La duda se repite entre los personas que sufrieron algún problema del corazón: ¿qué pasa con las relaciones sexuales? Muchas, sin embargo, no esperan una respuesta y, por miedo, abandonan su vida sexual.
Según la Organización Mundial de la Salud, la salud sexual es un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad, y requiere un enfoque positivo y respetuoso. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando las personas se sienten limitadas en su vida sexual por el hecho de tener una afección cardíaca? ¿Qué miedos y angustias aparecen y cuál es el impacto a nivel emocional y psicológico?
“Existen muchos mitos sobre las personas con afección cardíaca y sexualidad. Por ello, es muy importante que los cardiólogos habiliten al paciente a hablar sobre su sexualidad y respondan correctamente sus preguntas y las de su pareja”, señaló Carlos Sztejfman, médico cardiólogo y Secretario Científico del Consejo de Aspectos Psicosociales de la Sociedad Argentina de Cardiología.
La evidencia indica que la posibilidad de tener angina de pecho durante las relaciones sexuales representa menos del 5% del total de ataques anginosos sobre todo en individuos sedentarios que no hagan ningún tipo de ejercicio. Mientras que el riesgo relativo de padecer un infarto se incrementa 2,7 veces respecto a períodos de actividad no sexual y hasta en 4,4 veces si la persona es sedentaria. Es importante tener en cuenta que una relación sexual equivale a caminar enérgicamente o subir 2 pisos de escalera.
Este tema se abordará durante la 44° edición del Congreso Argentino de Cardiología, organizado por la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), que tendrá lugar en Buenos Aires del 18 al 20 de octubre y que es considerada la reunión científica más importante de habla hispana en el área cardiovascular y la cuarta en relevancia a nivel internacional.
“Durante las relaciones aumentan la frecuencia cardíaca y la tensión arterial, ambas de una manera muy leve durante los estímulos previos y el coito, con un mayor incremento durante el orgasmo. Luego de éste, tanto la tensión arterial como la frecuencia cardíaca vuelven a los niveles previos. Esto es igual en el hombre y en la mujer[5]. En el corazón enfermo, esta respuesta puede estar atenuada por el deterioro de la función de bomba del corazón o por el uso de medicamentos”, agrega Sztejfman.
Según indicó el especialista, si bien no hay edades determinadas donde la actividad sexual se limite por enfermedades cardiovasculares, los adultos mayores pueden tener más dificultades para la excitación y el orgasmo por razones médicas y/o emocionales, lo cual implica un esfuerzo suprior con mayor demanda cardiovascular.
“El corazón representa y simboliza en nuestra cultura occidental lo que tiene que ver con la vida y con el amor -Alix Utne, ex directora del Consejo de Aspectos Psicosociales de la Sociedad Argentina de Cardiología-. El impacto psicológico y emocional de tener una afección cardíaca es traumático, al punto de que el individuo se siente afectado profundamente. Luego de un evento o un diagnóstico cardiovascular, usualmente la persona pasa a ‘ser un paciente cardiológico’ para el sistema de salud y principalmente para él mismo. Al padecer una enfermedad algo se pierde y toda pérdida conlleva un dolor que habrá que elaborar. Saber que tienen una patología cardiológica a muchos les resulta restrictivo en su sexualidad, particularmente en las relaciones sexuales, sobre todo por desconocimiento. El miedo de tener un evento durante el coito es algo muy frecuente que puede generar ansiedad, tanto en los pacientes como en sus parejas”.
Para Utne, el problema en sí mismo no radica en que la sexualidad tenga que ejercerse bajo modalidades diferentes, a partir de ciertos límites, dado que los límites en un grado razonable los protegen. El problema, dice, sería que las personas se sientan limitadas, inhibidas y como consecuencia aparezcan síntomas psicológicos y angustia, tan habituales, particularmente frente a la desinformación. “Un aspecto a tener en cuenta, es que los concomitantes físicos de la angustia son muy similares a los síntomas cardiológicos: dolor de pecho, sudoración, mareos y disnea. La confusión y la falta de discriminación entre estas manifestaciones suele ser motivo de consulta en las guardias médicas, en medio de una crisis que produce más angustia aún. Estos hechos traen aparejado un efecto traumático que el paciente prefiere no repetir, disminuyendo u obviando así el acceso al ejercicio de su sexualidad”, afirma.
Uso del viagra
Respecto del uso del sildenafil (comúnmente conocido como ‘viagra’) al cual muchos pacientes recurren al momento de tener una relación sexual, los especialistas consideraron que “no se controla ni se hace un uso responsable del medicamento.” Es recomendable que cualquier persona que consuma éste u otro medicamento, y más aún quienes padecen una afección cardiológica, realicen la consulta con su médico a fin de que los oriente y les realice un examen de control. Existe la idea generalizada de que el sildenafil resolvería problemas de cualquier orden con respecto a la sexualidad, sin embargo, es importante destacar desde el punto de vista psicológico, que no estimula el deseo en personas que no lo tienen. Es un medicamento vasodilatador y, en relación a la disfunción eréctil, favorece la erección y/o su mantenimiento. Muchas veces, a nivel psicológico, funciona también como resguardo, dando una sensación de confianza y seguridad. No olvidemos de que la zona erógena por excelencia, es el cerebro”, resaltó Utne.
Ambos especialistas coinciden en que se puede llevar adelante una vida sexual plena aun teniendo una cardiopatía, con la consideración de lo que para cada uno signifique “sexualidad plena”. “Es fundamental charlar de estos temas en ambientes de confianza, con los partenaires, con las parejas, en la intimidad. En el ámbito de la salud, conversar con los profesionales médicos, sexólogos y psicólogos. Ellos les darán una información precisa, que despeje fantasías o evaluarán una eventual condición o patología, como la depresión, que podría estar interfiriendo u obturando la posibilidad de ejercer una sexualidad satisfactoria”, concluye Utne.