Buenos Aires se ha convertido en el epicentro del mundo. Con la realización de la cumbre del G-20, el gobierno argentino capitaneado por Mauricio Macri intenta proyectar confianza al mundo.
La cumbre del G-20 no es ajena al torbellino político que atraviesa el gobierno argentino. Uno de los aspectos más apuntados es el tema de la seguridad. Pero éste no es el único foco de las críticas.
Luego de un fin de semana bochornoso por los incidentes sucedidos en las inmediaciones del estadio de River Plate en el marco de la histórica final de la Copa Libertadores de América con su clásico rival, las críticas no han parado de llover.
A los vergonzosos y repudiables hechos del sábado pasado se le suma el asalto que sufrió en el día de ayer un diplomático canadiense en la zona de Puerto Madero. John Kirton tuvo un duro descargo en la red social twitter. “Asumí que Argentina iba a hacer más para asegurar su Cumbre”, lamentó
Dejando el aspecto de la seguridad de lado, hay otros factores que despiertan las críticas de los detractores del G-20.
Importante es conocer los sectores de los que provienen las críticas. Movimientos progresistas, de izquierda, ecologistas, sindicatos y distintas universidades enarbolan la bandera de “No al G-20”.
Entre el pedido de “Fuera el G-20” se observan otras consignas. Entre el rechazo al FMI y a la figura de Donald Trump, se repudia el ajuste y el presupuesto del gobierno de Cambiemos.
Los argumentos en contra parecerían ser disparados más bien contra el modelo económico que la cumbre expresa y a los personajes que la integran más que al G-20 como tal.
Como antecedente cabe destacar la IV Cumbre de las Américas. Recordemos que en el año 2005, los principales líderes del continente se reunieron en la ciudad de Mar del Plata. Esta cumbre significaría un quiebre en la política exterior sudamericana. Argentina, Bolivia, Brasil y Venezuela fueron los principales interlocutores del No Al ALCA. Un intento de los gobiernos canadiense y sobre todo norteamericano para lograr el Área de Libre Comercio de las Américas.
En la mencionada cumbre, en sintonía con lo que ocurre al repudio de la figura de Donald Trump, George W. Bush, estuvo en el ojo de la tormenta como consecuencia de las guerras de Irak y Afganistán.
En política latinoamericana se dice que los gobiernos de la región, sobre todo los sudamericanos, oscilan en forma de péndulo. Mandatarios de cuño progresista son sucedidos por partidos políticos más conservadores. Y es en este sentido que deben entenderse la contracumbre organizada por CLACSO la semana pasada y las furibundas críticas que recibe el gobierno de Mauricio Macri por la participación en la cumbre del Grupo de los 20.
Es imposible comprender las críticas de los “anti G-20” sin tener en cuenta el contexto sociopolítico y económico que atraviesa nuestro país.
Si bien durante las reuniones es probable que continúen las conversaciones sobre acuerdos preferenciales de comercio -sobre todo aquel que ha quedado por el momento estancado entre el Mercosur y la Unión Europea- la agenda de temas a discutir dista mucho de ser puramente económica.
Con los ánimos caldeados, la población percibe esta cumbre de manera negativa. En períodos donde el cinturón aprieta, las miras de los argentinos están puestas más bien en situaciones más acuciantes. Poco le interesa al común de la población la agenda internacional, cuando el gobierno parece no saber dar respuesta a los reclamos más elementales.
Si a eso le sumamos los caos del tránsito y las restricciones para circular, queda claro por qué la cumbre no despierta simpatías entre los argentinos.