Gabriel García Márquez es el escritor colombiano de mayor renombre de la historia. En el día de hoy se cumplen cinco años desde que el mítico escritor pasara a la inmortalidad. Gabo dejó uno de los legados más ricos a la literatura de su país y de la región. El escritor que revolucionó la manera de hacer literatura, saltó a la cima del estrellato del mundo de las letras gracias a su novela “Cien años de soledad”
Aquella obra maestra que vio la luz por primera vez en 1967 editada en Buenos Aires por Francisco “Paco” Porrúa, un editor español que vivía en la ciudad y trabajaba en la editorial Sudamericana. El editor quedó fascinado ni bien leyó el manuscrito de esta novela y así se lo hizo saber al periodista y escritor argentino Tomás Eloy Martínez. “Tienes que venir ahora a mismo a mi casa y leer un libro extraordinario. Es tan delirante que no sé si el autor es un genio o está completamente loco“.
Si bien Porrúa no dudaba de la calidad de la novela, Gabriel García Márquez tenía sus dudas al respecto. Dudas que el propio autor expresó en una sentida carta que le envío a un amigo: “Cuando leí lo que llevaba escrito tuve la desmoralizante impresión de estar metido en una aventura que lo mismo podía ser afortunada que catastrófica“.
Es por ello que Gabo se propuso aplacar esas dudas directamente con el público lector. Un año antes de publicar la novela se encargó de entregar siete capítulos de la novela en distintos diarios y revistas que circulaban en aquella época por más de 20 países.
Los capítulos cayeron por años en el olvido. Puesto que se creían que eran iguales a los que finalmente aparecerían en la primera edición de la novela en 1967. El misterio se incrementó tras la confesión del propio escritor, quien aseguró que luego de recibir la copia impresa del libro, se había encargado de quemar y destruir todos los manuscritos.
Sin embargo, y gracias a los archivos de alguno de esos diarios, se ha logrado comprobar cambios importantes entre los capítulos originales y los que luego vieron la luz un año más tarde. Cambios en la estructura, la narrativa, el lenguaje e incluso la descripción de los personajes y la ambientación son alguno de las modificaciones que pueden apreciarse en esa primera versión de la obra maestra de la literatura universal.
Las casas de Macondo, por ejemplo, no eran “de barro y cañabrava” como en la edición final, sino simplemente de “adobe”. Se notaba que Gabo andaba en la búsqueda de un lenguaje más preciso.
El primer capítulo apareció en la prensa el 1 de mayo de 1966 en “El Espectador” de Bogotá, cuando aún le restaban tres meses para concluir con “Cien años de soledad”.
Otra de las modificaciones de las que estos manuscritos dan cuenta se relacionan con la construcción del argumento y la estructura de la novela.
Por ejemplo, en la edición definitiva de 1967, la acción destructora de las termitas que anuncia el declive de la casa de la familia Buendía se describe hacia el final de la novela. Sin embargo, en el capítulo que García Márquez publicó en el mencionado periódico, “el comején socavaba los cimientos de la casa” no bien iniciaba la novela. Gabo decidió modificarlo puesto que se dio cuenta que al mencionar a las termitas tan al comienzo de la trama, le quitaba dramatismo acerca del futuro de decadencia que acaecería sobre los Buendía.
El hallazgo de estos capítulos hace ya algunos años es un tesoro inigualable puesto que permite al lector adentrarse al trabajo de la mente maestra de la literatura latinoamericana. Permite observar, de primera mano, el arduo trabajo que García Márquez le puso a lo que sería su obra culmine. Obra maestra que Gabriel García Márquez le regaló a la humanidad.