El final es en donde partí

A sus 75 años, la muerte de Emilo Disi como reflexión del cambio de un paradigma de contenidos que hicieron historia y representaron a una generación, pero no podrían repetirse

Emilio Roberto Parada, más conocido como Emilio Disi, falleció ayer en el Instituto Fleming del barrio porteño de Belgrano a los 75 años, víctima de un cáncer de pulmón contra el que venía luchando desde hace un año. Luego de haber velado sus restos en la noche de ayer y la mañana de hoy, sus restos fueron trasladados al Cementerio Jardín de Paz de Pilar.

Contrariamente a lo que sucede con algunos cómicos y humoristas de su generación y anteriores, Disi disponía de enorme información sobre el teatro clásico universal y era un hombre que podía mantener conversaciones profundas y documentadas porque, aunque pocos lo supieran, egresó del antiguo Conservatorio de Arte Dramático.

 

 

También es cierto que el tipo de cine, televisión y humor del cual se valió tantos años, hoy probablemente no pasaría el filtro coyuntural, de la mano de diversos planteos y cambios sociales que colaboran con la abolición de determinados géneros televisivos, o al menos, de determinadas formas de reproducirlos.

Sin embargo, como todo sujeto social, quizá pueda pensarse que su trabajo fue un producto prescripto por gran parte de un entorno que hasta hace no tanto, no se preguntaba siquiera qué era eso del patriarcado, del machismo, o no preveía la ola de denuncias por abusos y violencias, también, en el mundo de la tv.

Emilio Disi parte como un estandarte del humor de revista, ácido y figurativo, también consecuente siempre, con su modo de ser y hacer, cuyo entorno acompañó siempre, como profesional, como padrino, de un mundo y una generación que parece alejarse ya de los valores con los que se enraizaba la cena del domingo familiar, quizá, retirándose, justo a tiempo.

Nacido en el barrio porteño de San Cristóbal el 2 de enero de 1943 bajo el nombre de Emilio Roberto Parada, era hijo de los españoles José Luis Parada y Pura Yáñez, empleado municipal él y modista ella, y desde muy joven se sintió atraído por las luces de los escenarios, a los que accedía gracias a su hermano mayor, Pepe Parada, promotor y productor de espectáculos de revista, fallecido en 2003.

 

 

Hizo sus primeras armas en “Don Gil de las calzas verdes”, de Tirso de Molina, “Stéfano”, de Armando Discépolo, y “El discípulo del diablo”, de Georges Bernard Shaw, con dirección de Carlos Gorostiza. Ya famoso, en 1991 fue relator del cuento sinfónico para niños “Pedro y el lobo”, de Serguei Prokófiev, en el Teatro Colón.

“Un día hice una comedia, me gustó y seguí con eso, pero yo no le cierro la puerta a nada: ni a una obra dramática, ni a dirigir ni a producir”, había declarado para Télam, en una de sus entrevistas.

Si bien el público lo catalogó siempre como actor cómico con tendencia a lo popular -muchas veces en sociedad tanto en televisión como en teatro con quien fue su esposa durante 18 años, Dorys del Valle-, Disi sorprendió con algún trabajo fuera de su registro, como el extraviado mafioso que está a punto de violar a Andrea Tenuta en “La búsqueda”, el filme de Juan Carlos Desanzo rodado en 1985.

En esa tesitura, en 2014 interpretó al juez Morales en “Muerte en Buenos Aires”, de Natalia Meta, un papel absolutamente alejado del humor, y en “Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo” (2011), un fallido experimento del dúo Cohn y Duprat, donde personificó a un marido más que gris.

Su carrera en el cine comenzó a sus 25 años, cuando hizo un papel secundario en “Humo de marihuana”, de Lucas Demare; siguió con “Somos los mejores”, de Federico Padilla; y remató en 1969, cuando acompañó a Leonardo Favio y Susana Giménez en la musical “Fuiste mía un verano”, dirigida por Edy Calcagno.

En el difícil 1976 terminó de perfilar su identidad de comediante con “La aventura explosiva”, de Orestes Trucco, condición reiterada en “Los hijos de López” (1980), versión para pantalla grande del éxito televisivo de Hugo Moser, y en “Los reyes del sablazo” (1983), junto a Jorge Porcel y Alberto Olmedo.

 

 

Luego de “El telo y la tele” (1985), de Hugo Sofovich, llegó la saga comenzada con “Los bañeros más locos del mundo” (1987), junto a un elenco variopinto integrado por Berugo Carámbula y Gino Renni, entre otros, seguida por “Bañeros II, la playa loca” (1989), donde se agregó Guillermo Francella, y continuada años después por “Bañeros III, todopoderosos” (2006) y “Bañeros 4: Los rompeolas” (2014), ambas con elencos surgidos de las huestes de Marcelo Tinelli.

En la vorágine de producir películas con base en éxitos televisivos, los productores lo incluyeron en “”Brigada explosiva” y “Brigada explosiva contra los ninjas” (ambas de 1986) y “Brigada explosiva, misión pirata” (2007).

Y en títulos referidos a éxitos extranjeros y con guiones imposibles, como “Los matamonstruos en la mansión del terror” (1987), “Los pilotos más locos del mundo” y “Las locuras del Extraterrestre” (ambas de 1988), “Los extermineitors” (1989), y “Extermineitors II, la venganza del dragón” (1990), salvados en boletería sólo por Disi y sus compañeros de elenco.

Su filmografía continuó con trabajos un poco más refinados en “Todas las azafatas van al cielo” (2001), de Daniel Burman; “La pelea de mi vida” (2012), del director televisivo Jorge Nisco; “Fermín” (2013), con Héctor Alterio y Gastón Pauls; “Dulces noches de Buenos Aires” (2014), de Carlos F. Borcosque (h); el documental “Ulises, un alma desbordada” (2014), de Edy Calcagno; la fuera de época “Locos sueltos en el zoo” (2015), de Luis Barros; y “Soy tu karma” (2017), con Florencia Peña y Liz Solari.

 

 

En los teatros de la avenida Corrientes y en las temporadas veraniegas lo persiguieron títulos como “Mi mujer se llama Mauricio”, “¿Y dónde está el mafioso”, “Qué gauchita es mi mucama” o “La noche de las pistolas frías”, junto a piezas más rescatables como “El tenor”, “Operación Manos”, de John Chapman y Michael Pertwee, o “Querido señor New York”, de Bop Marret y Grant, en las que si bien las críticas nunca le fueron del todo positivas tuvo casi siempre formidables éxitos de público.

En TV compuso una exitosa pareja junto a Dorys del Valle, con quien protagonizó decenas de comedias y programas al estilo Los Campanelli; acompañó varios años a Susana Giménez en su sketch “Susana Spadafucile”; brilló en la tira cómica “Stress”, libretada por Juan Carlos Mesa, en las ediciones de la citada “Brigada cola”, con Fernando Lúpiz, en la poco delicada “Rompeportones” y en la serie cómico-musical “Los unicos”; y hasta participó en algunos episodios de “Casados con hijos”, junto a un Guillermo Francella con el que había estado muchos años distanciado.

 

(Con información de Télam)