Durante la Guerra Fría, la intervención de los servicios de inteligencia estadounidenses tuvieron una influencia determinante en la expansión del arte abstracto. Esta es lo que queda revelado en el libro ArtCurious: Stories of the Unexpected, Slightly Odd, and Strangely Wonderful in Art History (Historias de lo inesperado, un poco extraño y extrañamente maravilloso en la historia del arte), escrito por la curadora Jennifer Dasal.
Durante los años de Guerra Fría, la CIA utilizó al arte abstracto, según Dasal, tanto para promocionar la libertad de expresión estadounidense como para mantener invisibilizados a los artistas vinculados al comunismo.
El libro cuenta, por ejemplo, con el testimonio de James Jameson, ex agente de la CIA, quien reveló la utilización del arte abstracto no era una tarea sencilla para los agentes del servicio de inteligencia debido al “poco respeto” que los artistas tenían por el gobierno estadounidense. Según Jameson, muchos de los referentes del abstraccionismo, como Bernett Newman, se identificaban con el anarquismo y a la CIA le costaba convencerlos para que colaboraron con la agencia gubernamental.
Según Dasal, la CIA se mantuvo a una cierta distancia de los artistas. En cambio, la estrategia fue tejer sus redes en fundaciones, grupos de artistas y, fundamentalmente museos.
De acuerdo con la publicación, el museo más involucrado en los planes del Congreso para la Libertad Cultural fue el Museo de Arte Moderno (MoMA) en la ciudad de Nueva York.
El MoMA realizó algunas de las exposiciones más grandes y exitosas de lo que la CIA consideraba como “propaganda psicológica”, y que incluyó la histórica exhibición de 1958-59 “The New American Painting”. Aquella muestra incluyó obras de Jackson Pollock, William Baziotes, James Brooks, Arshile Gorky, Adolph Gottlieb, Philip Guston, Grace Hartigan, Franz Kline, Bernett Newman, Mark Rothko, Theodoros Stamos, entre otros. Sin embargo, ninguno de ellos habría conocido el fin último que se escondía tras sus obras.
La exhibición viajó durante un año consecutivo, visitando prácticamente todas las ciudades importantes de Europa Occidental, incluidas Basilea, Milán, Berlín, Bruselas, París y Londres.
El vínculo con la CIA se dio a través de la Farfield Foundation, una organización supuestamente benéfica, pero que en realidad era una rama más del Congreso estadounidense para la Libertad Cultural. De esta manera, la relación entre la CIA y el MoMA nunca fue “oficial”. Como todo en la Guerra Fría.