Aunque en el país la muerte por enfermedad coronaria bajó, crecieron los factores de riesgo

Al mismo tiempo que bajo la mortalidad cardiovascular, aumentó la prevalencia de diabetes, obesidad y sedentarismo.

“Si bien en los últimos años el avance en los tratamientos médicos (medicamentos más intervenciones terapéuticas), sumado al control de algunos factores de riesgo, logró explicar una reducción en la mortalidad cardiovascular de origen coronario de los argentinos, otras condiciones predictoras de enfermedad coronaria como la diabetes, la obesidad y el sedentarismo fueron responsables de compensar en parte el beneficio observado”. La afirmación fue realizada por los autores del estudio IMPACT1, un modelo epidemiológico que, incorporando las modificaciones en los principales factores de riesgo poblacionales y el avance de los tratamientos médicos y quirúrgicos con eficacia demostrada, analizó el comportamiento de la mortalidad cardiovascular de origen coronario de los argentinos.

Las conclusiones del IMPACT, realizado con información de 1995 y 2010 (15 años de diferencia)  son una de las mayores novedades que se darán a conocer en el 45º Congreso Argentino de Cardiología, organizado por la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), que tendrá lugar desde este jueves 17 al sábado 19 en Buenos Aires. Entre otras, refleja que las tasas ajustadas de mortalidad cardiovascular por causa coronaria descendieron un 29,8 por ciento, disminución que la investigación atribuyó en un 49,9 por ciento a las mejoras en los tratamientos médicos y en un 32,9 por ciento a un mayor control de factores de riesgo como la hipertensión arterial, el colesterol elevado y el tabaquismo, mientras que el 17,2 por ciento restante no pudo ser explicado por el modelo.

Sin embargo, frente a esa alentadora disminución, en contrapartida se encontró un incremento de muertes debido al aumento de otras condiciones como la diabetes (9,4 por ciento), la obesidad ( 6,9 por ciento) y el sedentarismo (5 por ciento). 

“La mejora en los niveles de diagnóstico de la enfermedad cardiovascular, la introducción de nuevos fármacos y el desarrollo de mejores procedimientos quirúrgicos, sin lugar a dudas han contribuido a la reducción de 1 de cada 2 muertes esperables. Sin embargo, el IMPACT nos muestra la medida en que aquellos factores de riesgo cuyo incremento no logramos controlar, como la diabetes, la obesidad y el sedentarismo, contribuyeron a compensar en gran parte ese beneficio y a incrementar la mortalidad coronaria”, destacó Walter Masson, médico cardiólogo y co-autor del estudio IMPACT.

El IMPACT es un modelo epidemiológico de medición de mortalidad por enfermedad coronaria que analiza dos puntos en el tiempo considerando la mayor cantidad de información estadística disponible. En sus resultados muestra la diferencia de la mortalidad real versus la “esperada” y determina los elementos responsables de esas diferencias. La variable de resultado fue el número de muertes prevenidas o pospuestas (MPP) por enfermedad coronaria entre los años 1995 y 2010. El cálculo se realizó a partir de las tasas de mortalidad por enfermedad coronaria obtenidas de la Dirección de Estadísticas e Información en Salud (DEIS).

Se calcularon las muertes por enfermedad coronaria esperadas para el año 2010 estratificadas por edad y sexo, si las tasas de mortalidad del 1995 se hubieran mantenido sin cambios. Luego, se les restó el número de muertes observadas en 2010, obteniendo el número de MPP. El modelo explica esta diferencia en la mortalidad. Participaron en su diseño y en la carga de datos especialistas del Hospital Italiano de Buenos Aires, de la Sociedad Argentina de Cardiología, de la Universidad de Liverpool (Reino Unido) y del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación.

En opinión de Martín O´Flaherty, profesor de la Universidad de Liverpool y co-autor del estudio, “afortunadamente, otros factores que incrementan el riesgo se han podido reducir en los últimos años, entre ellos, los valores de tensión arterial sistólica en la población que representa un avance en el abordaje de este factor de riesgo, lo mismo que el tratamiento del colesterol elevado, a partir de la introducción de las drogas de la familia de las estatinas en el período analizado. También contribuyeron a la reducción de la mortalidad coronaria los niveles de cesación tabáquica, aunque consideramos que su aporte en la reducción de la mortalidad coronaria podría ser mayor, por lo que hay mucho para trabajar”.

Si bien el modelo no explica los motivos de los cambios en los factores de riesgo, sino que expone la diferencia en la mortalidad, abre un abanico de nuevas preguntas. Teniendo en cuenta que los modelos de generación de la enfermedad y de modificación de los factores de riesgo son multicausales, los autores del trabajo extrapolan como ejemplo lo que sucedió con el tabaquismo. “La mejora encontrada podría deberse a que la investigación analiza dos momentos en el tiempo: 1995 y 2010, viendo la pendiente en descenso de la epidemia de tabaco, que es similar en todo el mundo. En los últimos años, el tabaco dejó de ser socialmente aceptado y esta tendencia fue acompañada por leyes que regulan su consumo”, sostienen.

“Este estudio aporta información de utilidad en diferentes niveles: a nivel asistencial refuerza la importancia de la práctica clínica en cuanto a la concientización de las personas respecto de su salud contribuyendo en la pesquisa de los factores de riesgo y en cuanto a la optimización de los recursos terapéuticos disponibles para mejorar la evolución de los pacientes con enfermedad coronaria. A nivel de las políticas de salud, el valor aportado por el IMPACT se da en el contexto de la generación de políticas para la promoción de la salud, brindando información local y nacional para la toma de decisiones. Asimismo, éstas impactan en otro nivel, el de la sociedad, ofreciendo oportunidades de autonomía en el cuidado de la salud”, afirmó por su parte Jimena Vicens, epidemióloga, también co-autora del Estudio IMPACT y encargada de compartir los resultados con sus colegas en una sesión especial durante el Congreso.

“Los resultados arrojados nos cuestionan la efectividad de las medidas que estamos llevando a cabo en prevención de la obesidad y la diabetes, principalmente en el modelo nutricional y en intervenciones alimentarias a nivel poblacional. Son valores concordantes con el alarmante incremento del sobrepeso que muestra la última Encuesta Nacional de Factores de Riego, e invitan a la reflexión urgente tanto de la Red en Epidemiología Cardiovascular, como de los demás actores de la sociedad”, agregó la epidemióloga Silvana Figar, otra de las integrantes de la investigación.

Entre 1995 y 2010, la tasa de mortalidad por cardiopatía isquémica en mayores de 25 años (ajustada por edad y sexo a la población argentina de 2010) descendió de 121 a 85 en 100.000 habitantes. Dicho hallazgo representó un descenso del 29,8 por ciento. En valores absolutos, en el año 1995 hubo 20.642 muertes por enfermedad coronaria sobre un total de 18.514.406 habitantes mayores de 25 años, mientras que en el año 2010 se registró un total de 19.498 muertes en 23.052.563 habitantes. Esto significó una reducción de 8.500 muertes prevenidas o pospuestas (MPP) que según las conclusiones del IMPACT se distribuyen de la siguiente manera: 49,9% se debió al cambio en los tratamientos, 32,9 por ciento a modificaciones en los factores de riesgo (descontando el efecto debido a los tratamientos) y 17,2 por ciento no pudo ser explicado por el modelo.

La mejora en la presión arterial sistólica (34,6 por ciento), el colesterol (12,8 por ciento) y el tabaquismo (6,8 por ciento) explican el 54,2 por ciento de las MPP. Sin embargo, el aumento de las prevalencias de otros factores de riesgo como diabetes, obesidad y sedentarismo representó un exceso de 1.814 muertes (-21,3 por ciento), sobre las que se hubiesen esperado de no incrementarse estas condiciones. Por lo tanto, al tener en cuenta la totalidad del conjunto de factores de riesgo, el modelo asigna solo 2.794 MPP, lo que da 32,9 por ciento.

“Lo que este estudio evidencia es que el mejor control de algunos factores de riesgo aportó a la disminución de la mortalidad coronaria y eso nos muestra que vamos por un buen camino, aunque deberíamos mejorar aún más. En contrapartida, otros factores de riesgo que están empeorando nos hacen reflexionar sobre lo mucho que tenemos por trabajar para revertir la tendencia”, reflexionó el Masson.