EL MACBA inicia su año

Pinturas, fotografías, instalaciones, obras cinéticas y lumínicas, esculturas, videos e instalaciones en sitios específicos, se encuentran dispuestos por toda la superficie del museo.

La muestra “Pensar en abstracto”, compuesta por 50 obras que proponen reflexionar sobre el arte y su contexto desde una mirada abierta y alejada de solemnidades, abrió hoy la temporada 2017 del Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba), la primera actividad que se realiza bajo la nueva dirección del museo, a cargo Jimena Ferreiro.

Pinturas, fotografí­as, instalaciones, obras cinéticas y lumí­nicas, esculturas, videos y site-specifics dispuestos por toda la superficie del museo -desde la fachada vidriada a los interiores de concreto- dialogan bajo la curaduría de Rodrigo Alonso en torno al valor de la geometrí­a como herramienta de investigación, de análisis e incluso acción social.

Obras de artistas emblemáticos como Marta Minujín o Rogelio Polesello, entre otras 30 piezas de la colección Macba-Fundación Aldo Rubino y unas 20 de jóvenes que no pertenecen a la colección, evidencian que la abstracción es tanto una práctica formal como “un terreno de producción de pensamiento que puede expandirse hacia la vida cotidiana”, explica a Télam Alonso.

Con la idea de desempolvar la colección del Macba -guarecida desde hace tres años de la mirada del público en los depósitos del museo-, Alonso recuperó de entre 200 obras el medio centenar de piezas que hasta el 20 de julio se exhiben en avenida San Juan 328, pleno barrio porteño de San Telmo.

“Un museo es un espacio didáctico que puede facilitar el aprendizaje a sus visitantes y hay artistas en esta muestra que lo plantean muy claramente, como Amalia Pica, quien hizo la instalación de una performance donde la gente produce combinaciones a través de las cuales genera procesos de socialización. Una idea muy clara de que la abstracción es una especie de metáfora de la construcción social”, aporta Alonso.

La muestra tiene como preámbulo el mural con el que Diego Mur intervino la fachada del edificio, inaugurando uno de los programas con que la nueva gestión aspira a “afianzar los vínculos con la comunidad y hacer del museo un espacio abierto e inclusivo, que invite a participar de sus actividades y promueva el pensamiento crítico”, señala Ferreriro.

“El mural es reversible -indica Mur-. Pensado para experimentar el interior y el exterior del edificio en simultáneo, fue diseñado como es un sistema de estructuras que avanzan sobre el vidrio alterando la percepción espacial”.

Se trata de una serie de formas geométricas que desde el ventanal del primer piso parecieran jugar con las pintadas de la escuela de enfrente, cuyos alumnos “a partir de abril tendrán pase libre al museo todo el año, en el marco de una iniciativa llamada ‘Cruzar la calle’”, aporta a su turno Pía Landro, directora del Departamento de Educación del museo que este año celebra su quinto aniversario.

Organizada en torno a cinco temas concentrados por salas, “la planta baja articula dos nociones -retoma Alonso-. Una histórica,
relacionada con la construcción y deconstrucción de sistemas y representada por Juan Melé, Alejandro Puente y Sergio Avello; y otra centrada en la expansión de lo abstracto al campo social a través del diseño, con obras de Luis Wells, Andrés Sobrino, Julia Masvernat y Polesello”.

“En el primer piso el tema son las combinaciones posibles dentro de la abstracción”, continúa. Ahí se encuentra la obra de Pica y en torno a ésta se exponen combinaciones formales y cromáticas de Manuel Álvarez, Germaine Derbeq, Graciela Hasper, Carola Zech, Marcolina Dipierro y Juane Odriozola”.

El curador avanza con el recorrido y señala que “el primer subsuelo habla de cómo la línea construye espacios reales y virtuales”, de mano de Daniel Joglar, Christian Wloch, Inés Raiteri, Martí­n Pelenur, Mariano Vilela, César Paternosto, Ary Brizzi y Mariano dal Verme.

En tanto que el último nivel “tiene que ver con el terreno tecnológico cooptado por la abstracción geométrica, a partir de obras más inmateriales, como fotografía, video e instalaciones lumínicas”, repasa.

Ahí Minujin trasciende la superficie pictórica a través del video y Karina Peisajovich ensaya modulaciones cromáticas con su “Máquina para hacer color”, junto a piezas de Arturo Aguiar, Marcolina Dipierro y las cajas de luz del joven artista chileno Benjamin Ossa.

Esta muestra no contará con textos institucionales ni curatoriales, sino con textos visuales, mapeos que permiten combinar intereses y temáticas diversas para que el visitante pueda diseñar su propio recorrido, “en sintonía con el objetivo de interpelar distintos públicos: adultos, artistas, escolares, universitarios, residentes del barrio o turistas”, remarca Landro.

“Queremos que el museo no sea solo un difusor de información, sino un proveedor de conocimiento y comprensiones que pongan en juego el pensamiento crítico del visitante, por eso estamos generando otros dispositivo de intervención”, puntualiza Landri.

(Télam)