Con la obtención del Premio Nadal por su obra “Los crímenes de Alicia”, el escritor argentino Guillermo Martínez reconquista un territorio esquivo a la literatura latinoamericana. De las 75 ediciones que ha tenido el premio, solo cuatro autores del continente ganaron la distinción.
Además, Martínez reivindica la novela clásica de intriga. A la que define como “una forma más exigente que otras variantes del género, donde el lector está obligado a leer contra el autor”.
De esta manera, “Los crímenes de Alicia”, se llevó el premio más antiguo de las letras ibéricas y uno de los más prestigiosos. La novela retoma el escenario y los personajes de “Crímenes imperceptibles”, traducido a 38 lenguas y adaptado al cine por el español Alex de la Iglesia.
Con una impronta que resignifica las historias de Arthur Conan Doyle o Umberto Eco, la trama ideada por el autor de “Infierno grande” y “Una felicidad respulsiva” transcurre en Oxford. Una ciudad que el autor conoce muy bien ya que residió allí dos años tras doctorarse en Matemáticas.
“Los crímenes de Alicia” monta la intriga en torno al imaginario del autor británico Lewis Carroll. El genio creativo destrás de “Alicia en el país de las maravillas” es el disparador de una saga de crímenes que deberán dilucidar el profesor Arthur Seldom y su joven asistente.
Desde Barcelona, exaltado por el premio y todavía sin acusar recibo de las escasas horas de sueño, Martínez dialogó con Télam sobre las singularidades de esta novela. “Los crímenes de Alicia” propone un reposicionamiento del policial clásico. Luego de que éste palideciera en los últimos años frente a la novela negra y otras versiones díscolas que consagran el trasfondo social de la trama por sobre la pesquisa detectivesca.
“Como lector, sobre todo en la adolescencia, la felicidad más grande me la daban las novelas de enigma. Y cuando decidí escribir “Crímenes es imperceptibles” recuperé esa sensación de felicidad que tiene que ver con esa evocación nostálgica de los libros de Agatha Christie, Sherlock Holmes o algunos de los títulos del Séptimo Círculo. Siempre me interesó tanto la novela de enigma como la psicológica en la línea de Patricia Highsmith, una variante que exploré cuando escribí “La muerte lenta de Luciana B.”
Me parece que hay una especifidad muy interesante en la novela de enigma. Tiene que ver con un pacto mucho más exigente entre el lector y el autor. En la novela de enigma, el lector lee de algún modo contra el autor y no funciona la operación de seducción de los otros géneros. Por el contrario, acá el autor está en una confrontación de inteligencias con el lector.
Creo que hay algo del ilusionismo que tiene que estar presente en la literatura, por lo menos en la que yo más aprecio, algo que vaya más allá de las leyes de la razón. Borges hablaba en ese sentido de “la necesidad y la maravilla de la seducción”. Eso es lo que me atrae del género de enigma”
La obra coloca al lector en un estado de sospecha permanente. De esto mismo da cuenta Martínez:
“En el relato de enigma el lector tiene que encontrar por sí mismo los dobleces de los personajes: sospechar de todo. Hay como una especie de creación más personal del lector a lo largo de la novela. Así, el personaje que el autor presenta como simpático, el lector lo tiene que tomar como más sospechoso que cualquier otro y así sucesivamente. En fin, creo que hay todo un terreno por explorar o para redescubrir de la novela de enigma que quedó un poco oscurecido en los últimos tiempos con el auge del policial más duro”
Un libro que ofrece un personaje real como un disparador de un entramado de ficción.
“La novela explora qué es una biografía y cómo se leen los mismos hechos de acuerdo a las diferentes épocas. Hay un nivel en la historia que es una recreación de la paradoja que Borges expone en “Pierre Menard autor del Quijote”. Es decir, la misma frase del Quijote escrita por un autor contemporáneo significa cosas totalmente diferentes. Me interesaba mostrar cómo se despliegan los hechos de la vida, además del misterio en sí que tiene toda vida humana.
La escritora Rosa Montero dice que todos tenemos tres vidas: una pública, una privada y una secreta. En la novela policial, el lector trata todo el tiempo de averiguar cuál es la vida secreta de los personajes. En el caso de Carroll tuvo una vida doble y triple. Me resultó muy interesante leer biografías sobre él pero como suele ocurrir, cuando uno empieza a investigar todas las certezas comienzan a tambalear. Y aparecen una cantidad de complejidades y de versiones enfrentadas. Esas contradicciones, matices y puntos de vista contrapuestos son las que sustentan la trama”
{Télam}