En pocos días, tres esculturas de Evita serán parte del paisaje de los barrios Padre Carlos Mugica (ex Villa 31), Padre Ricciardelli (ex 1-11-14) y La Cárcova (en Villa Martelli). Detrás de las figuras se encuentra el artista Alejandro Marmo, quien en 2011 pudo llevar esta misma idea a las fachadas del Ministerio de Desarrollo Social, sobre la avenida 9 de Julio.
Marmo, el único artista argentino con obras en el Museo Vaticano y responsable del espacio Arte en las fábricas, trabaja en lograr conexiones entre el centro y los barrios populares. Y las inauguraciones de las esculturas, el próximo 26 de julio, se inscriben en esa idea. “Es un hecho que prolonga la 9 de julio a las periferias, una manera de construir ese ícono que es Evita, no tanto en lo político, sino más en lo cultural. Y tiene exactamente la misma estética”, explica en diálogo con Diario Vivo.
-¿Por qué hacés esta distinción entre lo político y lo cultural?
-Porque hay que hacerla, porque todavía la figura de Evita es polémica y está en tránsito esa definitiva iconicidad cultural. Es decir, no tiene una iconicidad cultural en la Argentina. En el mundo sí, porque de hecho la toman las obras de teatro, se ha hecho una película pero en la Argentina todavía sigue siendo una polémica la figura de Evita. Creo que va a llevar un tiempo prolongado para que acepte la figura de Evita como icono cultural. Para mí no hay ninguna duda, pero por ejemplo en lo que tiene que ver con la literatura nacional, Borges fue muy discutido, hasta el día de hoy también, por su participación en la Biblioteca Nacional en la Revolución Libertadora y el tiempo lo ha puesto como el escritor argentino. El caso de Evita haciendo una especie de analogía, creo que tiene similitudes. Ha generado muchas controversias: una figura muy polémica, odiada y amada, pero sin lugar a dudas ha construido un legado social que al día de hoy se ve. Entonces yo estoy apuntando más a esa Evita, a lo que significó culturalmente en la Argentina.
-Mencionás con frecuencia la idea de generar una unión y justamente con la figura de Evita que como decís genera mucha controversia y en algunos casos despierta reacciones bastante adversas. ¿Considerás que es un desafío intentar hacer esta unión con la figura de Evita?
-Yo elegí mi camino que no tiene porqué tener un consenso absoluto. Es un gran desafío, por supuesto, pero también apuesto a esa energía que tiene en lo social la figura de Evita y defiendo y reivindico la parte que tiene que ver con los argentinos, esa cuestión de identidad que promueve su figura. Porque en definitiva es una figura bien argentina, como lo pueden ser otras figuras polémicas pero que tienen que ver con la historia argentina. Reivindico esa situación y trato de testimoniarlo a través de mi trabajo y desde un campo o una estética que no tiene que ver con lo partidario sino más bien con la construcción de ese testimonio de la historia reciente argentina. Esa discusión va a estar y también es bueno que esté ese debate, porque así se construyen las identidades de los pueblos. Lo que uno tiene que tratar de construir también es el testimonio de la historia reciente. Y de Evita no hay ninguna duda que es parte de la historia reciente. Después discutimos o se debate en otro ámbito cuáles fueron sus errores, sus aciertos, pero yo estoy trabajando más en la identidad argentina, en reconocer la simbología de personas y personajes que participaron en el siglo 20 y que hoy están siendo parte de la construcción cultural, es decir, de la forma de contar la historia argentina.
-¿Nunca te preocupó que tus obras sean calificadas como de propaganda?
-No, porque en realidad la lectura de contexto en el arte nunca es acertada, hay que esperar 40, 50, 100 años para que verdaderamente se pueda leer el arte. En los frescos de Miguel Ángel, sin compararme con Miguel Angel por supuesto, pero sí entendiendo cómo se lee el arte, en el Renacimiento o siempre incluso en las primeras muestras de Picasso, la crítica fue feroz. Pero después si es verdadero el trabajo, si tiene una testimonianza respecto al contexto de la época, y tiene verdad y un esfuerzo por parte del creador creo que la obra queda. No me parece importante detenerme a leer esas opiniones respecto a un contexto. Creo que tiene que pasar mucho tiempo para que la obra se pueda llegar a comprender. Es decir, creo que hoy es un trabajo y siempre lo tomé así y todas las lecturas que se puedan llegar a hacer son de contexto, el arte es mucho más que eso.
-¿Tienen título estas obras?
-El título es el concepto. Algunas sí tienen título, por supuesto, pero en el caso de Evita no hace falta ponerle. Creo que la obra habla por sí misma y autoproclamarse autor de una obra así también es un poco ridículo. ¿Por qué? Porque es una postal de Buenos Aires, y me parece que la obra ya es el título, no tienen una significación como una obra que uno puede crear en otro ámbito. Esta obra es de carácter público, entonces el título se lo pone el pueblo. La obra en mi entender nace del imaginario popular y yo capté esa parte invisible y defendí esa idea cuando la vi en lo invisible. Después llegó a ser proyecto y después a plasmarse. Pero no creo que sea una obra como la serie de los corazones o la Virgen de Luján. Son obras que tienen otra impronta. En este tipo de trabajos creo que pesa mucho más el imaginario popular.
-¿Y cómo elegís los lugares para colocar las obras de Evita?
-Para mi el arte está ahí, mi arte ha sido ver el lugar donde tiene que ir la imagen. Creo que tal vez dentro de un tiempo se pueda llegar a leer eso como una mirada artística. Tal vez hoy se ve a Evita y está ahí, en las fachadas del ministerio, pero verla en lo invisible tal vez es mi arte. Creo que uno elige a medida que puede llegar a conectarse con este paisaje invisible. La obra está gritando y uno la escucha. Lo mismo pasa con (Carlos) Mugica en la 9 de Julio y Arroyo, o mismo una obra que no tiene el carácter tan político cultural sino que más bien es una metáfora, que es la “Sirena del Río de la Plata”, que está en Posadas y 9 de julio, por ejemplo. Quiero decir, todas esas obras o trabajos me parecen que el verdadero arte primero es elegir el espacio y luego plantar la metáfora. Pero creo que el espacio es parte de la obra y una parte fundamental, porque no es lo mismo instalar a Evita en el ex Ministerio de Obras públicas que tenerla en otro espacio. Es significativo ese espacio para Evita porque ahí dio el último discurso. La otra Evita que es menos combativa y la que a mí particularmente más me gusta trabajar, que es la Evita sonriente, es la que mira a las fábricas, a los trabajadores. Entonces todo tiene una significación que comprende varias lecturas. Lo que pasa es que el contexto de hoy es una Argentina dividida, que en realidad viene de hace mucho tiempo, con dos proyectos distintos. Y bueno, Evita cayó en ese debate. Pero esto no es de ahora, esto viene del siglo XIX, cuando ya se dirimía el proyecto nacional entre los unitarios y los federales. Pero esta es otra discusión.
-Tus obras ya de por sí suelen ser grandes pero has hecho algunas monumentales. ¿Pasás con facilidad de un tamaño al otro?
Si eso va en la escala de donde van instaladas. El aeropuerto en Roma tiene una obra de cinco metros que instalamos. Hablo siempre en plural porque considero que la obra reúne muchos esfuerzos distintos y creo que uno solo no llega nunca a ningún lado. Uno tiene que construir consensos para que una obra se instale en el espacio público. Y ese es otro arte. Creo que la obra primero se proyecta en el espacio, yo lo que hago es tratar de ver esa obra en lo invisible, ver qué necesita de ese espacio. Por ejemplo, en el aeropuerto de Fiumicino hubo un tránsito, en el siglo XX, muy fluido entre Argentina e Italia. Soy hijo de inmigrantes, anduve un poco allá, y el aeropuerto necesita “El abrazo”. Ese abrazo lo vi y después vi las dimensiones. Y después de ver tenés que construir el consenso para que una obra se realice y se instale. Es algo muy difícil. Todos los procesos me parece que lo primero que tienen que hacer es, más allá del tamaño, conectarse con la emocionalidad de los espacios. No depende de uno la cuestión sino de interpretar el espacio para que la obra tenga el tamaño adecuado.
-En el último tiempo, ¿con qué proyectos has fantaseado llevar adelante?
-En este ámbito de la pandemia, que es como una caída de un tobogán porque uno va cayendo a otro estado, me parece que los más acertado que encontré para sublimar esta oscuridad era trabajar en los corazones de hierro. Sueño con encontrar belleza e ingenuidad en lo que hago.