Ya puede visitarse la muestra “México moderno. Vanguardia y Revolución” en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) con curaduría de Victoria Giraudo (Malba), Sharon Jazzan y Ariadna Patiño Guadarrama (Munal).
Con el eje puesto en las vanguardias revolucionarias del arte en México moderno, no es casual que esta muestra haga su aporte en el marco de los 100 años de la Revolución Rusa, con una mirada latinoamericana.
Hasta el 19 de Febrero de 2018 se podrán recorrer los salones del MALBA, dedicados a más de 170 piezas emblemáticas de más de 70 artistas, incluyendo a los más grandes maestros del período: Frida Kahlo, Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Leonora Carrington, entre otros.
Según la curadora Victoria Giraud: “Si bien el muralismo es un referente primordial del periodo, y la exposición incluye algunos ejemplos de pintura monumental transportable, buscamos también indagar en los múltiples mecanismos de interrelación y sinergia que se dieron entre las diversas manifestaciones culturales de la época. Por lo tanto, se exhiben propuestas emergentes de la literatura, la música, el cine y la cultura en general, que son vitales para la comprensión de las artes plásticas del periodo en un contexto amplio”.
La muestra está organizada según cuatro núcleos temáticos que permiten profundizar en los aspectos que estos movimientos han desarrollado sus quehaceres y se han insertado en distintas disciplinas y paradigmas del arte universal, interviniendo y modificando paradigmas en distintos ambitos, según las particularidades y especificidades de la cultura e historia mexicana de esos años, y las politicas publicas y cambios sociales propios de la región:
Modernidad cosmopolita
Esta sección presenta ejemplos del simbolismo finisecular, seguidos de otros relacionados con la configuración del modernismo cosmopolita mexicano, dentro del cual se destaca uno de los movimientos más activos, anti-institucionales y plurales: el estridentismo, planteado como “vanguardia actualista” que adoraba el futurismo de la urbe y que, con un manifiesto publicado en 1921, hacía un llamamiento a “crear y no copiar” modelos ajenos.
Revolución social
Esta sala se inicia con la obra de Francisco Goitia, uno de los precursores del modernismo, quien experimentó la violencia de la Revolución en carne propia y luego la relató en bocetos y fotografías de murales, y comprehende algunas obras fundamentales de los grandes maestros que retratan la problemática político-social del período.
Las reivindicaciones sociales influyeron fuertemente en la estrategia política educativa y artística de su Secretario de Cultura, José Vasconcelos, cuya gestión tuvo como objetivo consolidar la identidad cultural mexicana.
Gracias a sus políticas, la pintura mural del país adquirió trascendencia y calidad universales, en parte porque contó como soporte con los edificios de la nación, alejados de los museos elitistas, en los que trabajaron pintores mexicanos y extranjeros como Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro, Xavier Guerrero, Jean Charlot (francés), Carlos Mérida (guatemalteco) e Isamu Noguchi (japonés), entre otros.
Cultura popular
En esta sala se ven ejemplos relacionados con la búsqueda identitaria a través de elementos populares, relativos al indigenismo y a lo “auténtico” mexicano, que se reivindicaron para plantear una modernidad extendida a todo el país, y ya no solo en la capital.
En estas obras se observa la manera en que las raíces aborígenes impregnaban las festividades populares y el sincretismo religioso, que mixturaba los rituales paganos con los católicos: los carnavales, el culto a la muerte, las danzas, el folclore, las máscaras y los trajes típicos de los diferentes pueblos como símbolo mexicano, lo telúrico en el alma de los antepasados y el “espíritu” de la nación en relación con la historia cultural del país.
Experiencias surrealistas
El surrealismo fue un movimiento literario y plástico que proponía revolucionar la experiencia humana al rechazar la visión racional en pos de la expresión auténtica y automática del inconsciente (incluidos los sueños), fuera de toda preocupación estética o moral. Pero la situación en México era muy diferente de la de otros países, ya que este tipo de expresión, auténtica, desprejuiciada y casi salvaje, existía allí desde épocas ancestrales.
En 1938, desde territorio mexicano, el propio Breton afirmó: “México es el país más surrealista del mundo”. Poco después llegarían para quedarse un grupo de artistas e intelectuales surrealistas que huían de Europa a causa de la Guerra.
Remedios Varo y Benjamin Peret, Leonora Carrington, Wolfgang Paalen y Alice Rahon, José y Kati Horna, Gunther Gerszo, entre otros, descubrían un país que incitaba a la exploración del inconsciente y en el que afloraba un arte poderoso y mágico. Así, en una fusión entre lo europeo y lo autóctono, el surrealismo se convirtió en una alternativa al muralismo nacionalista.