“Tu Vincent, con amor” es el título de una muestra que acaba de inaugurar el Museo Van Gogh de Ámsterdam (y que puede verse online), con cuarenta de las 820 cartas escritas por el artista postimpresionista que la galería nunca había mostrado por su sensibilidad a la luz, la temperatura ambiente y el desgaste que podría provocar moverlas.
Ahora, gracias a la poca circulación de visitantes debido a los protocolos que rigen por la pandemia de coronavirus, el museo pudo sacar el material de sus depósitos para mostrarlo al privilegiado público.
Estas frágiles piezas, con una agraciada y adornada caligrafía, contienen detalles inéditos sobre la vida del artista y sus pinturas. La correspondencia del pintor, en su mayoría enviada a su hermano Theo, además de mostrar detalles de su soledad, de su intimidad y algunas curiosas reflexiones, son un descriptivo derrotero de sus extensas salidas por Holanda del Sur, Brabante, Drente, Bélgica y el sur de Francia, cuando buscaba encontrarse a sí mismo en algún rincón, entre lienzos y pinceles.
Our exhibition ‘Your Loving Vincent’: Van Gogh’s Greatest Letters is currently closed. But we’re open online, every day. Help us to continue. Please donate: https://t.co/oR9ra2KbzA pic.twitter.com/zgReGcum90
— Van Gogh Museum (@vangoghmuseum) November 6, 2020
La periodista Imane Radiche, describe para el diario El Mundo cómo “alardeaban Vincent van Gogh y su admirado Paul Gauguin sobre cómo mataban el tiempo en Arles”, mientras soñaban con crear una comunidad de pintores modernos y utópicos en el sur de Francia, en una misiva que enviaron en 1888 a su amigo Emile Bernard: “Te vamos a contar algo que te interesará: hemos hecho algunas excursiones a los burdeles y es probable que volvamos a menudo a trabajar”, escribieron por entonces.
Los dos artistas contaron ilusionados los planes que tramaban desde la emblemática Casa Amarilla de Arles. “Un Van Gogh hiperactivo, casi maníaco, desilusionado y confundido, nervioso y deprimido”, describe en cambio la especialista en arte, y sostiene que Van Gogh convirtió la escritura en un salvavidas en el que se desahogaba con palabras, bocetos y dibujos.
“Estas cartas hablan de cosas con las que todos nos sentimos identificados estos días, lo recogen todo, desde la soledad, el amor, la amistad, la necesidad, la depresión, las tensiones”, destaca la conservadora del museo, Nienke Bakker, al diario El Mundo, sobre este tesoro de la pinacoteca.
Pero no solo habla de arte el artista en sus cartas, sino también de una mujer que había ejercido la prostitución y que fue su novia y lo dejó solo, “con necesidad de amor y con problemas financieros”.
Su hermano terminó manteniéndolo durante diez años, a cambio de que le enviara cuadros para que los vendiera en París, donde él ejercía como marchand de arte.
Una de las épocas más intensas y emotivas del artista fue 1888. Empezó esos días con apasionamiento, reflexionando sobre su obra para construir los cimientos del arte moderno, y terminó cortándose el lóbulo de una oreja en vísperas de Navidad. Había perdido la cordura y fue el principio de su decadencia, el comienzo del fin de uno de los artistas más admirados del siglo XIX.
Con la vista cansada, una letra apenas inteligible y un documento lleno de tachones, Van Gogh esbozó el 17 de octubre de ese año, unos días antes de la llegada de Gauguin a Arles, su dormitorio de muebles de pino, que convertiría luego en su famosa obra “El dormitorio en Arles”. “Quería expresar tranquilidad absoluta con esos tonos diferentes en los que el único blanco es la pequeña nota que da el espejo de marco negro”, escribió.
Las misivas estarán expuestas, hasta el 10 de enero, junto con el trabajo final esbozado en cada una de ellas. Van desde la primera que se conoce, escrita por un Van Gogh de 19 años que disfrutaba de unas prácticas como marchante de arte en La Haya, allá por 1872, hasta dos adquisiciones recientes: la conjunta escrita por Van Gogh y Gauguin y la que el pintor escribió el 9 de febrero de 1890 al crítico Albert Aurier.
(Con información de Télam)