historias son fundamentales. Hay cada historia alucinante para contar que si queres la podés contar en el genero que quieras, pero los personajes, la forma que se paran frente al mundo, cómo ven la realidad, eso es lo que vos decis.
Esas historias, que tienen todos los condimentos de amor, de aventura, de creatividad que impone el mercado pero desde un punto de vista que el mercado no lo quiere ni a patadas. Quiere la historia del egoísta, del individualista, de los que se hacen mierda, de las amigas que se sacan mierda entre ellas. No la otra historia. Cada persona hizo una película que de golpe atravesó la barrera de tiempo, tuvo que ver con la cuestión de involucrarse en la historia y tratar lo mejor de sí para narrar esa historia, no para ser el mejor director estrella, ni para reventar la taquilla. Eso es algo como que por lo menos nosotros siempre nos formamos en esa línea en la Escuela de Cine de Avellaneda, era algo que como estudiante rescataba y abrazaba, que era por lo cual valía la pena hacer cine. Lo demás, a veces se da, veces no se da, pero lo importante es lo otro.