El Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) habilitó la venta de entradas para los espectáculos que conforman su 13° edición, la primera desde que se convirtió en una propuesta anual. Al igual que en 2019, el festival se desarrollará del 23 de enero al 1 de febrero y convertirá a la ciudad en un gran escenario.
El director artístico del FIBA, Federico Irazábal, conversó con Diario Vivo sobre la nueva programación enfocada a las problemáticas de género, los conceptos de teatralidad que abordarán las obras, y los proyectos que se desarrollaran con el programa Arte en Barrios, del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, y Artistas en residencia, propuesta que presentará un trabajo en proceso.
Diario Vivo: Desde hace varias ediciones que hay un interés en desarrollar lo interdisciplinario y corromper el formato tradicional de teatro. Como investigador de las artes ¿Qué mirada se tiene en la actualidad sobre un acontecimiento escénico? ¿Qué lugar toma el FIBA en relación al desarrollo artístico?
Federico Irazábal: El FIBA acompaña, desde la gestión pública, aquello que los propios artistas generan y que el público está en condiciones de consumir. Como evento organizado por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, busca jugar con propuestas que excedan lo teatral, pretende correr al teatro como espacio de montaje para vincularlo con un espectador que no tiene que asumirse como tal sino que de pronto es convertido por la propuesta. Todo lo que desarrollamos, tanto proyectos singulares como Maratón Abasto o la fiesta en el Casco Histórico, que son más generales, están en sintonía con encontrarse a ese espectador ocasional que salió por la ciudad y se topó con un evento artístico pensado para esa modalidad de consumo. De esta manera lo que ponemos en tensión es la noción de obra, en donde el espacio puede afectar al objeto artístico en sí como a la relación del objeto con el espectador. Hay proyectos en la calle que se desarrollan y el espectador elige cuánto tiempo se vincula, también está la sección Teatro de Frontera en la que sacamos al ámbito público una obra que fue estrenada en una sala porque, si bien el festival está pensado para salir a buscar un nuevo público, también está apoyado sobre una cuestión teórica que no es elitista sino que permite la posibilidad de un consumo más abierto y general.
DV: Mariano Pensotti es el director que dará inicio al festival, una experiencia que comienza en salas de cine y termina en el teatro ¿En qué momento aparece la posibilidad de coproducir una película que forme parte de la apertura y tome la misma importancia que un espectáculo?
FI: Hace más de un año que con Mariano Pensotti queríamos tener un estreno en el marco del FIBA, conversamos sobre cuál de los proyectos era el más pertinente para el festival y para él como artista y creador. Cuando me presentó “El público” me interesó mucho porque es el típico proyecto de Mariano y además conjugaba muy bien con la propuesta del FIBA: la capacidad de vincularse con un amplio número de espectadores que buscan pasar un buen rato pero que, al mismo tiempo, atraviesa enormes conceptos vinculados con las artes escénicas. La proyección cuestiona la coincidencia temporal y espacial de un grupo de ascensores con un grupo de espectadores. Mariano hace muchísimo que trabaja con la problemática narrativa en el teatro y su propuesta cuenta con una instancia de lo teatral que trabaja sobre la relación en vivo del producto artístico con un espectador pensado de manera colectiva. En ese sentido “El público”, como proyecto audiovisual, tiene mucho que ver porque pone en tensión lo performático.
DV: El año pasado el eje transversal del festival fue la migración e inmigración, en esta oportunidad aparece la necesidad de abordar el cuerpo individual y colectivo ¿Cómo se relaciona con los cuestionamientos sociales del momento?
FI: La discusión sobre el cuerpo es central, por eso el sistema curatorial de esta edición tiene que ver con políticas de género y de identidad, pero básicamente de lo que hablan las obras son del ejercicio coercitivo que se ejerce desde el poder dominante. Es un festival que incluye lo post binario desde la ideología de producción porque todas las obras abordan la definición de identidad ampliada: cómo se define un género en relación a un cuerpo o qué es lo que determina que un cuerpo sea femenino o masculino. En algunos espectáculos hay una clara definición de lo que el sujeto considera que es y el modo en el que se hace a sí mismo, y en otros deciden jugar más al borde. También me interesaba trabajar sobre la accesibilidad desde los determinismos que la cultura realiza sobre los cuerpos al otorgarle, de manera prejuiciosa, más potencia a algunos y restarles a otros. Pensar otras lógicas del cuerpo, como ocurre con “Gala”, la obra francesa en la que hay bailarines en sillas de ruedas, o como lo que produce la bailarina escocesa Claire Cunningham, que tiene una discapacidad motriz y pese a eso es bailarina, coreógrafa y toda su militancia la vuelca en su obra que gira en torno a la relación que ella establece con las muletas. Es decir que el festival pone eje en el cuerpo, y en las lógicas de cosificación de los cuerpos, para dar lugar a los propios artistas que resisten y mostrar que las cosificaciones carecen de sentido porque los límites están expandidos por la propia voluntad.
DV: La participación del programa Arte en barrios, desarrollada por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, dentro del festival, ¿promueve, además del consumo, el desarrollo del arte como una posibilidad laboral?
FI: El FIBA interactúa y dialoga de manera muy buena con Arte en barrios, un programa que va formando artistas con excelentes docentes profesores que trabajan desde la profesionalización. A nosotros nos interesa mucho y este año logramos un convenio para que “El arrebato”, obra coproducida con Arte en Barrios, FIBA y el Método Kairós, continúe con funciones una vez terminado el festival. Eso es un modo de profesionalizar, no con algo esporádico sino con un uso mancomunado entre distintas instituciones. Por un lado los artistas, que provienen de diferentes barrios, van a contar la historia de la música urbana atravesada por sus propias historias, y por el otro estamos generando una posibilidad de profesionalización para una enorme cantidad de artistas que de otro modo no hubieran tenido una posibilidad.
DV: ¿Qué continuidad tendrá dentro del festival el programa Artista en residencia?
FI: Largamos un proyecto con País Clandestino porque nos interesaba mucho generar este diálogo. Ahora vamos a mostrar, en un formato de trabajo en proceso, un proyecto que se va a estrenar en el FIBA 2021. En Argentina no es algo muy trabajado el concepto de artista en residencia, venimos atrasados en esta lógica y es algo que nos interesa muchísimo promover e investigar. Hicimos una residencia de artistas y gestores jóvenes en el Centro Cultural Recoleta, el año pasado estrenaron una obra pero fue algo más tímidamente, estamos trabajando para que forme parte de una política cultural. El proceso que se va a presentar es toda una novedad del FIBA, la directora está trabajando en Argentina hace más de un año, hicieron residencias en Tierra del Fuego, Bariloche, Jujuy, Canadá y Francia, el proyecto es seguir y estimular cada vez más la relación entre artistas y naciones dentro de un espacio creativo.