Guillermo Cacace siente la satisfacción de que su intuición, finalmente, estaba en lo correcto. Cacace confirma, ahora, que la pregunta acerca de la actuación, sus límites y campos de acción -tema que lo ocupa hace tiempo incluso en estudios académicos- tiene una respuesta. La conclusión, dice el director de teatro, es que sí, todavía quedan formas de creación de ficción a explorar.
En estos días de confinamiento y distanciamiento social, Cacace docente en el IIUNA y EMAD, y responsable de los Laboratorios de Actuación y Dirección de Actores y de Apacheta Sala/Estudio, ve cómo Amor de cuarentena, una “experiencia sonora y visual exclusivamente por WhatsApp”, adquiere una dinámica propia.
Es a través del servicio de mensajería instantánea que la ficción encuentra su medio de transmisión: en el celular, cada persona que compra las entradas recibe el mensaje de audio de un antiguo amor, un o una ex que reconstruye una relación imaginaria, una vez por día, durante dos semanas. La experiencia también incluye la recepción de algunas fotos y canciones.
Dolores Fonzi, Jorge Marrale, Cecilia Roth, Leonardo Sbaraglia y Camila Sosa Villada ponen su voz en esta jugada novedosa, en la que cada oyente debe elegir quien quiere que sea su ex pareja.
Cuenta Cacace que todo surgió a partir de una nota periodística, que señalaba que en esta época de cuarentena, los ex regresaban a través de mensajes inesperados. Y que una broma sobre el tema entre el guionista Santiago Loza y el productor uruguayo Ignacio Fumero Ayo fue el disparador de lo que hoy llega por WhatsApp.
“A partir de eso Santiago empezó a escribir unos textos, ya fuera de chiste, muy hermosos, muy poéticos. No son textos extra cotidianos pero tienen un tratamiento que tiene que ver con su dramaturgia, con su sensibilidad, y me conectan. Yo vengo de hacer El mar de Noche y La enamorada con Santiago. Este es el tercer proyecto, nos llevamos bien, entonces Santiago me hizo la propuesta y finalmente yo me hago cargo de la versión argentina y de la española de Amor de cuarentena”, cuena Cacace sobre su aproximación al proyecto.
-¿La versión española tiene actores y actrices distintos a la versión argentina?
-La versión española va a tener dos argentinos que tienen mucho reconocimiento allá, Leo Sbaraglia y Cecilia Roth, y después sumamos dos actores españoles. Una ya está confirmada, que es Maria Valverde. Y estamos en tratativas con otro actor que está allá, casi 90 por ciento confirmado, pero todavía no puedo decir nada por las dudas que se caiga.
-¿Cómo te sentiste y qué te generó la dirección de un proyecto de este tipo?
-Yo tengo un camino y una pasión muy puesta en el teatro, pero paralelamente también hace mucho tiempo me propuse como proyecto personal estudiar la actuación como objeto de estudio en sí mismo. Desde siempre pienso que el actor del siglo 20 y del 21 se está formando para actuar, no para actuar en teatro puntualmente. Hace mucho que estudio, en mi propia tesis de doctorado, la actuación como objeto de estudio con un título que se llama “Campos expandidos de la actuación”, porque estoy seguro que hay campos no explorados todavía. Y este (Amor de cuarentena) es uno justamente. Investigo porque me parece que la actuación queda atrapada a veces en lo narrativo del teatro, de los audiovisuales y justo en esta época se materializa uno de los campos expandidos, que es algo con un predominio sonoro pero no es radio teatro. No, no hacemos teatro en WhatsApp, de la misma manera que no se hace teatro en televisión. Se hacen otras cosas que tienen que ver con registros audiovisuales o sonoro visuales. Entonces me encontré de repente en un estado, la verdad, muy placentero que era confirmar mi hipótesis que manejaba hace tiempo.
-¿Cómo fue el trabajo con el elenco?
-Fue muy placentero, distinto también, porque los primeros encuentros con el grupo de actores eran charlas telefónicas, o por Zoom, según la particularidad de cada uno de ellos y que era lo que les quedaba más cómodo. Y después fue un trabajo de escuchar casi 300 mensajes. 14 mensajes graba cada actor por cinco pruebas de mínima que hacía cada uno, más el material que se pasaba a edición y después volvía. Junto con el realizador audiovisual que me acompaña, Francisco Castro Pizzo, que es una maravilla, elegimos todo un back up de canciones y realizamos unos videos, porque a veces el ex te manda un audio pero te dice “te mando este video de lo que estoy viendo desde mi ventana” o “te mando esta canción que escuché que me hace acordar a cuando estábamos juntos”, etcétera. Entonces fue un volumen de trabajo muy fuerte.
-Se debate mucho ahora si trabajamos más en cuarentena que antes cuando no había. ¿Te paso algo así, que te viste trabajando…?
-Me pasó y me estresé bastante. Yo venía viviendo la cuarentena muy bien, simplemente con la contradicción de que estamos todos en peligro y sobre todo algunos sectores más que otros. Hasta sentía no con culpa pero sí con cierta contradicción el estar muy bien en épocas de cuarentena dando clases, estudiando, pero eso no me llevaba más de dos o tres horas de pantalla por día. Cuando se disparó Amor de cuarentena me encontré tapado de trabajo y recién ahora estoy volviendo al estado anterior. En mi caso hubo 15 días de cuarentena, al inicio, donde no hice nada, pero me decía “tendría que usar este tiempo para algo”, hasta que me di cuenta que no podía hacer nada y que había que entregarse un poco a ese vacío. Después de esos 15 días empecé muy paulatinamente a dar una clase, después dos y en estos momentos también estoy haciendo un taller también con gente de México. Después me convocaron de Brasil, de un concurso de dramaturgia de confinamiento y un día me di cuenta que tenía nuevamente esto que se llama la nueva normalidad, que sin salir de casa trabajaba hasta los domingos. De repente se generó una rutina de trabajo fuerte, que también está bien. Lo único que lamento es que no me queda tanto tiempo para leer o ver series o películas, que es una actividad que me gusta mucho.
-Los médicos en estos tiempos hablan de que la telemedicina no puede reemplazar a la entrevista personal, y que puede servir para cuestiones muy puntuales, tal vez algo muy urgente, pero que no la reemplaza. En el caso de la dirección de actores, el contacto, estar al lado del actor de la actriz o del actor, ¿puede ser reemplazado por algo a distancia?
-No, jamás, nada reemplaza a nada. Es muy simple, cuando llegó el cine hubo ciertas resistencias en algunas miradas, al decir “esto viene a reemplazar el teatro”. No. Se generó algo, un valor en sí mismo muy rico pero no reemplazó nada. El teatro sigue siendo hoy un acto que necesita de modo indiscutible de la presencia, entonces no puede ser reemplazado de ninguna manera por ninguna producción audiovisual. Ahora bien, hay producciones que decimos “ah, mirá lo que pasa acá”. Y ahora entonces estamos frente a algo nuevo que no es para mí ni mejor ni peor, es distinto. Vivimos en una sociedad que le gusta mucho hablar de mejor o peor y entonces nos perdemos la oportunidad de pensar la diferencia, lo distinto. Yo creo que lo conocido tiene que ver con lo presencial. Y entonces vamos a tender a decir “acá hay algo que no pasa” en el orden de lo presencial. Claro, no puede pasar, de ninguna manera. Pero pasan otras cosas. El problema es que con la pandemia no podés elegir y decir “la verdad que una clase en Zoom no me cabe”. Podés decir “no me cabe” pero en algún punto está acotado el margen de creación porque lo presencial está inhibido por una circunstancia real, atendible y atendible sin escapatoria.
-De alguna manera, es una constante hacer ese tipo de comparaciones entre cosas que no son comparables.
-Creo que nos falta un entrenamiento muy fuerte en poder pensar lo diferente por sobre lo mejor y lo peor. El pensamiento de lo mejor o lo peor genera incluso competencias entre las cosas. Los cines no pueden competir con el teatro, una clase de teatro en vivo no puede competir con una clase de teatro en Zoom. ¿Por qué? Porque son cosas diferentes. Entonces frente a lo que no puede ser esto arma una alternativa y uno descubre también otra formas de la presencia. La palabra que está más en boga es lo presencial, lo presente. Pero la verdad, asociar presencia con proximidad es un pensamiento muy rudimentario, porque yo mismo muchas veces si subo a un taxi y el taxista es una pesado o pesimista, no estoy presente, me ausento, desaparezco en un libro, en el celular o mirando por la ventana porque no quiero entablar un diálogo. Y eso lo pongo en lo cotidiano para no ir a un terreno de mayor exposición como puede ser el teatro mismo. He estado en una clase y he notado que a lo mejor por problemas personales o por lo que sea me ausento y me tengo que llamar a estar de nuevo ahí, siendo que dar clases es algo que disfruto y me apasiona y no lo hago por una obligación. Me refiero básicamente a que incluso en lo artístico ya había situaciones de gente que estando supuestamente presente por proximidad estaba ausente. Yo estoy viendo cosas en Zoom, en las clases o en ensayos con estos actores que han tenido una predisposición extraordinaria de trabajo donde se producen situaciones de presencia que hasta conmueven, emocionan.
Pero las experiencias de ficción mediada por dispositivos también están provocando nuevas dinámicas, efectos novedosos, o por lo menos llamativos, entre el público, dice Cacace. El director cuenta que reciben mensajes de gente que escuchan las canciones que les mandan los ex de Amor de cuarentena y bailan, o que por pudor escuchan los mensajes en el balcón, o incluso que sienten la presencia del actor o actriz en sus hogares. “Se da un juego de roles, la persona que está del otro lado pasa por un lugar más activo que en una obra de teatro, por momentos. Porque además como se les habla en primera persona, no hay un vocativo de género que discrimine entre hombre, mujer o cualquier identidad de género, entonces cualquiera se siente hablado en su primera persona, y pasan cosas muy simpáticas”.
-¿Qué se propusieron al lanzar Amor de cuarentena?
-En principio nos sedujo mucho la posibilidad de investigar qué podía pasar con esto, sobre todo porque había dos ejes. Un eje es lo que produjo Santiago en términos de literatura dramática, el lugar más noble. Pero después el celular, el WhatsApp, era el lugar más sórdido: de alguna manera el automatismo que representa la comunicación cotidiana, desarmarlo, desconfigurarlo y generar como un insert poético en un medio que no está destinado a lo poético, para mí fue un desafío muy interesante. Per sé, el Zoom, el Skype, las redes, por como las usamos, tienen muy poco de la posibilidad de generar un salto poético, un instante de ficción. Y a mí se me puso muy por delante generar otro tiempo. Acá recibís un WhatsApp que propone hacer una experiencia. Entonces de repente se desinstala otro automatismo, que tiene que ver con los ritmos cotidianos y un poco con la cantidad de información que, incluso en cuarentena, si no sabemos cuidarnos, nos abruma. De hecho, antes de empezar a mandar los mensajes, enviamos uno de bienvenida a la experiencia y recomendamos ponerse auriculares, no hacerlo mientras estás haciendo otra actividades, es decir, es como la posibilidad de crear un espacio distinto. Ese es mi primer propósito, generar un tiempo otro donde vivir una experiencia poética. Y a través de la voz, cosa que no es menor, porque hay una puesta en valor de la voz muy importante.
-En tiempos en que la gente se queja de los mensajes de voz, ustedes van por eso.
-¡Y las cosas que nos dice la gente de la voz! Son actores que tienen voces muy singulares, que pueden ser alojadas. Esta cosa que dice uno “¡uy, un audio de cinco minutos!”. Y acá es “quiero seguir escuchando más”. La gente nos pidió que abramos un mail para contarnos qué les pasa, porque cuando recibe el mensaje no los puede contestar porque se cortaría la ficción. De algún modo quieren conectar con el que les está escribiendo, aunque sepa que es un actor, es muy curioso esto. Entonces tuvimos que abrir hace poco un mail para recibir comentarios, una muy buena idea del público, y estamos enterándonos de la cantidad de cosas increíbles que le está pasando a la gente con esto, que no estaba para nada en nuestro horizonte de expectativas.
-Ya con la parte argentina realizada, ¿le encontraste un sentido nuevo a Amor de cuarentena? ¿Qué te sucedió una vez ya finalizada la producción?
-Esto es como un eterno work in progress, porque si bien terminó la parte de dirección de actores, tenemos todos los capítulos editados, sigo en contacto con la experiencia al escuchar qué es lo que le va pasando a la gente. En principio dentro del cierre de este primer ciclo lo que me quedan son muchas ganas de seguir investigando este formato, o formatos similares. Se me empiezan a abrir muchas situaciones. El otro día alguien contaba de un basquetbolista que le hace una videollamada a su mujer que estaba por parir y él estaba jugando no me acuerdo donde y cuando la mujer abre la videollamada ve que la están llevando a la sala de partos. Y él estaba en el entretiempo de un partido internacional. Y entonces yo me imaginaba que esa era todo un escena, el plano y contraplano, el plano de él transpirado, en un vestuario, buscando un lugar para ver en qué estaba la mujer que sabía que ya estaba por parir. Hay una cantidad de escenas que suceden en estos dispositivos, una videollamada de WhatsApp, de FaceTime, que pueden empezar a ser lugares que se transformen en soporte de la ficción. Entonces me quedo pensando en todas esas cosas después de la experiencia. Me quedo un poco entendiendo qué es lo que quería decir cuando aun sin saberlo hablaba de campos expandidos de la actuación.
-Un planteo lúdico: hace pocos días en Inglaterra anunciaron el hallazgo del teatro inglés más antiguo, de hace 500 años, que estaba en una granja y que la gente veía la obra de pie. ¿Qué te imaginás que van a decir los arqueólogos o historiadores de este momento en lo que tiene que ver con la creación de ficción?
-Yo imagino, dentro de muchísimos años a lo menor se van a encontrar con las experiencias que fueron menos efímeras. A mí me da la impresión que esto es tan efímero que a lo mejor es un material inhallable para los arqueólogos. Pero pongamos que se encontraron con algún celular, que lo pudieron hacer funcionar y rescatan estos audios. En la medida que esto no haya seguido sucediendo en el tiempo y entonces los arqueólogos digan “ah, miren en este estado rudimentario era lo que hoy sigue sucediendo”, porque triunfó este formato y después de la pandemia se siguió haciendo o tal vez haya otras pandemias y estos formatos en las pandemias tomen cierto auge, entonces los arqueólogos ya lo conocerán y podrán escuchar cómo fue su primer estadio en la evolución, cómo fueron los primeras veces de esto. Y después yo creo que los arqueólogos en general más allá del hallazgo de aquello que encuentran, un teatro sepultado bajo tierra de hace miles de años, creo que lo más interesante es qué piensa el arqueólogo sobre esto, qué reflexión se genera después para las ciencias humanas. Y creo que de alguna manera la reflexión que van a generar seguirá tendiendo que ver con “mirá, aun en las épocas más aciagas el ser humano siguió teniendo siempre la necesidad de encontrarse y buscó todas las vías para que estos encuentros se den”. Se restringieron las posibilidades de proximidad, una cantidad de posibilidades de estar juntos y la necesidad que está hasta en la etimología de la palabra religión, con religar, juntarse, congregarse, convocarse, seguía existiendo en esas épocas porque la gente empezó a inventar otras vías para estar juntos.