El libro “La calle de los cines” reúne 18 películas imaginadas por su autor, Marcelo Cohen, que invitan a experimentar la ceremonia de ver películas en pantalla grande y fuera de casa, en tiempos de series y plataformas digitales que sugieren a cada cliente qué mirar, como parte de “un rito vacío de placer“.
En esta obra se plantea la idea de que ya no se acude a ese ritual gozoso, donde “a oscuras en una butaca uno se concentraba un buen rato en asuntos de otros“, porque el público “se tragó el embuste” de que “una gestión estricta de uno mismo puede dar una bonanza sin baches“.
Autor de ensayos, novelas y director de la revista digital Otra Parte junto a su esposa, la crítica, narradora y guionista Graciela Speranza, Cohen dialogó con Télam sobre esta nueva ficción.
“Quise rehacer algo de lo que se vivía en mi juventud cuando a lo largo de cuatro cuadras de la calle Corrientes había no menos de quince salas, los viernes y sábados la mayoría repletas y durante la semana uno podía salir de una película, tomar algo y meterse en otra muy diferente; o en las funciones de hasta tres películas de los cines barriales”, cuenta.
Y, “como siempre me gustó contar y que me cuenten películas, pensé que escribir historias de todo tipo, cuentos con formas variadas (algunos en verso) que crearan la sensación de estar viendo cine”.
Cohen cuenta como fue el proceso creativo detrás de cada película. “La base de la imaginación son la realidad y la memoria“, afirma. “No pensé en ninguna película en especial para ningún cuento. Son todas ideas de ficción literaria, películas a la fuerza: basadas en realidades y fantasías de directores también de fantasía”
Además, en la entrevista el autor reflexionó sobre el papel de la literatura. “La idea de que la literatura no tiene nada que ver con la experiencia ni con una supuesta verdad es demasiado radical y casi una excusa“, sostuvo. “Yo creo que para un módico bienestar, incluso para una ética, es necesaria una dosis de negación que impida que la existencia sea insoportable.
Claro que la negación implica que la vida de un ser consciente puede ser insoportable, porque sabe que va a morirse. Me da la impresión de que por esa rendija entraron, en historias más bien satíricas o humorísticas, momentos de aflicción, de mal humor, melancolía y un deseo de comprensión que a veces uno se reprime por miedo al ridículo. Tampoco es que me guste ponerme sombrío, amargo como los viejos idiotas”
Finalmente, Cohen definió al cine como “un placer íntimo, incluso de hermetismo sentimental, pero a la vez una forma de sociabilidad, vida pública; de ciudadanía. (…) Todo, la información previa, la lectura de reseñas y hasta de chismes sobre la filmación o los artistas, la experiencia de la película, el rumor del ambiente, el trance arrobado o el disgusto, la oscuridad y de pronto las luces, la salida al mundo, la conversación…
El video, el DVD y la repetición de espectáculos pochocleros por parte del poder de Hollywood culminan en las plataformas para pantalla casera que indican qué le gusta y conviene ver a cada cliente como rito vacío de placer. Es más cómodo aún si se ven series y, como entre tanta oferta a veces aparece algo de Hong-Sang-Soo, de Maren Ade, Hanecke, uno se adapta.
Sigue yendo al cine, con todo, porque el mero hecho de entrar en esa escena lo reanima, y porque tiene la sensación de estar alentando un arte ya reducido, antiguo e incomparable”
FICHA TÉCNICA:
Título: “La calle de los cines”
Autor: Marcelo Cohen
Sinopsis: Un hombre llamado Marcelo Cohen, nativo de Onzena –una de las tantas islas que conforman el Delta Panorámico–, decide compartir con los lectores algunas de las películas que más lo han impactado. Lo hace por amor al cine, por supuesto, esa “escuela práctica de la vida”, pero también para darse el gusto de narrar por narrar.
Y es tal su don que puede contar cualquier historia que se proponga, como el descubrimiento de la pasión por una parejita prehistórica, el efecto liberador de una catástrofe en la vida de una mujer que creía tener todo bajo control o el duelo moral y amoroso entre un renegado justiciero y una detective vieja y perspicaz.
Los dieciocho relatos que integran este libro no solo son una galería de películas imaginarias sino también un fenomenal despliegue de géneros, tramas, asuntos y personajes, de ideas, procedimientos y emociones, en la mano de uno de los grandes insubordinados de la prosa que nos domina. Pocos conocen tan íntimamente las palabras como Marcelo Cohen, dueño de un estilo de cuño propio que reúne elegancia y juego, precisión y lirismo, además de una imaginación singular. La calle de los cines es una invitación a volver a experimentar el disfrute, el asombro y la admiración que despierta la mejor literatura.
Editorial: Sigilo
{Télam}