Hoy, a las 19 hs en el Cabildo de la ciudad de Córdoba Capital (Independencia 30) se homenajeará al referente del folklore nacional Atahualpa Yupanqui, a 110 años de su nacimiento.
En esta ocasión se llevará a cabo el recital “Lindo Cerro Colorado” que tendrá como protagonista al hijo de “Don Ata”, Roberto ‘Kolla’ Chavero, acompañado por dos discípulos del homenajeado artista, Hugo Argañaraz y Ricardo Carranza.
El Dúo Coplanacu, el Trío MJC y artistas que formaron parte del colectivo artístico ¡UPA! músicos en movimiento (Negro Sosa, Mariano Clavijo, Romina López y Enroque), se sumarán para homenajear al cantautor argentino. Además, el público podrá disfrutar de danzas folclóricas interpretadas por bailarines de la Academia del Teyú.
En paralelo al concierto, se inaugurarán dos muestras vinculadas a las temáticas: “Tierra que anda”, la cual rinde tributo tanto a Yupanqui como al Cerro Colorado, bello paraje de nuestra provincia que lo cobijó; y “Rumbo al CILE”, la cual propone un recorrido historiográfico por los distintos congresos de la lengua realizados hasta el día de hoy.
Considerado el máximo emblema del folklore argentino, Atahualpa Yupanqui (1908-1992) hubiera cumplido hoy 110 años, y ahora, un cuarto de siglo después del final de su intensa vida, su trascendental obra humanística sigue siendo, según expresó a la Agencia EFE su único hijo vivo, una “antorcha” para el mundo.
“Siempre fue un pensador de la vida, reflexionó sobre la existencia y lo que hizo fue expresarlo en canciones, en coplas, en poemas y versos”, expresó Roberto Chavero junto a la multitud de objetos que integran una muestra en Buenos Aires destinada a homenajear la prolífica carrera de su padre, con quien comparte no solo apellido, sino también nombre.
La figura de Atahualpa Yupanqui, como toda narrativa fundante, pretendió ser apropiada desde diferentes trincheras ideológicas: aquel movimiento del discurso intenta presentar como totalidad aquello que, en todo caso, es sólo la parcialidad posible de un artista que, bien observado, a 110 años de su nacimiento, ofrece un espesor y una complejidad contrarios a aquel enunciado que lo ubicaba como la esencia de “lo nacional”.
Nada más lejano a Yupanqui que esa idea de un criollo o -peor- un gaucho nostálgico que nos presenta una tradición sin memoria ni conflicto, una patria sin ideologías, la esencia de un mito fundacional tan cómodo que, una vez prefigurado, ya es inmóvil y no necesita volver a ser interpelado.
Claro que la guitarra de Yupanqui representa una idea de lo propio, de la relación con la tierra, de cierto paisajismo y la identidad. Pero no se trata de un canto cerrado sino, por el contrario, empujado por una idea amplia de aquello que podemos llamar la argentinidad, que incluye la voz del indio y de las luchas obreras. Su voz era una voz de intervención política.
Contra esas prerrogativas se levantó en propio Yupanqui. Por un lado, con su mirada y las relaciones que concebía con la música europea -que por supuesto conocía- o las decisiones estéticas y políticas sobre aquello que cantaba (y sobre lo que no).
Por eso mismo no fue casual que su figura haya sido recuperada y resignificada por el Movimiento del Nuevo Cancionero nacido en Mendoza en los años 60 y que se congregó detrás de la idea de poner en entredicho la tradición positivista del folclore argentino en torno a la construcción de lo auténtico y lo inauténtico que había sido modelada por la aristocracia desde la “Zamba de Vargas”, otro mito de una misma narrativa folclórica conservadora.
A la vez Yupanqui se convirtió, no entonces pero si en este tiempo de la música industrial, en una forma idealizada de asumir el oficio de músico, por la austeridad y por su modo de reivindicar las formas más tempranas de la identidad como punto de partida para mirar hacia adelante.
Atahualpa nació el 31 de enero de 1908 en un paraje del partido bonaerense de Pergamino, pero su música abrazó acentos regionales que desbordaron a la zona pampeana. Su nombre real fue Héctor Roberto Chavero Haram, pero desde la infancia se bautizó como Atahualpa en referencia al cacique inca; el apellido Yupanqui se incorporó luego y su sonoridad remite, en quechua, al que viene de tierras lejanas para decir algo.
Hijo de padre ferroviario, Atahualpa estudió violín y guitarra desde los seis años con el profesor Bautista Almirón, que le presentó un horizonte distante del mundo rural que lo circundaba. Los preludios de Fernando Sor y las transcripciones de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann lo encandilaron de inmediato.
A los 19 compuso “Camino del indio”, una canción simple de su infancia tucumana que luego se convirtió en un himno de la indianidad. Y más tarde, en tiempos del primer peronismo, fue perseguido y encarcelado por su afiliación al Partido Comunista, que declinó años después. En 1949 buscó un aire nuevo en tierras europeas, donde logró el cobijo artístico de Edith Piaf y encontró el éxito internacional.
La obra de Atahualpa se popularizó a nivel local en los años 60 con el impulso de Jorge Cafrune y Mercedes Sosa, quienes grabaron sus composiciones. Se trataba entonces de una figura incluso cobijada y aplaudida por el calor mediático.
Registró 325 canciones entre las que sobresalen “La alabanza”, “El arriero”, “Basta ya”, “Los ejes de mi carreta”, “Le tengo rabia al silencio”, “Piedra y camino”, “Viene clareando”, “Chacarera de las piedras”, “La hermanita perdida”, “Camino del indio”, “Zamba del grillo”, “Milonga del peón de campo”, “Luna tucumana”, “La añera”, “La pobrecita”, “La flecha”, “El alazán”, “Madre del monte”, “A qué le llaman distancia” y “Milonga del solitario”.
Fue clave el aporte como como co-compositora de varias de sus canciones su última esposa, la pianista y música francesa Antonietta Paule Pepin-Fitzpatrick (Nennete), madre de uno de sus hijos, Kolla Chavero. Atahualpa también alumbró a novela “Cerro Bayo”, luego tomada como guión para la película “Horizontes de Piedra” con papel protagónico del propio Yupanqui.
En 1992 viajó a Francia para actuar en Nimes, donde se indispuso y falleció el 23 de mayo. Sus cenizas fueron esparcidas en Cerro Colorado.
Hoy, a 110 años de su nacimiento, los más grotescos contornos chauvinistas de la figura de Yupanqui ya han sido despejados. El discurso tradicionalista fue erosionado, pero sin que necesariamente haya sido sustituido por otro. Se presenta, allí, en su obra, en su guitarra, una huella para cualquiera que quiera, como acuñó Mercedes Sosa, ofrecer canciones con fundamento.
(Con información de Télam)