Armando Bo, quien hace ocho años sorprendió con el guión de “Biutiful” y después con el de “Birdman”, las dos de Alejandro González Iñárritu y la segunda ganadora de un Oscar, confirma aquel talento con “Animal”, su segundo largometraje que se estrenó hoy, el drama de un hombre al que la vida lo fuerza a tomar una decisión impensada.
En este caso la historia tiene como eje a un padre de familia de clase media de muy buen pasar, que vive en Mar del Plata, es formal y cortés, que ama a los suyos pero que hace largo rato fue anoticiado que deberá dializarse y apuntarse en una lista de espera para la donación de un riñón qué le garantice la supervivencia.
Pasa el tiempo y ese puesto en la lista no se modifica, sigue tan distante del riñón que necesita como en el primer momento, incluso su familia lo desilusiona, lo que lo lleva a optar por un plan alternativo, uno que está fuera de reglas, esas a las que vivió sometido toda su vida.
Como ya lo demostraron aquellos dos guiones y esa memorable ópera prima que fue “El último Elvis”, esta nueva y rigurosa propuesta construye no solo al personaje protagonista sino a sus familiares que lo van dejando cada vez más solo, a los de su entorno e incluso a desconocidos que se convierten por la fuerza de las circunstancias en quienes pueden salvarlo.
El casting está encabezado por Guillermo Francella a quien secunda Carla Peterson, dos piezas tan clave como Federico Salles y Mercedes de Santis y de una propuesta que va creciendo con este hombre que descubre que la vida tiene límites y se precipita a conseguir lo que necesita para sobrevivir, antes de que sea demasiado tarde.
¿Cómo definirías al protagonista de tu película?
El tipo hizo todo lo que tenía que hacer, fue un buen marido, un buen padre, nunca tuvo grandes crisis, nunca se hizo grandes preguntas y de pronto la vida lo pone frente a una situación extrema donde de alguna manera siente que se puede llegar a morir, entonces hay un lugar donde él, claramente, entra en un conflicto total. Eso es lo que me parece fascinante, ese empezar a tomar decisiones importantes, empezar a tener que ser egoísta, y no por ser egoísta uno es mal padre o mal esposo.
Un hombre común en un momento extraordinario…
Él descubre que tiene que tomar decisiones porque sino se puede morir. Lo que me parece más interesante es que cuando empieza a tomar esa decisiones, ir hacia ese lugar que no puede evitar, la resolución no es simple porque todos tienen razón. No hay alguien bueno o alguien malo, sino un lugar donde no hay una resolución posible y depende del punto de vista con el que se mire, cada uno tiene razón. Todos los personajes tienen un lado egoísta, como lo somos los seres humanos, y es lo que yo quería contar.
Algo que también ocurría, a su manera, en “Biutiful” y en “Birdman”…
Una de las cosas que yo intenté junto con Nicolás (Giacobone) en el guión era que no sea una solo género. En la actualidad las películas son o un thriller o un drama o una comedia. Una cosa que intentamos con “Animal” es que no sea encasillable, que resulte difícil preguntarse a qué se parece. Para resolver eso hay que buscar. Todo está llevado al extremo, corrido un poco de la realidad, para que se dé esta cosa que sucede entre todos, que cada uno tenga su protagonismo, que el egoísmo empiece a gobernar la película.
Algo de realidad, algo de ficción…
No contamos esto solo con lo real. Queríamos que fuera creíble pero al mismo tiempo llevar al extremo esta situación, y un tipo que empieza a preguntarse por qué una casa, algo que es de ladrillos, es más importante que su vida, o por qué el dinero, un pedazo de papel, aunque sea un millón de pedazos de papel, es más importante que su propia vida. En la trama lo médico está simplemente puesto para llevar al personaje a una situación extrema. Uno ve que hay gente que se pelea con las personas más queridas por dinero…
Hay en algunos momentos caricatura de los personajes…
Por eso digo que todo está llevado al extremo, siempre tratando de que sea creíble, una fina línea donde hay alguna gente que cree que es verdad y otra no. Me gusta jugar con esa tensión que genera en la película que por momentos es dura, pero que tiene algo de esa doble y hasta triple lectura que fue muy difícil lograr y es parte de lo que estoy orgulloso.
Pasaron varios años desde “El último Elvis”…
Después de ganar el Oscar el desafío era hacer una película que no sea encasillable, que tenga personalidad propia, que no sea una sola cosa. Es como en la comida. Uno ya probó el asado y la pasta, esto me lo tomo como una fusión de comidas. No estás acostumbrado, hay algo diferente que te puede gustar o no pero, sin duda, es una experiencia, una toma de riesgos, algo que es la clave para mí: jugar con los tonos y con los géneros no es algo fácil porque te podés ir para cualquier lado. Aprovechar esa cosa de Guillermo como actor dramático que es una bestia, y al mismo tiempo sacar partido de esa herramienta que él tiene para ir por más. Su personaje cambia, crece y explota y es bueno para que la gente conozca su capacidad.
Es un personaje que muta…
A fin de cuentas es la historia de un tipo que piensa que tiene que cruzar todos los límites para poder sobrevivir y en ese proceso se da cuenta que está empezando a vivir. Hay algo ahí que me parece muy interesante: piensa que se puede morir pero termina aprendiendo a vivir, despojándose de todo lo que tiene material, y se la juega. Eso no significa que él no ame todo lo que tenía, sino que simplemente es alguien que tiene que tomar una decisión. Sí tiene razón o no cada uno lo puede decir y estoy muy contento de que la película deje esa puerta abierta. La gente ama a Guillermo, empatizan con él, y en ese mismo sentido pienso que tampoco es una de esas películas a las cuales hay que ir a ver para pensar sino que tiene un ritmo que no te suelta. Teniéndolo a Guille, que es dueño de esa forma de empatizar tan singular, cualquiera puede sentirse reflejado en su personaje.
(Télam)