Desde diciembre del año pasado, la Academia Nacional de Bellas Artes (ANBA) cuenta con un nuevo presidente: el director de orquestas y docente Guillermo Scarabino es el encargado de conducir la institución, creada en 1936.
La ANBA cuenta con un importante acervo cultural de pinturas, esculturas, grabados, litografías, dibujos y tapices, donados por sus autores, artistas académicos y coleccionistas. En tanto la biblioteca de la institución contiene alrededor de 6000 volúmenes cuyas temáticas abarcan distintas disciplinas. Está claro: el patrimonio que preserva la institución es amplio y valioso. Asimismo, de manera anual, la ANBA otorga las becas Alberto J. Trabucco a las artes visuales, y Bonifacio del Carril, y entrega los premios Ayerza a la fotografía y Trabucco a distintas disciplinas (pintura, grabado, escultura, dibujo, entre otras).
Hace casi 20 años que Scarabino forma parte de la ANBA. La conoce en profundidad, incluso, tras haber ocupado la vicepresidencia a lo largo de dos períodos. “Conozco las responsabilidades y los colegas han tenido a bien proponerme para presidir la Academia por un período de tres años. Lo he aceptado porque considero que tengo un buen equipo en la mesa directiva y en el personal y que hay muchas cosas que se pueden hacer”, dice a Diario Vivo.
-¿Qué planes tiene para su presidencia?
-Hay proyectos puntuales de los que hace habitualmente la Academia, como las convocatorias de premios y demás, pero hay uno a largo plazo que es poner orden y tratar de tener la mayor información posible sobre los fondos documentales que tiene la Academia, que son muchísimos y se han ido acumulando por donaciones, en general por donaciones de artistas, familias de artistas, teóricos, investigadores. Digamos que habría que agilizar un poco más el registro de esto y su puesta a disposición de los investigadores porque una cantidad de información que no está catalogada y que no esté accesible por vía de la red es como que no existe. Entonces esa es una tarea a largo plazo que nos va a llevar probablemente todo este período y esperamos que si no la llegamos a completar en estos tres años sea recogida como un proyecto importante para la Academia.
-¿A qué disciplina pertenecen esos fondos documentales?
-Tenemos todo el archivo de (Alfredo) González Garaño, hay que actualizarlo. Y ahora se ha encontrado que había una enorme cantidad de materiales del maestro Alberto Ginastera, que en el año setenta se radicó en Suiza. Yo sabía de la existencia del archivo que había en Suiza pero no tenía conocimiento que Ginastera había hecho esta donación tan importante a la Academia cuando se fue. Y acá hay desde los libros que usó como estudiante de música, apuntes, una cantidad de cosas que él hizo también en la época del Di Tella y la UCA y que estaban acá en cajas y no se sabía muy bien lo que había. Ahora estamos tratando de poner todo esto en orden, entre otras cosas. No es lo único que se está haciendo. La tarea más visible de la Academia es naturalmente organizar seminarios, charlas, conferencias, exposiciones, otorgar premios y hacer publicaciones. Todo eso es lo visible, lo que es inmediato y se va reiterando año tras año, pero hay una tarea que no es tan visible pero es muy importante, que es la preservación del fondo documental. Porque esos fondos son los que van a servir de memoria para que en algún momento cualquier investigador pueda desarrollar algo sobre algún tema de arte. Eso es una tarea que no es tan visible, no tiene tanta espectacularidad ni inmediatez pero que es importante.
-¿Es mucho entonces lo que hay para catalogar?
Sí, porque han sido donaciones de coleccionistas muy importantes, con numerosas obras. De Ginastera hay más de 300 partituras, sin contar libros y revistas y los trabajos prácticos de sus alumnos corregidos por él. Esta mesa directiva entendió que es una prioridad importante la puesta al día de los fondos documentales, pero estamos en el principio de un largo camino.
-¿Qué actividades ya forman parte de la agenda de la Academia para este año?
-Este año tenemos previsto hacer un seminario a cargo del escultor Alberto Bastón Diaz, su tema es la escultura en el paisaje. En el Día internacional de la Mujer se inauguró en el Palacio Pizzurno una muestra de mujeres grabadoras. Son 22 obras hermosas que son del acervo de la ANBA, y esto va a estar expuesto hasta el 9 de mayo. Participaremos como siempre de la Feria del Libro, llevando las publicaciones nuestras, y habrá también algunos homenajes, para algunos aniversarios especiales. Por ejemplo, vamos a hacer una sesión homenaje para Héctor Schenone, que fue un investigador infatigable y formador de investigadores, y se ha cumplido el centenario de su nacimiento. Se va a hacer también un homenaje a Pío Collivadino, que fue un académico de la primera hora en la creación de la Academia en 1936 y también se va a recordar a Alfredo González Garaño, que fue académico y del cual se cumplen 50 años de su fallecimiento.
-¿Puede ser que a las actividades de la Academia les falten trascendencia?
-Insisto en que hay dos planos de acciones que hace la Academia. Uno es en un plano digamos público: se abre una muestra, se difunde por los medios, por las redes, se otorga un premio, es decir que hay toda una actividad que es pública. Pero hay una actividad que es también puertas adentro, que quizá no es tan visible pero que ayuda a la formación de nuevos investigadores, colaborando con las instituciones dedicadas específicamente a la educación en los niveles mas altos. Uno de los problemas que es obvio, es evidente, es que nuestra sede física para los actos públicos es muy limitada. Pero por otro lado está muy cerca de un circuito de actividades dedicadas al arte, con el Museo Nacional de Arte Decorativo, el Malba y el Museo Nacional de Bellas Artes y mucha gente que participa de ese circuito nos acompaña. Pero lógicamente las limitaciones de la sala son muy grandes y por otro lado hay otra actividad que la Academia realiza, a través de las instituciones que administra, como la Fundación Klemm y la Fundación Trabucco, que deben también computarse a las actividades que realiza la Academia.
-El año pasado hubo una reunión de los distintos presidentes de las academias nacionales en el Congreso y uno de los temas que allí se trató fue la cuestión presupuestaria. ¿Como los encuentra este tema este año?
-Seria ingenuo si dijera que estamos nadando en la abundancia, no es así. Pero de alguna manera tenemos situaciones mejores que otras academias porque a través de los legados, por ejemplo de la Fundación Trabucco, tenemos ingresos mensuales que se aplican a la acción cultural. El Ministerio de Educación provee fondos para los sueldos del personal, aquí tenemos ocho personas trabajando en la Academia. Pero la mayor parte de la acción cultural viene de los ingresos que proporcionan rentas en realidad, alquileres de propiedades y demás, que que dan un poquito de aire a la Academia en un momento que es difícil para todos.
-¿Qué rol cree que debería tener la Academia?
-La Academia de algún modo funciona custodiando ciertos patrimonios y generando posibilidades de acrecentar el conocimiento, el goce y el disfrute de las artes. Tuve el privilegio de ser invitado para estudiar los resultados del plan de (André) Malraux, en Francia, en el área de música. Malraux fue el ministro de Cultura de Charles de Gaulle en los años sesenta. Yo era director de la orquesta de la Universidad de Cuyo en Mendoza y tuvieron la gentileza de invitarme a ver los resultados de ese plan, que ha sido sorprendente en el sentido de que dio vuelta la característica de un país, que era muy unitario, donde todo pasaba en París y fuera de París no pasaba nada, en una distribución cultural donde hay centros importantísimos en Lyon, Marsella, en fin, en distintos lugares. La filosofía de Malraux en aquel momento, que yo de algún modo adopté, es que el arte tiene que estar en un pie de igualdad con la ciencia y el deporte en la formación de un ser humano completo. Es decir, la mente se ejercita, se desarrolla y se disciplina por la ciencia. El cuerpo se promueve y se desarrolla por el deporte, y el arte hace lo mismo pero por la sensibilidad. Es decir, nosotros tenemos una función muy importante que cumplir en el área de sensibilizar dentro de lo que es la actividad cultural general. A nosotros nos toca eso, pero no estamos solos. Creo que cada escuela de arte, cada facultad de arte, cada taller de un pintor, de un escultor o de lo que sea están en la misma tarea pero a nosotros nos toca esa área, diría todavía inexplorada, que es la sensibilidad humana. Entonces en ese sentido creo que todo lo que nosotros hacemos apunta a eso. O tenemos que intentar que apunte a eso.
Foto: Parpagnoli.